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jueves, 22 de diciembre de 2011

Religión y Ciencia

En estas fechas resulta particularmente apropiado hablar de religión.

Francisco Ayala y Richard Dawkins son prestigiosos científicos con visiones opuestas sobre las relaciones ciencia-religión.

Dawkins experimenta una infatigable fobia hacia la religión. Ayala no, quizá por su condición de ex-sacerdote. Ayala conoce, mientras que Dawkins decide desconocer. Ambos son evolucionistas. Rechazan las visiones creacionistas.

Es recomendable el libro de Ayala '¿Soy un mono?' para disponer de una visión bastante diferente a la mantenida por el británico autor de 'El gen egoísta'.

Recientemente se ha celebrado en Madrid una cumbre sobre ciencia y religión: Simposio Internacional Ciencia y religión en el siglo XXI: ¿diálogo o confrontación?

Ayala sostiene que la ciencia permite conocer los detalles de la realidad, "pero no su finalidad".

Los científicos imparciales --Dawkins no se encuentra entre ellos-- admiten que la ciencia se encarga de abrir interrogantes, no solo de encontrar respuestas.

Y para algunas de estas preguntas la ciencia no tiene respuesta porque no entran dentro de sus objetivos. Tampoco pueden siquiera intentar ser resueltas echando mano de su arsenal.

Por eso no son pocos los científicos que mantienen separadas su profesión y sus creencias.

San Anselmo decía que creía para entender.

Para entender qué pintaba aquí, por ejemplo.

Científicos y artistas por igual, nuestras eminencias, esos que nos han hecho avanzar y nos han ayudado a disfrutar de la belleza, no han tenido empacho en admitir que su presencia aquí, en este mundo, posee un sentido trascendente.

La certeza en esa creencia es tan probable como la contraria, como suponer que estamos aquí accidentalmente.

El hecho irrefutable es que no tenemos la más remota idea de por qué estamos aquí.

Pero tenemos un órgano que nos permite preguntarnos por esa clase de inquietantes cuestiones y que, además, nos impulsa a encontrar respuestas.

Permanecer en la incertidumbre nos resulta tan descorazonador que nos aferramos a las respuestas que, sea por la razón que sea, nos resultan más sólidas.

Sin embargo, aceptar el mensaje de Ayala o de Dawkins es, de hecho, una cuestión de fe.

Se nos llena la boca con la palabra 'respeto' hacia las creencias de los demás, pero no es infrecuente que actuemos y hablemos asumiendo, a menudo de modo beligerante, que somos nosotros quienes estamos en posesión de la verdad.

Soy pesimista ante la posibilidad de que mantengamos una mente abierta ante esa vital incertidumbre. Parece estar arraigada en nuestra naturaleza la tendencia a aferrarnos a una determinada creencia y rechazar las demás calificándolas con los más destructivos términos.

Una cosa es declarar que somos tolerantes y otra bastante diferente actuar demostrando que realmente lo somos.

Admitir que podemos estar equivocados es un signo de madurez.

Destruir es más sencillo que construir.

jueves, 20 de octubre de 2011

Dawkins Strikes Back

Recurriendo a su fe ciega en la evolución, Richard Dawkins escribe ahora un libro para niños --La magia de la realidad-- destinado a erradicar, desde su raíz, cualquier duda sobre la base científica, real, de la evolución.

Su obsesión anti-religiosa no deja de expandirse, mezclando, sin tino, creencias y ciencia.

Francamente, me ha llamado poderosamente la atención que use la palabra 'magia' junto a 'realidad' en el título de su último libro.

Dawkins acepta que los niños pueden comprender la evolución y conceptos científicos similares, como electrón o fuerza. Eso sí, a partir de los cinco años de edad.

De hecho, propone que la evolución sea una asignatura más del currículo de los chavales. Mientras que la religión se cimenta en mitos que producen más preguntas que respuestas en la mente de los niños, la evolución puede responder sin abrir nuevos interrogantes.

Dawkins promueve el carácter obligatorio de esa asignatura de evolución a través de su Fundación 'Por la razón y la ciencia'. Los creyentes odian la ciencia y son unos descerebrados sujetos a las bajas pasiones de sus sistemas límbicos, según él.

Me pregunto: ¿no le bastaría con promover su visión del mundo dejando tranquilos a los creyentes? ¿o es que necesita de ese agresivo contraste para hacerse oír?


Se declara sorprendido porque algunos padres sigan explicando a sus hijos el mito de Adán y Eva --por ejemplo-- cuando deberían dirigirles a su Fundación para ser iluminados y contagiados por su magia real.


