¿Existe Dios?
Según una encuesta de religiosidad del
CIS (CIS, 2008), el 38% de los
españoles “sabía
que Dios existía verdaderamente” y no tenía ninguna duda al respecto. Más modestamente, el 17%
“sentía
que creía”. En un 9% la creencia iba y
venía, mientras que un 14% “no creía en un Dios personal, pero sí en un
poder superior”. Aproximadamente
un 15% “no creía
en ningún Dios” y a un 6% “le daba igual”. El ateísmo era algo mayor en hombres, jóvenes y/o universitarios.
Y en la gente de izquierdas. Por tanto, el ateísmo en España no es mayoritario,
pero si usted es ateo no es un caso aislado.
¿Es Dios un asunto de la razón?
Creer en Dios es una cuestión de fe.
No hay más. Pero ¿Hay alguna razón lógica para creer en Dios? ¿Y para no creer?
Si preguntáramos a un científico
religioso su razón para creer, probablemente diría que la probabilidad de estar aquí (lo que significa el ser frente a la
nada, la organización del universo, la aparición de la vida, la conciencia, etc.)
es tan escandalosamente baja que tuvo que haber un Dios “sincronizando” las constantes de la naturaleza para que fuera posible.
En el otro lado está la perspectiva
del ateo, para el que la existencia de Dios responde sospechosamente a muchas necesidades
humanas. Si preguntáramos a un ateo científico su razón para no creer, diría
que Dios aclara muy poquito de los misterios del Universo. Si Él existiera,
habría que explicar su existencia. Para los ateos, el truco terminológico de adjetivar una
causa como “incausada” (argumento
cosmológico de Tomás de Aquino) no
cuela.
¿Vivimos en un Universo improbablemente
ajustado para que existiéramos?
En
primer lugar, el concepto de probabilidad es difícil de aplicar en el caso del
Universo (n = 1). Por otro lado, es un ejercicio de vanidad científica pensar
que vivimos en el único mundo posible: podría
haber habido otra física, otras leyes con otros parámetros que dieran lugar a
otros mundos distintos. Si uno tira una moneda 1000 veces y echa la
vista atrás, siempre parecerá improbable que la sucesión de caras y cruces haya
sido exactamente la obtenida. Pero quizás, simplemente, las cosas podrían haber
ocurrido de maneras muy distintas. En cualquier caso, siguiendo el principio antrópico, la probabilidad condicional de que el
Universo con sus “constantes adecuadas” exista, dado que usted se está haciendo la
pregunta, es de 1.
Por último, el argumento del Diseño, que alude a nuestra improbable complejidad, resulta cada
vez menos plausible desde que Darwin
propuso su Teoría de la Selección Natural.
Así pues, Dios no
parece necesario. Pero…
¿Es
razonable creer en Dios?
Para decidir si merece la pena albergar
una creencia, uno debería responder secuencialmente a dos preguntas:
¿Cuán verosímil es la creencia en función
de lo que observamos?
¿Cuáles son las consecuencias de actuar
en base a esa creencia, tanto si es falsa como si es verdadera?
Como decía Carl Sagan, lo primero para valorar la hipótesis de Dios es delimitar a qué nos
referimos cuando hablamos de Dios.
Por ejemplo, si alguien creyera en un
Dios a imagen y semejanza del pato Donald, sería fácil concluir que su Dios es
poco verosímil. Asimismo, debemos reflexionar sobre las consecuencias de la creencia. Si alguien cree en un Dios que
justifica matar en su nombre (prostitutas, brujas, homosexuales, cristianos, etc.),
diríamos que ese Dios no es inocuo y deberíamos tener una evidencia fuerte para
seguirle.
El objetivo de este post es reflexionar en qué grado la fe en la Ciencia restringe cómo pueda ser el Dios de la fe. Mi opinión es que la ciencia tiene
mucho que decir sobre Dios, pero primero hay que delimitar en qué Dios cree la
gente.
(La verosimilitud de Dios)
¿En qué Dios cree la gente?
Los creyentes constituyen un grupo muy
heterogéneo. Me atrevo a describir algunas dimensiones que resumen los “tipos de Dios”:
1) “Dios interviniente”/”Dios no interviniente”
Existió un tiempo en el que Dios
guiaba las hipótesis de los científicos, ya que parecía tener preferencias
sobre si la tierra giraba alrededor del sol o viceversa. La religión, inteligentemente, ha ido
alejando a Dios de los asuntos mundanos en los que más pronto que tarde parece
haber un modelo científico más compatible con los datos empíricos. En el mundo occidental, el poder de
intervención de Dios, se ha ido relegando a su
posición de causa última, que implica el prototipo de Dios no interviniente.
