lunes, 24 de febrero de 2014

El cerebro jerárquico

Recientemente un colega de la UAM (Fernando Peláez) me comentaba las dificultades que se encontraba para encajar las piezas de un complejo rompecabezas. Concretamente, se preguntaba cómo era posible compaginar el concepto de inteligencia general (g) y la concepción modular del cerebro humano.

Me recordó el debate que tenemos los psicólogos sobre la explicación del famoso efecto Flynn, es decir, el incremento generacional de inteligencia. A través de las generaciones se observan cambios de rendimiento en algunos tests de inteligencia, pero no en otros. Es decir, no es un cambio homogéneo, y, por tanto, no parece sensato concluir que la inteligencia mejora en general (g).

Flynn sostiene que, socialmente, se puede promover el desarrollo de algunas capacidades, pero no de otras. Es decir, funcionalmente pueden comportarse de modo prácticamente independiente a través de las generaciones, a pesar de que si analizamos todas las capacidades en un momento determinado observaremos una fuerte correlación entre ellas. Esa correlación sustenta empíricamente el factor g.

Las capacidades del cerebro humano para percibir, actuar, memorizar, hablar, imaginar o razonar pueden haberse desarrollado para responder a problemas concretos durante el proceso evolucionista. Por eso es posible, quizá, identificar regiones más o menos especializadas en nuestro cerebro. Los psicólogos han consumido bastantes recursos en el debate sobre si el cerebro es modular.

Fernando tuvo la amabilidad de enviarme un artículo (editado por Francisco Ayala) de Clark Barrett, del Departamento de Antropología de la UCLA, en el que se ofrece una visión integradora sobre el debate mecanismos especializados vs mecanismos de propósito general. Los primeros se consideran innatos, específicos y aislados, mientras que los segundos se consideran plásticos, generales e interactivos.

Barrett (2012). A hierarchical model of the evolution of human brain specializations. PNAS, 26, 109, 10733-10740.

Clark propone que esa dicotomía puede resolverse a través de una concepción jerárquica: algunas características serán compartidas por varios sistemas cerebrales, mientras que otras serán específicas de determinados procesos. Esa jerarquía sería consistente con una visión de sistemas que evolucionan mediante modificaciones sucesivas. Las nuevas especializaciones incluyen características previas que se reconfiguran y se modifican para responder a las demandas cambiantes del ambiente. Las especializaciones del cerebro pueden responder a este proceso.


El procesamiento específico y general que caracteriza al cerebro humano puede corresponder a mecanismos similares. Discute Clark el interesante problema del aumento de tamaño de nuestro cerebro, sosteniendo que ese incremento puede ir asociado a una mayor especialización para facilitar la flexibilidad. La comunicación entre regiones más distantes puede reducir la eficiencia del sistema, por lo que un aumento de la modularidad podría ser una opción para evitar ese efecto no deseado.

El modelo jerárquico que propone Clark plantea tres retos a las hipótesis sobre la especialización del cerebro durante la evolución. Primero, las características asociadas a los módulos no parecen corresponder a adaptaciones concretas. Segundo, las explicaciones proximales que recurren a interacciones espacio-temporales entre regiones cerebrales no constituyen una alternativa a las explicaciones finales basadas en la selección. Tercero, las características del procesamiento general pueden también ser señas de identidad de los mecanismos más especializados.

En resumen, se propone desterrar la visión que opone modularidad a generalidad. Los sistemas de nuestro cerebro para procesar la información pueden ser más o menos modulares, pero las supuestas características diferenciales de esa modularidad son compatibles con los denominados sistemas de propósito general. Los módulos interactúan para incrementar la flexibilidad de procesamiento de nuestros cerebros.


Aunque Clark no es explícito en este sentido, posiblemente la mayor o menor eficiencia característica de esos procesos interactivos pueda ser explicada por algún mecanismo de propósito general, como g. Esa inteligencia general con la que comenzamos este post, podría ser también discutida en el contexto de ese debate que Clark busca resolver. Pero de esto hablaremos otro día: ¿es la inteligencia general (g) un módulo especializado en resolver problemas abstractos?

2 comentarios:

  1. ¿Y no podría ser que hubiese un cuello de botella en el cerebro humano?. Es decir, un test establece una capacidad en un ámbito determinado, pero el factor g establece la capacidad general. Entendiendolo como un ordenador esto vendría a ser como tener una tarjeta gráfica de última tecnología que al analizarla le damos un valor de 100, pero al incluirla en un conjunto de menor valía, con un procesador de gama baja, una ram insuficiente etc, la tarjeta de máxima potencia no podría dar toda su capacidad al depender de unos "compañeros" de hardware mucho menos avanzados.

    PD: No tengo ni idea de psicología, es simplemente que se me ha ocurrido esto por mi profesión.

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  2. Una idea interesante. Sin embargo, el concepto de g se basa precisamente en la evidencia empírica que muestra que los “compañeros” suelen ser más o menos igual de “avanzados”. El rendimiento en un test correlaciona positivamente con el rendimiento en los demás tests. En tu terminología, un procesador de gama baja suele asociarse a una RAM pobre, una tarjeta gráfica de tecnología obsoleta, etc.

    Saludos, R

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