Y no crean que se para aquí, nada de eso. Declara que esa clase de mitos pueden perjudicar el desarrollo intelectual de los chavales.

Me pierdo. Por un lado, dice que la teoría de la evolución es mas fácil de comprender que los mitos. Por otro, que los segundos dañan el desarrollo de la inteligencia. Pero ¿no sería razonable predecir que esforzarse por comprender algo tan complejo y abstracto como un mito sería más beneficioso, como estímulo del intelecto, que captar algo tan simple y concreto como la evolución?

En este blog, que ya tiene su solera, hay bastante información que desmonta el 'argumentario' de Dawkins sobre el carácter prácticamente diabólico --admitiendo esta figura mítica, claro-- de la religión, especialmente de la católica.

Puede revisarse la síntesis sobre el trabajo de Anthony Esolen:


También son especialmente pertinentes las reflexiones sobre una conferencia de Colin Patterson acerca de la teoría de la evolución:


Finalmente, puede ayudar el comentario sobre 'El espejismo de Dios'

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Hawking

Este autor, fácil de reconocer por el gran público debido a su apariencia, declara ahora, en su nuevo libro (The Gran Design) que las leyes de la física son incompatibles con la existencia de Dios.

Según él, los humanos existen debido a un proceso espontáneo de creación. Ese proceso dio origen al Universo y este promueve a los humanos.

Naturalmente Richard Dawkins aplaude con entusiasmo este ataque a quienes poseen creencias religiosas.

Existen incógnitas sobre este proceso espontáneo de creación, pero nada que la ciencia no pueda resolver andando el tiempo, concuerdan ambos científicos.

César Nombela ha razonado que la ciencia no permite demostrar la existencia de Dios, pero tampoco su inexistencia.

Es absolutamente correcto decir que la religión se basa en la fe, pero la ciencia, con alguna frecuencia, suscribe como ciertas cosas que ni se han demostrado ni parece que sea probable hacerlo. A esto se le llama ‘axioma’.

No pocos desarrollos científicos obedecen a la aceptación de estos axiomas formales indemostrables.

El bienestar psicológico de algunos humanos puede depender de la aceptación de los axiomas religiosos. ¿Por qué no dejarles tranquilos?

A veces, la ciencia, lejos de promover el bienestar humano estimula la creación de herramientas de destrucción. El proyecto Manhattan, por ejemplo, es prueba de ello (lean, si pueden, el excelente libro ‘El piloto de Hiroshima’ reeditado por Paidós recientemente).

¿Por qué Haw-king o Daw-kins están tan empeñados en destruir la fe religiosa? ¿Se gana algo con esa actitud para estimular el bienestar del Homo Sapiens?

El famoso lema de los autobuses, que tanto dio que hablar, decía que ‘Probablemente Dios no existe’.

¿Qué diferencia formal hay con la declaración de que ‘Probablemente Dios existe’?


martes, 4 de mayo de 2010

La Historia de las Religiones de E. O. James

Es este un libro que merece ser leído con sosiego. Nunca se lo presten a nadie porque no se lo devolverán y no podrán hacer una segunda lectura.

Comienza James preguntándose cómo es posible que nuestros ancestros pintasen en rincones inaccesibles de tortuosas cuevas. Es difícil imaginar a un artista prehistórico, sin más iluminación que una lamparilla de tuétano o grasa con mecha de musgo, pintando en una pared casi vertical a varios metros del suelo sentado sobre los hombros de un supuesto ayudante.

La mayoría de estas obras rupestres corresponden a animales comestibles. La frecuente existencia de palimpsestos, es consistente con el hecho de que ciertos lugares de las cuevas se consideraban eficaces para promover el éxito de la hechicería que pensamos practicaron: “la magia es un medio de afianzar el optimismo, de dar esperanza cara a la adversidad”.

Cuando discute sobre Moisés, comenta James que Yahvéh era el nombre de una deidad semítica occidental de la época entre los quenitas, un clan que residía en las proximidades del Horeb, un monte sagrado identificado, equivocadamente, con el Sinaí. Por eso, por ser conocido, los esclavos hebreos de Egipto entendieron de lo que les hablaba.

En la India, escribe James, se considera que la personalidad de un individuo es una simple suma de sus partes: (1) cuerpo y sentidos, (2) sentimientos y sensaciones, (3) percepción sensorial, (4) voliciones y facultades mentales, y (5) razón o conciencia. Los psicólogos deberían, quizá, tomar nota de la palabra clave ‘suma’.

Zaratustra enseñó que cuando se produjese el fin del mundo habría una resurrección general. Además, cada hombre era responsable de sus actos en la tierra y debía dar cuenta de ellos en el más allá. ¿Nos suena de algo?

