Los estudios disponibles han
subrayado la sustanciosa estabilidad de la inteligencia, medida a través de
instrumentos estandarizados, durante el ciclo vital. Una reciente revisión
publicada por Ian Deary discute esta
cuestión con detalle:
“la mitad de las diferencias individuales en inteligencia son
estables durante la mayor parte del ciclo vital. Esta información es valiosa
porque se puede usar para averiguar en cuánto se puede compensar el declive
cognitivo asociado al envejecimiento
(…)
si dejamos a un lado la inteligencia de un individuo cuando es niño, ¿qué más
contribuye a su inteligencia cuando es viejo? Entender la estabilidad de la
inteligencia es el fundamento para el estudio de cómo cambia durante el ciclo
vital”.
Sin embargo, los estudios en los que
basa la revisión de Deary usan medidas concretas de la capacidad intelectual.
Es decir, no se considera el constructo ‘inteligencia’, sino el rendimiento de
los individuos en un test de inteligencia.
En un
artículo publicado hace algunas semanas, un equipo de investigadores suecos
evalúa a un grupo de 262 varones cuando tienen 18 y 50 años. A partir de esa
edad se les vuelve a evaluar cada 5 años hasta alcanzar los 65. Al comienzo del
estudio se mide la capacidad intelectual y cuando se hace el seguimiento cada
lustro también se mide la memoria operativa (working memory).
La novedad es que esos dos factores
cognitivos se consideran a nivel latente, y, por tanto, la inteligencia se
valora a nivel de constructo, superando la limitación, señalada anteriormente,
de basarse en medidas concretas, en test específicos.
Los resultados indican que la
capacidad intelectual general (g)
explica entre el 74 y el 90% de las diferencias de capacidad 32-47 años después
de la medida original. Además, la relación de g con la memoria operativa osciló entre 0.61 y 0.88, según se
considerasen ambos factores de modo concurrente o predictivo.
Los autores interpretan sus hallazgos
a partir de la estabilidad neural
característica en el periodo central del ciclo vital. Esta estabilidad comienza
a ser menos visible a partir de los 60 años de edad, momento en el que se
degrada, según ellos, la integridad parieto-frontal en el cerebro de los
humanos.
Se comprueba, también, que el factor
general de inteligencia (g) posee la
misma naturaleza en los distintos momentos considerados, es decir, es
invariante en un sentido métrico. La Figura muestra que los valores de relación
entre los factores g calculados en
los distintos periodos del ciclo vital, se sitúan por encima de 0.90 y es
habitual que se acerquen a 1, a una relación perfecta.
Cuando se considera la relación del
factor g medido a los 18 años y a los
65 años con la memoria operativa medida a los 65 años, los valores de
correlación calculados a nivel latente son 0.61 y 0.88, respectivamente.
El resultado esencial de esta
investigación refuerza los estudios previos sobre la estabilidad del factor g durante el ciclo de la vida,
ofreciendo estimaciones aún más elevadas. Y la explicación a esos valores más altos
reside en que los análisis se hacen a nivel latente, se centran en la varianza
relevante eliminando el ruido, el error de medida.
Por tanto, la
investigación previa subestima la verdadera estabilidad de la inteligencia.
Y si así es, entonces la esperanza de Deary se desvanece.
Los autores recurren a una de nuestras
investigaciones para explicar sus resultados. Observamos que existía una
relación perfecta entre el factor g y un factor latente que representaba el
funcionamiento ejecutivo al estudiar pacientes con lesiones cerebrales locales
y crónicas. Subrayamos especialmente la relevancia de una red fronto-parietal y
los autores de este artículo resaltan que el funcionamiento ejecutivo se
encuentra fuertemente relacionado con la memoria operativa. Blanco y en botella.
En suma, la inteligencia, como factor
latente, presentaría una enorme estabilidad mientras el sistema nervioso es
estable. Cuando la máquina comienza a presentar visibles síntomas de deterioro
(alrededor de los 60 años de edad) esa estabilidad se resiente.
Un carácter aleatorio de ese proceso
de deterioro en los distintos individuos permitiría explicar el descenso en los
indicadores de estabilidad. A partir de esa edad, la predicción de que los individuos
más y menos inteligentes de la manada seguirán siéndolo tiempo después, se hace
más imprecisa. Los individuos comienzan a reordenarse de modo aleatorio y ese
cambio reduce la estabilidad calculada.
El caos sustituye progresivamente al
orden, precisamente cuando más nos interesan las regularidades para orientar
las intervenciones dirigidas a prevenir el declive.
El brillante panorama pintado por
Deary al comienzo de este post se
ensombrece en su tramo final.
Roberto, muy buena analogia la que relaciona la inteligencia y el cerebro en el contexto de la estabilidad temporal de la inteligencia: "En suma, la inteligencia, como factor latente, presentaría una enorme estabilidad mientras el sistema nervioso es estable. Cuando la máquina comienza a presentar visibles síntomas de deterioro (alrededor de los 60 años de edad) esa estabilidad se resiente."
ResponderEliminarAunque cuando la lees parece obvio, decirlo es importante.
Muchas gracias, Antonio. A menudo lo obvio no se tiene presente, así que estoy de acuerdo con tu apreciación. Además, encontrar una explicación a lo que parece obvio puede ser importante. Saludos, R
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