En principio, es posible que la
respuesta sea positiva.
Es absurdo asumir acríticamente que
un instrumento estandarizado de medida de un factor aparentemente tan
complejo como la capacidad intelectual se basta y se sobra para agotar el
fenómeno.
Ahora bien, demostrar cuáles son esas
otras cosas tan relevantes que no lograremos avanzar sin su concurso es harina
de otro costal.
Que no lograremos avanzar en la
comprensión del comportamiento inteligente de los humanos, no de otro tipo de
factores psicológicos.
En las redes sociales pude ver que
algunas personas, en cuyo criterio se puede confiar, daban crédito a la tesis
de Keith E. Stanovich. Según este
autor, las medidas estandarizadas de inteligencia omiten la exploración de
dominios cognitivos críticos. En concreto, no valoran el nivel de racionalidad
de los individuos, es decir, su capacidad para alcanzar objetivos vitales del
modo más eficiente. Las personas cometerían errores de juicio en la toma de
decisiones y los procesos implicados no serían capturados por las puntuaciones
que esas personas logran en un test estandarizado de inteligencia.
Así planteado suena raro. Al menos raro.
Es difícil admitir que una persona
con una capacidad intelectual una desviación típica por encima de la media de
la población, tendrá una probabilidad equivalente de tomar decisiones estúpidas
en su vida que una persona situada una desviación típica por debajo de esa
media.
Pero eso es lo que asegura Stanovich.
Un proceso adaptativo de toma de
decisiones, sostiene, es clave para la racionalidad, pero los problemas de los
tests de inteligencia no exigen tomar decisiones (según él). Sería necesario
crear un Cociente de Racionalidad (RQ) para
cubrir esa enorme laguna. Desgraciadamente, el instrumento necesario para calcularlo se
encuentra actualmente en construcción.
Sin embargo, el equipo de Paul Sackett, de la Universidad de
Minnesota, tuvo la amabilidad de enviarme un informe (que será publicado en
breve) en el que se describe un estudio sobre el problema que ahora nos ocupa:
Does
Rationality Predict Performance in Major Life Domains?
Este es el resumen del informe,
basado en el estudio de casi 900 personas:
“Se ha propuesto que la racionalidad, basada en la investigación
sobre heurísticos y sesgos, es un determinante clave del éxito en dominios
sociales como la salud, el trabajo y las relaciones sociales.
Nuestro
estudio, basado en una medida que valora 14 sesgos (fiabilidad = 0.81),
concluye que la racionalidad no es un predictor en ninguno de esos dominios.
Por
tanto, la racionalidad no contribuye a predecir el éxito en esos dominios, una
vez se tienen en cuenta variables clásicas en el estudio de las diferencias
individuales, tales como la inteligencia o la personalidad.
La
racionalidad no es un factor relevante para predecir la conducta cuando compite
con variables estudiadas durante décadas en Psicología”.
Por tanto, a la racionalidad parece
sucederle algo similar a lo que le ocurre a otros conceptos ‘revolucionarios’
como la inteligencia emocional, la inteligencia práctica o la inteligencia
creativa (por no hablar de las inteligencias múltiples de H. Gardner).
La ciencia es conservadora en un
sentido tan inevitable como deseable, y, por tanto, conviene tener las debidas precauciones ante
la pasión manifestada por algunos científicos al cuestionar lo que ya sabemos.
“Hay que mantener la mente abierta, pero no tan abierta como
para que se nos caiga el cerebro”, decía, sabiamente, Richard Feynman.
Una de las sugerencias más
interesantes del informe de Sackett es que la racionalidad pudiera ser una
habilidad (skill) no una capacidad (ability), y, por tanto, sería
particularmente susceptible al aprendizaje. Si es así, entonces racionalidad y
capacidad intelectual no podrían ubicarse al mismo nivel en nuestra red
nomológica.
Y eso es bastante relevante, aunque
no lo parezca.
En cuanto a lo que le falta a los tests de inteligencia (pensamiento convergente), creo que la carencia obvia es la evaluación del pensamiento creativo (divergente) y del pensamiento crítico. Lo primero porque no tenemos aún manera objetiva de evaluar la creatividad y lo segundo, en parte por la misma razón y en parte porque presumo que es más una actitud o una disposición de personalidad (si bien potencia la eficiencia intelectual para problemas sin solución única).
ResponderEliminarEn cuanto al estudio, me quedo con la sugerencia final de entender esa "racionalidad" más como habilidad que como capacidad. En español, como apenas distinguimos entre ambos constructos, puede resultar aparentemente irrelevante, pero desde luego que no lo es. Gracias, Roberto.
Gracias Juan Carlos.
ResponderEliminarEs un poco penoso que olvidemos con tanta facilidad el esfuerzo de quienes trabajaron sobre estas cosas antes que nosotros, mucho y bien.
J. P Guilford fue un pionero en el estudio de la inteligencia y su modelo incluye la producción divergente, al mismo nivel que la convergente. Los tests desarrollados por Guilford para medir PD son realmente instructivos. Pero se negó a llamarle creatividad, porque es un factor distinto a la inteligencia (distinto, pero no independiente). La PD incluye mecanismos asociados a la inteligencia que sustentarían a (pero no agotarían) los procesos creativos.
En el blog de la AIIDI, M. A. Quiroga discutió la distinción entre capacidad y habilidad. Recomiendo echarle un vistazo: http://aiidi.blogspot.com.es/2014/11/inteligencia-aptitud-capacidad.html
Saludos, R
Ayer oí/vi un episodio de una serie que hacen en la TV3 sobre economía que dirige el profesor Sala Martin. Fue un programa dedicado a la decisión humana. Como no, se trato el tema de las decisiones "racionales/irracionales" de los "human beings". Le hubiese ido bien al autor conocer esta distinción para no decir tantas tonterías. Distinguir "habilidad" de "capacidad" y de - la maldita - "competencia" nos ahorraría muchos problemas.
ResponderEliminarY es el "abc" de la Psicología como ciencia. Cada cosa un término que la defina y no un término para muchas cosas. Si no tenemos buenas definiciones de los fenómenos no podemos avanzar en el conocimiento.
Así es Antonio. El ansia patológica de una novedad estúpida hace daño. Por desgracia, la Psicología es un target demasiado habitual. Es difícil luchar contra esa tendencia, pero, al menos, debe intentarse. Saludos, R
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