200 años antes de la llamada era Cristiana comenzó a producirse un espectacular cruce de influencias entre el mundo grecorromano y Oriente Medio. El resultado son muchos de los ingredientes que conocemos hoy en día.

Sobre Jesús de Nazaret dice James que se hizo popular por sus curaciones y que el pueblo quiso hacerle Rey –sobre esta segunda cuestión, fascinante, hablaremos en otro post.

Mahoma es, para el autor, el menos creativo de los Profetas, adoptando la mayor parte de su ‘material’ de formas tardías del judaísmo y del cristianismo. De hecho, los judíos de Medina ridiculizaron a Mahoma, quien, a raíz de ese enfrentamiento, cambió la tradición de orar en dirección a Jerusalén por la de hacerlo hacia La Meca. Este suceso “es simbólico de la hostilidad que siempre ha reinado entre el Islam y el judaísmo, y que, en nuestros días, es una de las causas más potentes de conflicto en Oriente Medio”.

En resumen, de la lectura de la obra de James, rica en detalles que no pueden glosarse aquí, se concluye que la religión es un derivado, más o menos sofisticado, de la lucha que mantiene el ser humano contra el temor a la muerte –recuerden las sabias palabras de Crusoe sobre el mayor poder del temor a algo que a ese algo en sí mismo.

Hasta aquí está claro: tenemos miedo y nos buscamos la vida. El problema es que, en nuestra historia, nos hemos hecho un poco de lío, matándonos unos a otros por motivos religiosos. Claro que a lo mejor no hemos sido exactamente ‘nosotros’ quienes nos hemos liado…

jueves, 10 de enero de 2008

¿RELIGIÓN vs. CIENCIA?

¿ERA LA TIERRA PLANA?

Jeffrey Burton Russell, Profesor de Historia de la Universidad de California, escribió en 1991: “durante los primeros 15 siglos de la era cristiana (…) casi toda la opinión académica afirmaba la esfericidad de la Tierra, y en el siglo XV habían desaparecido todas las dudas al respecto”.

En la edad antigua y media del cristianismo, San Agustín, Santo Tomás, Roger Bacon y Dante ratificaron la idea de una Tierra esférica.

Ninguno de los pensadores racionalistas y anticlericales (Condillac, Condorcet, Diderot, Gibbon, Hume) acusaron jamás a los escolásticos de creer en una Tierra plana. Entonces ¿cómo se puede comprender que se haya transmitido la idea, fuertemente asentada en la educación, de que en la Edad Media pensaban que la Tierra era plana?

Ninguna de las fuentes históricas disponibles sobre el viaje de Cristóbal Colón relata nada relacionado con debates sobre la esfericidad de la Tierra.

Betrand Russell, primero, y Stephen Jay Gould, después, se han cebado con la presunta revolución copernicana y cómo ésta desplazó al hombre del centro del Universo, algo que no deja de ser paradójico en un científico que conoce la teoría de Einstein: el Universo no tiene ningún tipo de referencia, se puede afirmar que algo se mueve en relación a otro algo y no existe ningún punto que tenga superioridad sobre los demás.

El Papa León X expresó su interés por Copérnico y su hipótesis heliocéntrica se ganó el favor papal. Sin embargo, no sucedió lo mismo entre los promotores de la Reforma. Calvino se opuso a Copérnico y Lutero también lo rechazó. Curiosamente, en ningún momento Copérnico sufrió ninguna persecución por parte de la Iglesia Católica.

La Iglesia Católica ha estado más abierta a la ciencia de lo que sugiere su reputación. El Vaticano abrió su propio observatorio en el Siglo XVI, facilitando así la reforma del calendario, un avance de la astronomía moderna. En 1582, el Papa Gregorio XIII estableció el calendario gregoriano en los países católicos.

El objetivo de la ciencia es describir las leyes de la naturaleza. Esas leyes pertenecen a un cosmos creado y no parten del caos. Si el universo se comportase al azar, la ciencia no podría existir:

Descartes: “pienso descubrir las leyes que Dios ha puesto en la naturaleza
Newton: “la regulación del sistema solar presupone el dominio de un ser inteligente y poderoso
Kepler: “estoy pensando en los pensamientos de Dios

¿UNA ABDICACIÓN DE LA INTELIGENCIA HUMANA?

Las teorías científicas que tratan de explicar la aparición de la vida como resultado del azar y la necesidad ¿son realmente científicas o son una abdicación de la inteligencia humana?

