domingo, 4 de octubre de 2015

El efecto FORREST GUMP –por Sergio Escorial Martín

El título de este post es un recurso para intentar captar su atención. No tiene relación con lo que hoy quiero compartir con ustedes en este espacio.

¿O tal vez si?

Hace un año y medio comencé a correr. Mi trabajo sedentario y mi afición a las comidas hipercalóricas me habían llevado a un problema preocupante de obesidad.

Al principio fue todo un éxito correr 30 minutos a un ritmo objetivamente lento, pero poco a poco empecé a mejorar mi forma física y a disfrutar de sensaciones placenteras mientras me transportaba a mí mismo por agradables paisajes.

Los efectos positivos del running sobre el estado físico están muy bien documentados y he podido experimentarlos en mis propias carnes (nunca mejor dicho). Por desgracia, y como suele suceder, también existen daños colaterales: mi economía se vio gravemente afectada por la necesidad de renovar mi fondo de armario.

Como principiante en el apasionante mundo de la neurociencia, y ahora en el del running, me pregunté por los efectos que correr podría tener sobre la función cerebral.

Este tema no es nada original.

Ya los romanos se dieron cuenta de esta relación:

Mens sana in corpore sano

Una de las primeras explicaciones científicas del beneficio que tiene la práctica deportiva sobre el funcionamiento del cerebro, tiene que ver con el incremento del flujo sanguíneo en ese órgano: contribuye a que sus células se encuentren más oxigenadas y posean más nutrientes. Sin embargo, aun siendo esto cierto, es solo parte de la historia. Por ejemplo, el ejercicio es un eficaz factor de protección frente a enfermedades neurodegenerativas, e incluso puede contribuir a disminuir el impacto de sus síntomas.

El ejercicio físico ha demostrado ser un método excelente de protección frente a enfermedades neurodegenerativas, y puede ayudar a disminuir el impacto de estas enfermedades. En esencia, el ejercicio físico parece activar una serie de procesos encargados de proteger a las estructuras nerviosas de agresiones internas y externas, lo que se denomina sistemas de neuroprotección fisiológica.

Además, si pensamos en la evolución humana, descubriremos que el cuerpo humano, su fisiología, está preparada para una actividad física mucho más intensa de la que cada vez un mayor porcentaje de la sociedad está realizando en las sociedades modernas. Ese  incremento del sedentarismo en la población de las sociedades desarrolladas, especialmente a partir de la revolución industrial, sería uno de los factores –aunque no el único-, que podría explicar el incremento de las enfermedades neurodegenerativas durante los últimos cincuenta años.

Cuando salimos a correr, además de coordinar el movimiento biomecánico de los músculos implicados en la carrera, nuestro cerebro se encarga de organizar las funciones corporales necesarias para que podamos realizar esa actividad de manera eficiente. Nuestro cuerpo envía señales al cerebro para que ponga en marcha una serie de adaptaciones fisiológicas necesarias para realizar la actividad, haciendo que el cerebro produzca cambios en funciones como el consumo de glucosa, la respiración o la frecuencia cardiaca.

Sin embargo, el ejercicio físico también produce una serie de efectos que no están relacionados con el control de esas funciones asociadas al propio ejercicio, sino con las características funcionales de las propias neuronas. Se ha documentado, por ejemplo, que la práctica deportiva produce un incremento en la síntesis de factores neurotróficos en el cerebro. Y las neurotrofinas son sustancias que producen efectos positivos sobre las neuronas adultas.

¿Cómo incrementa el ejercicio la síntesis de factores neurotróficos en el cerebro?

Investigando otras cuestiones, los científicos encontraron que la práctica intensiva de ejercicio físico estimulaba la liberación en sangre de la famosa “hormona del crecimiento” (GH). Esta hormona, a su vez, hace que nuestro hígado comience a producir masivamente un factor de crecimiento denominado IGF-I, responsable también, entre otras cosas, del crecimiento de los músculos (¡como saben muy bien algunos deportistas tramposos!).

El IGF-I es, además, un factor neutrófico muy eficaz.

Así pues, el ejercicio físico estimula el camino hormonal GH-IGF-I, produciendo efectos protectores sobre el cerebro gracias al IGF-I. De  hecho, se ha observado que si se impide que el IGF-I funcione, se anulan los efectos del ejercicio sobre el cerebro. Por tanto, se ha contrastado que el IGF-I actúa como un mensajero que utiliza nuestro cuerpo para comunicar al cerebro que se está produciendo ejercicio físico. Al llegar al cerebro, el IGF-I estimula la producción de otras sustancias tróficas. Además, incrementa la actividad de las neuronas, mejora la capacidad del cerebro de recibir información del resto del cuerpo (información propioceptiva), estimula el flujo de sangre al cerebro, aumenta el consumo de glucosa por parte de las neuronas, y las protege de alteraciones que puedan producir su malfuncionamiento o incluso su muerte.

Absolutamente fascinante ¿no les parece?

En resumen, ahora que he constatado que correr es una actividad que me resulta satisfactoria -aunque sea haciendo cada vez recorridos más largos y más rápidos—y que, además, tiene efectos positivos sobre mi estado físico y mental, tengo la firme determinación de seguir quemando zapatilla. Les animo a todos ustedes, queridos lectores de este Blog, a hacer lo propio.

Eso sí, les advierto, el running es muy adictivo.

Podemos utilizar la advertencia que Bilbo Bolsón le hizo a Frodo en “El Señor de los Anillos”:

"Es un asunto peligroso, Frodo, salir de tu casa.
Pisas el camino y si no controlas tus pies nunca sabes dónde te pueden llevar".


Con eso de correr pasa algo parecido: empiezas arrastrando lastimosamente tu cuerpo durante 10 ó 15 minutos y, antes de que te des cuenta, estás completando tu primera carrera.

2 comentarios:

  1. Una pregunta que me hicieron algunas personas a raíz de este post: ¿solamente correr posee esa serie de efectos positivos que señalas? ¿O sirve igual otra clase de ejercicio físico? Si es así, ¿podrías organizarlos según su proximidad a los efectos de correr? Muchas gracias, R

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  2. Hola, en primer lugar me disculpo por la demora en la respuesta. Es una muy buena pregunta, los trabajos revisados para elaborar este post se centraban en el atletismo de fondo y en la práctica intensiva (que no intensa) de ejercicio fisico. Haciendo un ejercicio de lógica, supongo que se podrían extrapolar estos mismos beneficios (o muy similares) a toda práctica deportiva que exceda de los 60 minutos de duración por cada sesion, realizada siempre, o mayoritariamente, en umbrales de esfuerzo aeróbico, y un mínimo de tres veces por semanas. Espero que os sirva de ayuda.

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