Actualmente, salvo
casos aislados, nadie daría un duro por la verdad revelada si se contradijera
con la evidencia de los hechos. A pesar de ello, sigue siendo cierto que la
religión no hace ascos a las creencias en “pequeñas intervenciones” divinas (Dios interviniente). La
Virgen sigue apareciéndose de vez en cuando, los fieles acuden a las
procesiones a rogar a sus Santos y existen tribunales cualificados para decidir
sobre la promoción a Santo. Hasta hace poco aún se daban cursos de exorcismo.
(¿Interviene Dios?)
Es en la “dimensión no interviniente” donde
Dios es más compatible con la ciencia: solo un Dios que haya dado un largo
rodeo para crear al hombre y se haya olvidado de él por un tiempo, dejando paso
a las leyes de la naturaleza, es compatible con la Ciencia.
2) “Dios abstracto”/”Dios personal”
Dios puede ser un ente abstracto (p.ej.,
una “energía”) o personal, poseyendo atributos
psicológicos (amor, bondad, rencor, venganza, intenciones, etc.). Según la mencionada encuesta del CIS, un 39% de los españoles considera que “Dios se preocupa por cada humano
personalmente”. En el Cristianismo, Dios se preocupaba tanto de sus criaturas que
descendió a la Tierra en la forma de su Hijo humano.
La mayor parte de la gente cree en un
Dios personal pero ¿es plausible un Dios con atributos psicológicos? Actualmente,
avanzamos en la comprensión de los procesos cerebrales por los que se producen
los atributos psicológicos del hombre y de otras especies. Acabaremos por
entender su razón adaptativa o el camino evolutivo a través del cual se
desarrollaron. Por tanto, creer que explicar nuestra mente requiere una aproximación
científica, se contradice con asumir que esas características no requieran
explicación cuando se dan en Dios.
Si
nuestra mente ha surgido como solución evolutiva a ciertos problemas del
entorno, parece extraño imaginar que una mente haya podido surgir de alguna
otra manera. Pensar que Dios tiene intenciones es como pensar que Dios tiene
barba blanca.
(¿Quién crea a quién?)
3) Con intermediarios/sin intermediarios.
Están los que consideran que Dios ha
revelado su mensaje a unos pocos elegidos, que ejercen de intermediarios. Dios
ha podido dictar a través de sus profetas, aunque también puede haber aparecido
en forma de zarza ardiente, o incluso en forma de ser humano.
Todo Dios con intermediarios nos ha
dejado un “Reglamento de Dios para el hombre”.
Las prescripciones, detalladas, pueden variar. Las hay fáciles de asumir,
pues se derivarían igualmente de una moral racional (p.ej., no matarás); otras
son positivas, aunque su carácter necesario sea dudoso (p.ej., no hace falta
amarse tanto, basta respetarse); están también las prescripciones contrarias a
la razón, por su carácter trivial o arbitrario (p.ej., el calendario para no
comer pescado o para no comer en absoluto, la obsesión con el sexo) o
discriminatorio (p.ej., el reparto de roles por sexo dentro de la Iglesia).
Finalmente, están las claramente dañinas atendiendo a la moral racional o a
asuntos de salud pública (p.ej., cuando se condena la homosexualidad o el uso
del preservativo).
La especificidad de los preceptos
morales es una de las dimensiones que más desafía al pensamiento crítico.
Sabemos que dicha especificidad va asociada al lugar en el que hemos nacido, a
nuestra adscripción a una comunidad concreta y a sus ritos.
¿No es fácil observar que lo que es pecado
aquí y ahora, no lo fue allí, no lo fue en algún entonces y no lo será en algún
futuro próximo?
Evidencia para ello es que la Iglesia
adapta sus normas a los nuevos tiempos. Cada vez más los textos sagrados se
interpretan de forma más flexible. A pesar de ello, la adaptación es lenta y ocurre
sólo en la medida en que la Iglesia no puede imponer sus posturas. Solo si
cambian sus fieles, cambia la Iglesia.