Si la evolución a partir de una caos y debida a cambios fortuitos no queda establecida por la ciencia y depende de las presunciones filosóficas de sus seguidores, es necesario que se nos enseñe dogmáticamente en las escuelas.

La teoría de la selección natural de Darwin se reduce a la afirmación de que algunos organismos tienen más descendencia que otros. No comienza a jugar algún papel hasta que se produce la auto-reproducción de los mecanismos ya existentes. Por tanto, no es una explicación del origen de los organismos auto-reproductores. La teoría de la evolución por selección natural se parece demasiado a la teoría político-económica del primer capitalismo. De hecho, se podría declarar que el darwinismo es una economía política victoriana traducida a la biología.

¿Cómo llegaron a existir los complejos sistemas bioquímicos? Son esenciales para el funcionamiento de la vida y su aparición no se puede atribuir a la casualidad. En 1990 Francis Crick tuvo que recurrir al principio de parmspermia dirigida. Como Premio Nobel de Biología, sabía lo bastante sobre biología molecular como para percatarse de que un origen de la vida que no fuera dirigido tenía graves inconvenientes. Otros bioquímicos menos eminentes suelen callar las dificultades de la filosofía materialista imperante en la actualidad.

Aceptar la explicación de Darwin conlleva creer que basta con disponer de vástago de émbolo para que un coche ande un poco. Después, si se le aplica una manivela, andará un poco más. Finalmente, cuando todas las partes estén en su sitio, el coche podrá alcanzar los 40 kilómetros por hora.

Tendrían que ocurrir al mismo tiempo demasiados e improbables acontecimientos para que una cadena de accidentes produjera la vida.

¿Cuáles son realmente las pruebas de la evolución? ¿Cuál es su fuerza?

LAS PRUEBAS DE LA EVOLUCIÓN: ¿SON REALMENTE CONCLUYENTES?

Los cambios genéticos son indudables, omnipresentes y triviales. La evolución implica algo más que eso.

Veamos algunas palabras del paleontólogo británico Colin Patterson: “una mañana me desperté y sentí que algo debía haber sucedido por la noche, porque tuve la desagradable impresión de que había estado trabajando en esa materia durante veinte años y no sabía ni una sola cosa de ella. Aquello fue un completo schock para mi; darse cuenta de que uno puede estar tan despistado durante tanto tiempo (…) Resulta bastante fácil establecer historias sobre cómo una forma de vida dio origen a otra y encontrar razones para explicar el proceso que debió favorecer la selección natural. Pero tales historias no forman parte de la ciencia, porque no hay manera de ponerlas a prueba”.

Darwin tomó las estructuras homólogas como una prueba de la evolución. Todo lo que tenemos son unos huesos. Naturalmente, al apoyarnos en los fósiles no tenemos otra forma de identificar a los antepasados comunes más que contemplando sus estructuras homólogas. Pero existen significativas similitudes de estructura que incluso los darvinistas más radicales se niegan a atribuir a un antepasado común. El intervalo de tiempo que separa a los fósiles es tan enorme que no podemos decir nada definitivo sobre sus posibles conexiones en relación a su linaje y descendencia. Hay conjeturas, eso si.

Sin embargo, los textos de biología aseguran a los estudiantes que el árbol de la vida de Darwin es un hecho científico confirmado por las pruebas. Sin embargo, cuando se valora conforme a las auténticas pruebas fósiles y moleculares, se comprueba que es una hipótesis disfrazada de hecho.

En el famoso experimento de laboratorio de Miller y Urey, de 1953, solo se pudieron crear aminoácidos simples. La creación de proteínas, bastante relevantes para la vida, enseguida se contempló como un paso inabordable. Para que nos hagamos una idea: un aminoácido es con respecto a un organismo viviente lo que una letra del alfabeto a una obra de Lope de Vega.

Es más, en los años setenta, los científicos comenzaron a darse cuenta de que la atmósfera primordial de la Tierra no tenía nada que ver con la mezcla de gases utilizada por Miller y Urey en su laboratorio.

Sin embargo, a día de hoy, los manuales siguen usando el experimento de Miller y Urey como argumento de que los científicos han demostrado un primer paso en el descubrimiento del origen de la vida.

Jonathan Wells: “¿cómo puede hablarse de la evolución darwiniana desde las amebas a los mamíferos, si ni siquiera se ha podido demostrar el origen de una especie de mosca de la fruta a partir de otras especies de moscas de la fruta?”

Un parte de la comunidad científica sostiene que la evolución es un hecho. Se regodea en su monopolio y defiende que no debería enseñarse el creacionismo en el colegio, porque eso es religión y no ciencia.

FUENTE: Tom Bethell (Redactor de American Spectator)