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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Alcohol y CYP2E1

Simplificar es relevante para el avance del conocimiento, pero no hay que llegar más lejos de lo estrictamente necesario. En el caso del efecto de los genes sobre la conducta esta precaución resulta especialmente pertinente.

Ahora se da a conocer el resultado de que el gen CYP2E1 parece asociarse a cómo responde la persona al alcohol. Según la versión del gen, así es la respuesta.

Los resultados concretos se han publicado en la revista 'Alcoholism: Clinical and Experimental Research'.

El estudio se basó en comparar hermanos que tenían al menos un padre alcohólico. Los participantes ingerían un preparado que contenía alcohol y se les pedía responder una serie de preguntas sobre sus efectos.

El gen CYP2E1 se encarga de codificar una enzima que contribuye a metabolizar el alcohol, aunque la mayor parte del alcohol es procesada en el hígado por la dehidrogenasa.

CYP2E1 actúa en el cerebro produciendo radicales libres que pueden afectar a las células de ese órgano. Una versión del gen hace que la persona sea más sensible a los efectos del alcohol, lo que pudiera ser resultado de un mayor torrente de esos radicales libres.

Realmente es poco probable que un solo gen pueda explicar la sensibilidad al alcohol, del mismo modo que lo es para las demás cosas que se nos puedan ocurrir.

No cabe duda de que la variabilidad genética es importante para comprender las diferencias que nos separan psicológica y conductualmente. Pero la predicción por defecto es que el número de genes relevantes es extraordinariamente elevado. La mayor parte de los resultados disponibles son consistentes con ella.

lunes, 18 de octubre de 2010

Contra la artritis reumatoide, un copazo (o dos)

El gran psicólogo Hans Jürgen Eysenck, fallecido en 1997, confesaba en su autobiografía ('Rebelde con Causa') que él siempre había sido un “apóstol de la moderación” a pesar de tener fama de polemista en los círculos académicos.

Argumentaba que algunos científicos alientan el histerismo de la población y la radicalidad de medios de comunicación y de políticos, adoptando posturas extremas en ausencia de sólidas evidencias. Sus estudios sobre los efectos del tabaco en la salud, algunos de cuyos resultados ya se han revisado en este blog, ponían en evidencia este hecho.

Ahora sabemos que algo comparable puede ocurrir con el alcohol. ¿Es bueno o malo beber? Depende. Ni una cosa, ni la contraria. Seamos, por tanto, moderados en nuestras declaraciones, aunque eso complique algo más el mensaje que se le envía a la sociedad.

En la revista 'Rheumatology' se ha publicado un estudio, con dos mil personas, en el que se concluye que el consumo de alcohol es positivo para (a) paliar los efectos de la artritis y (b) prevenir su aparición.

James R. Maxwell, Isobel R. Gowers, David J. Moore, and Anthony G. Wilson (2010). Alcohol consumption is inversely associated with risk and severity of rheumatoid arthritis. Rheumatology (2010) 49(11): 2140-2146 first published online July 28, 2010doi:10.1093/rheumatology/keq202

Se siguió la evolución de esas personas durante treinta días, llevándose a cabo una exploración exhaustiva de varios factores: ingesta de alcohol, análisis de sangre, radiografías y tests de exploración del funcionamiento de las articulaciones.

Los resultados señalaron que quienes consumían alcohol con frecuencia mostraban signos más positivos que los que eran abstemios o bebían raramente: las articulaciones estaban menos dañadas y se mostraban menores síntomas de inflamación.

Esto por lo que se refiere a las personas que ya tenían la enfermedad. En cuanto a la prevención, el estudio muestra que los abstemios presentan una probabilidad cuatro veces mayor de desarrollar ese trastorno. Es más, el riesgo se reduce cuanto más se bebe.

Se desconocen por ahora las causas de esta asociación, pero se especula con el efecto que puede tener el hecho de que el alcohol reduce la eficiencia del sistema inmunológico. Tal reducción podría influir en el probable desarrollo de este trastorno.

Por otro lado, una vez se manifiesta el trastorno, el alcohol puede atenuar los síntomas gracias a sus efectos antiinflamatorios y analgésicos.

Si nos preguntamos cuáles son las bebidas más efectivas, no encontraremos respuesta por ahora. Pero como me sugería un amigo hace unos días, por si acaso no reparen en gastos y que el néctar sea de calidad…

jueves, 14 de octubre de 2010

La capacidad intelectual se relaciona con el consumo de alcohol

Satoshi Kanazawa se está ganando, a pulso, fama de heterodoxo. Es un psicólogo evolucionista que ha formulado la teoría de que la capacidad intelectual se desarrolló para resolver problemas novedosos en términos evolucionistas.

Hace algún tiempo presentamos sus evidencias favorables al hecho de que los vespertinos son más inteligentes que los matutinos porque vivir la noche es más reciente en términos evolucionistas.


Ahora nos dice este científico que los más capaces intelectualmente son también excelentes bebedores. El consumo de alcohol (cerveza, vino y licores) tal y como se hace en la actualidad (la propia sustancia ingerida y el método de consumo) es novedoso, en el sentido comentado anteriormente.

Los datos de Reino Unido y los Estados Unidos apoyan la hipótesis: existe una tendencia a un incremento sistemático en el consumo de alcohol con el aumento de capacidad intelectual. La tendencia se mantiene aunque se controle el efecto de variables como el sexo, la etnia, la religión, el estado civil, el número de hijos, el nivel educativo, los ingresos, las tendencias depresivas, la satisfacción con la vida, la red de amistades, el número de parejas recientes, así como el nivel educativo de la madre o del padre. La gráfica muestra los resultados –fuente: National Child Development Study (NCDS), Reino Unido. Algo similar ocurre en Estados Unidos.


Kanazawa no se preocupa por el hecho de que beber en exceso pueda tener consecuencias negativas sobre la salud: “que la conducta de beber sea perjudicial para la salud y que no tenga ninguna consecuencia positiva es irrelevante para la hipótesis”.

Esa hipótesis es irrelevante para la salud, limitándose a predecir que mayores niveles de capacidad intelectual se asociarán a conductas novedosas en términos evolucionistas. Puesto que el consumo reciente de bebidas alcohólicas –incluyendo aquí cogerse una melopea de campeonato—es algo novedoso, los datos resultan consistentes con la hipótesis.

Apostaría que la socióloga Linda Gottfredson no está demasiado de acuerdo con Kanazawa. Esta autora lleva ya un buen número de años procurando información en la que se muestra cómo la capacidad intelectual se relaciona con la salud, tanto física como mental. Sus trabajos caen dentro de la denominada ‘epidemiología cognitiva’.


Cómo se conjugan ambas de evidencias será algo que habrá que discutir.

Y se vislumbra diversión…