En
cualquier caso, la iglesia es una institución compuesta por personas de todo
tipo, como cualquier institución, y el balance
positivo/negativo de la iglesia no es objeto de este post.
Debiera imponerse la prudencia
necesaria y aceptar que si hubiéramos nacido en otro lugar tendríamos otro
Dios, otra religión y otros preceptos. Un Dios específico en los detalles no es
compatible con un espíritu crítico. Antes reflexionábamos sobre la improbabilidad de un
Universo tan complejo, pero ¿cuál es la
probabilidad de que uno haya nacido, casualmente, en el lugar en el que se
venera al Dios verdadero?
Aceptémoslo, la mayoría de los que
creen lo hacen porque lo hicieron sus padres.
(las Tablets de la ley)
4) Sin/con plus de trascendencia.
¿Hay vida después de la muerte?
Según la encuesta del CIS, un
porcentaje importante de los españoles cree en el concepto de pecado (45%),
consideran que hay vida después de la muerte (43%) y/o que hay un cielo o un
paraíso (40%). El
infierno tiene menos seguidores (un nada desdeñable 29%).
Parece que la vida después de la
muerte da sentido a esta vida (trascendencia). Eso sí, se debe cumplir el “Reglamento de Dios para el hombre”.
Sin valorar que para dar sentido a esta
vida haya que pensar en otra, cabe reflexionar sobre lo que esperan los
creyentes en el otro lado.
La presencia de vida después de la
muerte y la ascensión a un “Cielo” plantean ciertos interrogantes.
En primer lugar, la separación de
cuerpo y alma se contrapone a los efectos que sufre el alma (mente) tras una
lesión cerebral. La
variabilidad de las almas (autistas, superdotados, ciegos, esquizofrénicos,
psicóticos, etc.) se liga a la pasmosa individualidad de los cerebros, lo que plantea
un cierto desafío al dualismo.
Para evitar este problema, supongamos
que no hay dualismo y que el alma se resucita en algún soporte material. En ese
caso,
¿Seremos nosotros mismos en el cielo o
nos cercenaran nuestra parte pecadora?
Lo digo porque nuestro potencial para
el pecado no es como un tumor que se quita y ya está. La identidad de cada uno
está ligada a sus defectos.
El que tuvo una tara en esta vida,
¿Mantendrá esa tara en el cielo?
¿Con que edad despertaremos en el
cielo?
¿Seré yo a los 15 o a los 40?
Si Woody
Allen sigue siendo él, con su neuroticismo, será difícil que el Cielo le
satisfaga. Si a Woody Allen le quitan el neuroticismo, dejaría de ser él ¿Por
qué querría Woody Allen estar en ese Cielo en el que no va a ser él?
El Cielo en sí es otro constructo
complicado.
¿Es un lugar abstracto y apacible, que
se asocia a la felicidad, la concordia y el amor?
Sabiendo que el amor es una emoción
humana perecedera, me resulta difícil entender lo que el Cielo pueda ser.
Tampoco se ha considerado la dimensión
social del Cielo. Como escribe el “ateo
innombrable”, si el
Cielo para alguien que se inmola son 72 vírgenes voluptuosas esperándole
¿Es eso un Cielo para esas 72 vírgenes
voluptuosas?
¿Y las feas a dónde van?
¿Hace Dios una clasificación por sexo y
edad?
Otro ejemplo: si fuimos creyentes buenos, pero vivimos rodeados
de amigos ateos a los que quisimos mucho ¿nos los encontraremos en el Cielo o
estarán en el Infierno?
Si Dios quiere nuestro bien, el Infierno
no puede existir.
(una imagen de la red: al infierno se
sube por las faltas de ortografía)
Quizás la religión pierda adeptos
cuando “el Cielo” se entienda mejor y la identidad se
pueda digitalizar. En ese caso, los informáticos podrían programar “el Cielo virtual” y a la carta. Quizás la vida eterna (virtual) pueda llegar a ser posible. Quizás el Cielo no
sea tener todo lo que deseamos. Lo cierto es que habría mucho trabajo para los
psicólogos a la hora de definir “el Cielo” a la carta.
Por último, cabe preguntarse qué
ocurrirá con las almas no nacidas, cercenadas por la propia acción del hombre.
Esto incluye a los fetos abortados, a los que pudieron haber nacido y a los que
no llegarán a nacer después de que hayamos destruido nuestro preciado planeta.
