Hace algunos días se publicó en el periódico inglés ‘The Times’ una carta escrita por un Profesor Emérito de Psicología de la Universidad del Ulster (Richard Lynn). Es posible que tenga algún interés para los lectores de este blog, así que la reproduzco seguidamente:
“Catherine Coley se preguntaba el 13 de Abril, en este mismo periódico, ‘¿por qué son tan pocas las mujeres licenciadas que se convierten en profesores y miembros de la Royal Society?’. Susan Greenfield también está preocupada: ‘me inquieta que solamente un 10% de los profesores de ciencias sean mujeres’ (entrevista, 15 de abril, página 50).
Hay cuatro respuestas a este problema.
Primero, los varones tienen, en promedio, una mayor capacidad intelectual (CI) que las mujeres. Esta ventaja se vincula al hecho de que los varones tienen, también en promedio, un cerebro mayor, aunque esta ventaja solamente se manifiesta a partir de los 16 años de edad, llegando a una diferencia equivalente a 5 puntos de CI en adultos. Esto produce que haya más varones con el alto CI exigido para el éxito en las profesiones y los negocios en los que se requiere un alto CI.
Segundo, la variabilidad o rango en inteligencia es mayor en varones que en mujeres, por lo que habría más varones con niveles de CI muy altos y muy bajos. Este hecho aumentaría todavía más el número de varones altamente inteligentes. Por encima de 145 de CI (1 por mil) la ratio varón-mujer sería de 8 a 1.
Tercero, varones y mujeres tienen distintos tipos de inteligencia. Los varones serían mejores en razonamiento, así como en capacidades espaciales y matemáticas, mientras que las mujeres serían tan buenas como los varones en capacidad verbal, y mejores que los varones en segundas lenguas. Este hecho explicaría por qué los varones están particularmente sobre-representados en matemáticas y en ciencias físicas, algo menos en biología, y por qué las mujeres tienen tanto éxito como los varones como novelistas y como escritoras de secciones de opinión en ‘The Times’.
Cuarto, los varones son más competitivos y están más motivados que las mujeres para alcanzar el éxito. Esta es una característica del sexo masculino en todos los mamíferos sociales y está dirigida hormonalmente. Las mujeres estarían más motivadas para el cuidado de los niños.
Todas estas diferencias se refieren a promedios. No son verdad para todos los varones y para todas las mujeres. Existe un considerable solapamiento, tanto en las capacidades, como en las motivaciones de ambos sexos. De todos modos, son lo suficientemente pronunciadas como para explicar las disparidades que se observan en los altos niveles de logro.
Estas diferencias parecen estar determinadas genéticamente, aunque las convenciones y las expectativas sociales pueden reforzarlas.
Por estas razones, las medidas diseñadas para promover, mediante ingeniería social, que haya más mujeres en las posiciones más altas constituyen intentos de hacer encajar piezas cuadradas en agujeros redondos. Esta clase de esfuerzos chocaran con la roca de la naturaleza humana”.
La pregunta es: ¿en qué se equivoca Richard Lynn?
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