Hace algunas semanas nos desayunábamos con
un artículo en la prensa de nuestro país en el que se declaraba que “conceptos
como el factor g ya no obedecen a la evidencia científica”.
Naturalmente, eso es absolutamente
falso.
De hecho, el factor g es uno de los fenómenos más sólidos de
la Psicología científica actual. Tanto que escapa, elegantemente, a la actual ‘crisis
de replicabilidad’ que tantos quebraderos de cabeza está dando en algunos
sectores de la Psicología.
Sin embargo, eso no quiere decir que
los científicos no discutan sobre si, por ejemplo, g es un constructo científico unitario o depende de una serie
independiente de procesos básicos.
Hace casi 25 años se publicó en la
revista ‘Intelligence’ un debate entre
dos pesos pesados en el campo de la investigación de la inteligencia, Arthur Jensen y John Carroll, precisamente sobre esta crucial cuestión. Un debate
que haría las delicias de los expertos en análisis factorial (y que sería
particularmente útil para usar en las clases de Psicometría por la que pasan, a
veces dolorosamente, los futuros psicólogos).
En el artículo
‘target’, Kranzler y Jensen calculan un análisis factorial a partir de casi
40 tareas cognitivas para llegar a una solución de 10 factores ortogonales
(independientes), además del factor general (g). Usando regresión múltiple se buscaba averiguar si alguno de
esos factores predice el rendimiento de los individuos después de haber introducido
en la ecuación el factor g:
“Si es ese el caso, entonces g debe ser el resultado de
procesos separados, ya que los factores son independientes”.
Los resultados mostraron que cuatro
de esos factores contribuían a la predicción, más allá de g. Por tanto, la idea de procesos separados resulta apoyada por los
datos: el poder predictivo sube de .542 a .664:
“En suma, los resultados no apoyan la teoría de que un
proceso unitario subyace a g.
Más
bien, se apoya la teoría de Detterman (1987) según la cual los tests mentales
correlacionan porque cada uno de ellos se apoya en procesos elementales
compartidos (pero independientes)
(…)
el hecho de que las diferencias individuales en procesos conceptualmente
distintos (medidos por las tareas cognitivas elementales) se encuentren
correlacionadas, sugiere la presencia de algún nivel de procesos más
fundamentales, supuestamente neurológicos, compartidos por procesos
conceptualmente distintos”.
Carroll criticó
la aproximación de Kranzler & Jensen basándose en la idea de que el
método que ellos usaron era inadecuado:
“Las puntuaciones factoriales calculadas serán estimaciones,
no puntuaciones puras de g, y, por tanto, no se pueden usar para contrastar la
hipótesis de que g es unitario examinando su capacidad para predecir el
rendimiento en las tareas cognitivas elementales”.
De hecho, Carroll hace cálculos por
su cuenta y concluye que g es
unitario (representaría la velocidad y eficiencia al procesar información
compleja), independientemente de que puedan observarse factores de más bajo
nivel. Los autores del artículo ‘target’ admiten
que los cálculos de Carroll impiden llegar a una conclusión definitiva.
La sofisticación metodológica siempre
ha sido fundamental en la investigación sobre la inteligencia humana. En su
contra-réplica, Carroll escribe:
“Incluso si se asume que g es perfectamente unitario, el
número de factores que contribuyen con valores distintos de cero a la
predicción de estimaciones imperfectas de g, no se relaciona con el número de
factores que se supone presentan valores distintos de cero en la variable que
se desea predecir”.
Ahí queda eso…
Conceptualmente, lo que Carroll
sostiene es que si g no es unitario,
entonces la investigación debería demostrar la existencia de varios factores de
alto nivel asociados a distintas medidas de rendimiento.
Si no se logra esa demostración,
entonces, por defecto, g debe
considerarse unitario.
Este debate es realmente interesante
para los científicos que, en la actualidad, buscan encontrar el sustrato
neurobiológico de las diferencias de rendimiento intelectual. Desgraciadamente,
esos científicos se muestran perezosos al leer (mejor, al estudiar) a los
clásicos. No es algo nuevo, pero intentar avanzar sin apoyarse en los hombros
de quienes nos precedieron al pensar en los problemas que ahora nos preocupan
es una malísima idea.
La pregunta sobre la naturaleza
unitaria de g es muy pertinente para
quienes ahora discuten sobre si existe (o no) alguna propiedad de la estructura
y el funcionamiento del sistema nervioso que pudiera contribuir a explicar las
diferencias de rendimiento intelectual.
Si, por ejemplo, g no fuera unitario, entonces sería difícil encontrar un factor g en niños porque todavía no se habría
tenido la oportunidad de que se materializase la interacción entre procesos
independientes que interactúan y que serían, en realidad, los responsables de
la sensación ilusoria de la correlación en la que se apoya g. No
parece que sea ese el caso.
Pienso que aplicar lo que sabemos de
antes a lo que ahora nos interesa rendiría beneficios y nos ayudaría a avanzar
con pasos más seguros.
¿Seremos lo suficientemente listos
para aprovecharnos de esa ventaja?
Elegantes comentarios. Nice.
ResponderEliminarGracias Antonio. Se hace lo que se puede. Abz
ResponderEliminarExcelente post Roberto ¿tiene algún artículo en el que se profundice esta discusión?
ResponderEliminarSaludos desde Chile.
Gracias por las amables palabras desde Chile. El reciente número monográfico de Psychological Inquiry ofrece mucha información.
ResponderEliminarhttp://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/1047840X.2016.1153946?src=recsys
Saludos, R
Muchísimas gracias por compartir el link. Estaba buscando algo así.
ResponderEliminarSaludos desde Chile