***
Estas dimensiones, y otras que puedan
añadirse, dan para el desarrollo de un cuestionario más completo, un Cuestionario de Imagen de Dios en España (llamémoslo CIDE). Este tipo de cuestionarios ya existen. Es de interés público
saber qué esconden las mentes sobre el concepto de Dios. Al separar los creyentes en subgrupos,
descubriríamos que los ateos son el grupo mayoritario.
Puesto que la existencia de Dios no se
puede investigar, animo a nuestros psicólogos diferenciales a investigar sobre Su
imagen, sus consecuencias individuales y sociales.
Terminando
ya, este es mi Credo:
Creo
en la búsqueda de la “verdad”
a través de la ciencia.
Creo
que la Ciencia solo permite aceptar un Dios abstracto, que no se inmiscuye en
los asuntos de los hombres, un Dios sin personalidad, sin intenciones y sin rol
en la naturaleza.
Un
Dios no dualista, que no nos ha guardado un reservado y que, menos aún, separa
a los virtuosos de los pecadores.
Desafortunadamente,
el Dios que permite la ciencia es un Dios abstracto y frio, sin intencionalidad, que no escucha, que no
ama y que no puede dar sentido a la vida.
Incluso si existiera un Dios personal,
sería difícil apostar por el verdadero y seguir sus prescripciones (¿Cuáles de
todas?). Podría ser que el infierno fuera para los pecadores y los creyentes de
la religión equivocada (Sí, a veces Dios ha sido vengativo y egocéntrico).
Algunos dirán que la religión se
asienta profundamente en la naturaleza humana, que satisface sus deseos básicos
y le es útil. La vida pierde sentido sin Dios. Sin Él, la sociedad podría sumirse
en el Caos.
Esto es una gran estupidez.
Los creyentes no
tienen el monopolio ni del sentido de la vida, ni de la moralidad.
Otras veces el debate sobre Dios suele
virar hacia asuntos no relacionados. Para tomar la decisión sobre si Dios
existe, es irrelevante si la religión (o la ciencia) es buena o mala, si hubo
ateos tontos o creyentes listos. También lo es si la Teoría de Darwin o los
modelos actuales de la ciencia tienen fallas.
¿Por qué ir contra Dios?
Un “ateo innombrable” decía:
“Me parece fundamentalmente deshonesto y
dañino para la integridad intelectual creer en algo sólo porque te beneficia y
no porque pienses que es verdad”.
Es preferible saber que esta vida es
lo que tenemos.
Al morir no sabremos que no estamos,
luego es absurdo preocuparse por la muerte. Sólo veo una única razón pragmática para
creer: cuando perdemos a la gente que queremos. Quizás este es el origen sencillo y verdadero de la
religión. En ese punto, es innegable que la creencia en Dios proporciona un
alivio mayor que el que proporciona el ateísmo. Ellos, los que murieron, no
sufren. Sufrimos los que nos quedamos.
Ante esto no puedo decir nada más que:
A pesar de los infortunios que nos
encontremos, disfrutemos de esta vida, que es la que tenemos. Es una
experiencia limitada.
Las existencias se agotan.
Muchas gracias por tu contribución, Paco.
ResponderEliminarUn post que invita a pensar y darle vueltas a un gran tema.
El mero hecho de que decidas escribir sobre esta cuestión puede ser muestra de que consideras que vale la pena.
Y si vale la pena, será por alguna razón medianamente poderosa, al menos para ti.
Concuerdo en que la religión, tal y como la hemos conocido, incluye un considerable número de supersticiones, realmente superfluas para disfrutar de un genuino sentimiento religioso que ayude a orientar la vida de la gente.
Pero discrepo de la tentación de ridiculizar esa clase de sentimiento recurriendo a la práctica fácil de cebarse en las supersticiones para rechazar la premisa esencial, el supuesto básico.
Pienso que el ateísmo ha estado presente durante toda la historia de la humanidad. No es algo nuevo. Sirviéndome de una analogía (imperfecta), ha sucedido algo similar a lo que sabemos que ha ocurrido con el diagnóstico de las enfermedades: antes la gente se moría, sin más. Ahora podemos conocer las causas si nos ponemos a ello. Lejos de ser una minoría, antes (igual que ahora) era legión el número de ateos, pero, sencillamente, no se expresaban por la presión social imperante, más o menos sutil.
Y aquí viene una de mis preguntas/reflexiones para ti:
Supongamos que el sentimiento ateo está detrás de los males de nuestra sociedad. Solamente un ateo puede encontrar modos de justificar sus ‘atentados’ contra sus semejantes, desde los más livianos a los más graves. Si después no hay nada, todo vale. El caso de los terroristas religiosos, que comentas en tu post, es un ejemplo perfecto. Pensando en ese ejemplo me tienta llegar a la conclusión de que ‘cuanto más presuntamente religioso, cuanto más integrista, es el individuo, más ateo es, en realidad, en su fuero interno’.
El ateo no puede sustraerse de la desesperada idea de que después de esto no hay nada. Su narcisismo le impide aceptar los hechos, de modo que busca el modo de dejar una huella en este mundo. Lo que sea antes que la nada.
El artista dispone del talento para dejar su huella en este mundo. El científico que hace un descubrimiento valioso para la humanidad, también. Pero una apreciable mayoría de humanos carece del talento necesario para plasmar su huella de un modo constructivo, memorable, en este mundo. Destruir es mucho más sencillo. Y destruyendo, desgraciadamente, también se deja huella. Y cuanto más se destruya, mejor.
Un humano que posee un genuino sentimiento religioso combatirá la tentación de destruir porque actúa conforme a la firme creencia de que después de la vida existe otra dimensión en la que será juzgado por sus actos. Es, como suele decirse, temeroso de Dios.
Quien comete actos bárbaros en nombre de la religión es un perfecto ateo desesperado y narcisista que no encuentra otro modo de dejar una huella en este mundo para escapar del frio y oscuro vacío de la nada.
Finalmente, ¿admitirías que podemos habitar en una dimensión en la que imperan unas reglas, que, por supuesto, somos capaces de conocer, pero que puede existir otra dimensión con otras reglas incognoscibles desde la que ahora habitamos?
Los propios físicos han especulado sobre el multiverso, aunque no es necesario complicarse demasiado para aceptar esa posibilidad. En el útero materno imperan unas reglas que impiden vislumbrar esas otras reglas que sabemos rigen el universo que conocemos desde que somos alumbrados (como pretende mostrarnos aquella parábola sobre la conversación de dos bebés en el interior de su madre).
Saludos, Roberto
¡Muchas gracias por el comentario!. Comparto parte de lo que dices:
ResponderEliminar- Estoy de acuerdo con que el ateísmo ha estado siempre presente, aunque sus razones han cambiado. Por ejemplo, la Teoría de la Evolución nos ha dotado de un mecanismo explicativo de la complejidad de los organismos.
- ¿Aumentará el ateísmo en el futuro? Si uno atiende a los últimos años del Barómetro del CIS, el porcentaje de ateos ha aumentado un poquito:
Ateo No
creyente Católico
nov-15 10.3 14.1 70.4
nov-13 9 15 70.6
nov-11 8.4 14 74.1
nov-09 7.6 13.6 74.9
nov-07 5.4 14.6 76.6
nov-05 5.4 11.8 79.7
Por otro lado, en las generaciones más jóvenes hay más ateos. Mi predicción es que el porcentaje de ateos irá creciendo. Todo es cíclico: nunca se sabe.
- No estoy en contra del sentimiento religioso genuino. El axioma que acepto en mi post es que el Universo sigue unas reglas. ¿El axioma podría ser falso? Sí. La parábola en la que dos bebes debaten sobre si hay otra vida más allá del útero es clarificadora. Puede que las “reglas” del Universo no sean las que pensamos. Igual que el Universo siempre pudo estar ahí sin necesidad de Dios, un Dios personal pudo estar ahí y quizás quiso crear el Universo de la manera en que lo ha hecho.
- Incluso si Dios fuera verdad no hay manera de separar el grano de la paja. Tú dices que las supersticiones son parte de la paja, pero el problema es que NINGUNA característica de Dios se puede dilucidar a partir de la evidencia. Si existe Dios, no podemos tener ni idea de cómo es. Si alguien decide creer algo sin ninguna evidencia, eso es la fe. Otros pueden, a mí me resulta complicado.
- ¿Debemos respetar otras creencias? Por supuesto, en la medida en que su creencia no suponga imposiciones negativas para otras personas. Es decir, solo veo problema cuando aspectos absurdos de la moral religiosa, que es mayoritaria, se intentan introducir en las leyes y violentan la libertad de otras personas no religiosas. Esto, desgraciadamente, sigue pasando.
- Planteas el ateísmo como algo dramático, pero no lo es. Como decías, ateos hay desde el principio de los tiempos y (a) no parece que hayan vivido su ateísmo como algo dramático; (b) no han necesitado dejar huella en la forma en que dices. La mayor parte de la gente no está preocupada por dejar su huella en este mundo, por lo que es irrelevante si carece de un gran talento. Lo importante para el orden social es que se perciba el “sistema” como justo, y que las personas nos sintamos útiles y parte de él. Para eso no hace falta religión.
- El experimento que planteas en relación a cómo sería un mundo compuesto por oscuros ateístas, ya se ha hecho parcialmente. Yo diría que actualmente para una gran mayoría de la población, a pesar de declararse católicos, Dios es irrelevante en su día a día y no piensan en Dios para comportarse como actúan. Y el mundo sigue aquí.
- ¿Hay riesgo de que la gente se vuelva malvada si desaparece el temor a Dios? Es una posibilidad, pero no tenemos evidencia de que eso vaya a ocurrir. Decía Steven Weinberg: “La gente buena hará cosas buenas, y la gente mala hará cosas malas. Pero para que la gente buena haga cosas malas se necesita la religión”. Creo que educar en un espíritu crítico –creer en base a la evidencia, intentar falsar las propias creencias- hace menos probable la aparición de fanáticos terroristas (no sólo los religiosos). Siempre quedarán los psicópatas, que disfrutarán con dejar su huella de destrucción con religión o sin ella.
- En relación a la cuestión específica de si detrás de un terrorista suicida hay un ateo, me parece provocadora, pero especulativa. No he leído sobre el tema. Puedo especular que los terroristas suicidas serán seguramente personas educadas, quizás con problemas psicológicos y pérdida del sentido de la vida, pero es el reclutamiento y consiguiente lavado de cerebro, lo que “canaliza” el sentido de su vida. Seguramente la religión en sí no explica el proceso completo pero ¡Menos su ateísmo!
Gracias otra vez por tus comentarios, que también me han hecho pensar.
¿Que yo soy irrelevante? ¡Qué cachondos! [Dios dixit]
ResponderEliminarLarga reflexión la de Francisco Abad. Anuncia hablar de la existencia de Dios, pero habla de todo lo divino y de lo humano, incluyendo sobre todo cuestiones relacionadas con las religiones institucionales. Difícil resulta, por tanto, proceder a un comentario detallado. La conclusión parece apuntar hacia la defensa de un ateísmo no beligerante.
ResponderEliminarYo soy católico practicante y al mismo tiempo soy una persona de alta capacidad crítica dedicada a la reflexión filosófica y la investigación en educación y bastante implicado en la militancia anarquista. Pues bien, solo pretendo aclarar algunas ideas básicas, porque no es posible hablar de todo lo que plantea Francisco. De hecho, leo esto cuando estoy terminando un artículo en el que expongo que es razonable, incluso racional, afirmar la existencia de Dios. Por cierto incluyo en una cita un post de Roberto en este blog un libro de Collins.
Más allá de las inevitables diferencias, hay características de Dios que son compartidas: a) lo sagrado, vinculado a lo numinoso, al tabú, implicando conversión e iluminación; b) el misterio, lo santo, lo totalmente otro, lo superior (ontológico, axiológico) trascendente. Los cristianos, judíos y musulmanes añadimos otra: Dios es una persona amorosa que establece un diálogo con los seres humanos para llamarles a una vida plena basad en amar e implantar la justicia. En todo caso, por definición no es mucho lo que podemos decir de la esencia de Dios.
Existen argumentos racionales a favor de su existencia: algunos proceden de la experiencia de los seres humanos que se topan con lo numinoso; otros proceden de la propia existencia del universo, cuya fundamentación última parece exigir un Dios. Además, la teoría de la evolución explica (con algunas dificultades, como ya expuso Roberto en este blog, hablando de Dawkins y Paterson) los mecanismos de los cambios, pero una mirada sobre el conjunto del proceso evolutivo hace bastante razonable pensar en algo similar al ajuste fino, principio antrópico o simplemente a la presencia de una finalidad y un creador inteligente.
También la historia de las religiones, la sociología y la antropología avalan el papel globalmente positivo desempeñado por las religiones en la historia de la humanidad. Rappaport o Girard, por citar solo a dos, aportan evidencias valiosas.
Desde el punto de vista moral, es cierto que la existencia de Dios supone una motivación extra para cumplir con los principios morales (que son sin duda universales, pero adaptados al contexto). Es más, como decía Kant, todo el edificio moral se resiente si prescindimos del postulado de la existencia de Dios, como fundamento de la moral y como garante de la existencia del Reino de los fines, o Reino de los cielos, como ámbito en el que se hará justicia y el que el mal será definitivamente reparado.
Por último, el que Dios satisfaga necesidades profundas del ser humano no es un argumento en contra de su existencia. De ser algo, lo sería a favor. No es opio para el pueblo, ni es una ilusión o delirio. Es una apuesta exigente, que implica un compromiso personal riguroso a favor de la justicia, en la que se mantiene viva la esperanza de los seres humanos, sobre todo la de las víctimas. Lógicamente, quienes hemos (me incluyo, claro) logrado (más por fortuna que por nuestros méritos) llevar una vida sustancialmente buena, con las necesidades materiales y personales satisfechas, e incluso podemos hacernos la ilusión de que dejamos una huella en la posteridad podemos prescindir de ese Dios reparador. Pero muchas personas no han gozado de ese privilegio. Copio una bella frase de Stuart Mill, que no era en realidad un creyente: «Son precisamente los que nunca han sido felices los que tienen este deseo (el de perdurar en otra vida después de ésta). Quienes han poseído la felicidad pueden soportar la idea de dejar de existir; pero tiene que ser duro morir para quien jamás ha vivido».
Un último añadido: posiblemente la creciente irreligiosidad sea un ciclo y desde luego solo se da en países ricos occidentales, en especial europeos.
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ResponderEliminarUna aclaración: Afirmar la existencia de Dios es una apuesta racional, razonable y exigente por la que merece la pena optar. No es algo que se imponga necesariamente a partir de los argumentos. Entendido Dios como llamada profética, somos libres para responder o no responder a esa llamada
ResponderEliminarGracias a anónimo-Dios, por comentar el post. :-)
ResponderEliminarGracias a Felix por su reflexión.
ResponderEliminarSin duda hay muchas personas inteligentes que creen en Dios. Es una decisión personal. Como decía en el post, para mí es elegir entre creer que la explicación de los hechos naturales tiene una regularidad y no necesita causas externas y creer que los hechos naturales requieren una causa externa más allá del Universo. Para mí la decisión racional es la primera pero todo puede ser. La ciencia es limitada. Es una apuesta que yo hago. Apuesto por una visión de la Ciencia actual, que podría estar equivocada. Un amigo, psicólogo, me decía que la psicología es una pseudo-ciencia y sugería que, puesto que existen los fantasmas, no es tan difícil imaginar que el espíritu se separa del cuerpo. Puedo imaginar un mundo en el que existan los fantasmas, pero creo que no es este.
En cualquier caso, leeré el artículo en el que estás trabajando con mucha atención.
* Estoy de acuerdo en que es poco lo que podemos decir de Dios. La ciencia tiene sus procedimientos y las experiencias subjetivas de los seres humanos me parecen insuficientes. Es más, si Dios viniera y me dijera “Estoy aquí, existo”, no creería en Él. Pensaría que le ocurre algo a mi cerebro. Creo que para que una experiencia personal se convierta en evidencia, tendría que haber unas señales más claras, susceptibles de ser investigadas por la Ciencia.
En cuanto a Dios como explicación necesaria del Universo ya he dado mi opinión. Creo que la Ciencia actual tiene dificultades. Hay fenómenos que ni siquiera hemos aproximado (por ejemplo, la conciencia). Creo, sin embargo, que esa aparente complejidad (que necesita a Dios como explicación) es inexplicable por nuestra falta de imaginación y conocimiento. Para mí el mérito del modelo de selección natural de Darwin, no es que sea correcto. Podría tener fallas como cualquier modelo teórico. Lo fascinante de la selección natural es que es una primera piedra en el camino de la ciencia para explicar la complejidad del hombre sin necesidad de una teleología. Son distintas apuestas. Ante las dificultades, tú apuestas por Dios; yo apuesto porque todavía nos queda avanzar en el conocimiento. Por otro lado, siempre me surge esa pregunta “infantil”: si el Universo es tan complejo que requiere un Dios, ¿No es Dios tan complejo que requiere otro Dios que le explique?
* No soy de los que piensa que la religión haya sido nociva. Mi educación religiosa fue moderada. Me inculcaron valores que hoy práctico. La religión ha sido un vertebrador de la sociedad y tiene una gran contribución a la historia del Arte, la Ética y el Conocimiento. Pero igual que podemos encontrar aspectos positivos, hay otros negativos como el enfrentamiento de los pueblos por la religión e igualmente, en ocasiones, ha constituido un freno para el avance de la Ética y el Conocimiento. Puede que sin religión los hombres buscaran otra excusa para enfrentarse y que los aspectos neardentales de la moral (p.ej., el rechazo a la homosexualidad) estén más ligados a los tiempos que a la religión en sí. En cualquier caso, concédeme que la Religión, a veces, no ayuda mucho y potencia las supersticiones. Creo que podemos estar de acuerdo porque separas la institución religiosa del sentimiento religioso.
Felix, en relación a la moral, creo que no está claro que pasaría si no hubiera religión. Muchos ateos que han divulgado su ateísmo han sido ejemplos de personas con un alto grado de moralidad (John Stuart Mill, Hume, Bertrand Russell, Thomas Jefferson). Quizás no son una muestra representativa de lo que pueda ocurrir, pero la visión de que los seres humanos, sin religión, se convertirían en ovejas descarriadas me parece una visión degradante y pesimista del ser humano.
ResponderEliminar* Por otro lado, por tus intereses en la filosofía, la educación y tu anarquismo, sé que estarás de acuerdo conmigo en que deberíamos luchar porque la gente alcance la felicidad y la realización en esta vida, antes que en la otra. Mejor que la esperanza en “otra” vida mejor es la esperanza en que el mundo de nuestros hijos sea mejor. Pensar que hay un más allá ayuda a la gente a soportar la opresión pensando que esta era la voluntad de Dios y que el Reino de los Cielos es de los pobres.
La esperanza, en este caso, puede ser un aspecto negativo.
Paco
Me permito recomendar algunas lecturas a los que estén interesados en el tema:
Comte-Sponville, A. (2006). El alma del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios. Barcelona: Paidós.
Dawkins, R. (2007). El espejismo de Dios. Espasa Calpe.
Dennett, D. C. (2007). Romper el hechizo: La religión como un fenómeno natural (Vol. 3031). Katz Editores.
Hitchens, C. (2008). Dios no es bueno. Alegato contra la religión.
Hitchens, C. (Ed.). (2009). Dios no existe: lecturas esenciales para el no creyente. Random House Mondadori.
Paulos, J. A. (2009). Elogio de la irreligión. Tusquets.
Nada que objetar a tus comentarios, Anónimo. El diálogo se puede mantener y se ha mantenido durante siglos, sin que sea fácil ponerse de acuerdo, aunque ciertamente nos entendemos. Eso sí, no se trata de una opción entre Dios y la fe por un lado y la ciencia y la razón por otro, sino de las relaciones entre ambas. Algunos piensan que son excluyentes y se niegan la una a la otra, si bien esto es más frecuente hoy en día entre los ateos que entre los creyentes, pero otros pensamos en que se puede creer en Dios y dar razones solventes, pero no concluyentes, de esa creencia y al mismo tiempo estar muy implicado en la investigación científica. Los grupos de cristianos fundamentalistas que se oponen, por ejemplo, a la teoría de la evolución, son más bien una minoría algo anacrónica y poco sólidas en sus argumentos. De los libros que recomiendas, de todo hay, como en botica. Leer solo he intentado leer el de Dawkins y los otros he leído comentarios y resúmenes de ellos mismos o de gente que los ha leído y los defiende o los ataca. El de Dawkins no pude terminarlo por dos razones: su ignorancia en cuestiones religiosas (bíblicas y teológicas) era profunda, llena de tópicos poco rigurosos; su manera de hablar del Dios cristiano (un psicópata) y de los creyentes (personas que más bien necesitaban tratamiento psicológico) me parecían completamente improcedentes. No olvides el título, "dellusion", que como bien decía Roberto, mejor se traduce por delirio. Lo de opio del pueblo, que tampoco era muy cariñoso, era un epíteto más aceptable.
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