Recientemente un colega de la UAM (Fernando Peláez) me
comentaba las dificultades que se encontraba para encajar las piezas de un
complejo rompecabezas. Concretamente, se preguntaba cómo era posible compaginar
el concepto de inteligencia general (g)
y la concepción modular del cerebro humano.
Me recordó el debate que tenemos los psicólogos sobre la
explicación del famoso efecto Flynn, es decir, el incremento generacional de
inteligencia. A través de las generaciones se observan cambios de rendimiento
en algunos tests de inteligencia, pero no en otros. Es decir, no es un cambio
homogéneo, y, por tanto, no parece sensato concluir que la inteligencia mejora
en general (g).
Flynn sostiene que, socialmente, se puede promover el
desarrollo de algunas capacidades, pero no de otras. Es decir, funcionalmente
pueden comportarse de modo prácticamente independiente a través de las
generaciones, a pesar de que si analizamos todas las capacidades en un momento
determinado observaremos una fuerte correlación entre ellas. Esa correlación
sustenta empíricamente el factor g.
Las capacidades del cerebro humano para percibir, actuar,
memorizar, hablar, imaginar o razonar pueden haberse desarrollado para
responder a problemas concretos durante el proceso evolucionista. Por eso es
posible, quizá, identificar regiones más o menos especializadas en nuestro
cerebro. Los psicólogos han consumido bastantes recursos en el debate sobre si
el cerebro es modular.
Fernando tuvo la amabilidad de enviarme un artículo (editado
por Francisco Ayala) de Clark Barrett, del Departamento de Antropología de la
UCLA, en el que se ofrece una visión integradora sobre el debate mecanismos
especializados vs mecanismos de propósito general. Los primeros se consideran
innatos, específicos y aislados, mientras que los segundos se consideran
plásticos, generales e interactivos.
Barrett (2012). A hierarchical model of the evolution of
human brain specializations. PNAS, 26, 109, 10733-10740.
Clark propone que esa dicotomía puede resolverse a través de
una concepción jerárquica: algunas características serán compartidas por varios
sistemas cerebrales, mientras que otras serán específicas de determinados
procesos. Esa jerarquía sería consistente con una visión de sistemas que
evolucionan mediante modificaciones sucesivas. Las nuevas especializaciones
incluyen características previas que se reconfiguran y se modifican para
responder a las demandas cambiantes del ambiente. Las especializaciones del
cerebro pueden responder a este proceso.
El procesamiento específico y general que caracteriza al
cerebro humano puede corresponder a mecanismos similares. Discute Clark el
interesante problema del aumento de tamaño de nuestro cerebro, sosteniendo que
ese incremento puede ir asociado a una mayor especialización para facilitar la
flexibilidad. La comunicación entre regiones más distantes puede reducir la
eficiencia del sistema, por lo que un aumento de la modularidad podría ser una
opción para evitar ese efecto no deseado.
El modelo jerárquico que propone Clark plantea tres retos a
las hipótesis sobre la especialización del cerebro durante la evolución.
Primero, las características asociadas a los módulos no parecen corresponder a
adaptaciones concretas. Segundo, las explicaciones proximales que recurren a
interacciones espacio-temporales entre regiones cerebrales no constituyen una
alternativa a las explicaciones finales basadas en la selección. Tercero, las
características del procesamiento general pueden también ser señas de identidad
de los mecanismos más especializados.
En resumen, se propone desterrar la visión que opone
modularidad a generalidad. Los sistemas de nuestro cerebro para procesar la
información pueden ser más o menos modulares, pero las supuestas
características diferenciales de esa modularidad son compatibles con los
denominados sistemas de propósito general. Los módulos interactúan para
incrementar la flexibilidad de procesamiento de nuestros cerebros.
Aunque Clark no es explícito en este sentido, posiblemente la
mayor o menor eficiencia característica de esos procesos interactivos pueda ser
explicada por algún mecanismo de propósito general, como g. Esa inteligencia general con la que comenzamos este post, podría ser también discutida en el
contexto de ese debate que Clark busca resolver. Pero de esto hablaremos otro
día: ¿es la inteligencia general (g)
un módulo especializado en resolver problemas abstractos?
¿Y no podría ser que hubiese un cuello de botella en el cerebro humano?. Es decir, un test establece una capacidad en un ámbito determinado, pero el factor g establece la capacidad general. Entendiendolo como un ordenador esto vendría a ser como tener una tarjeta gráfica de última tecnología que al analizarla le damos un valor de 100, pero al incluirla en un conjunto de menor valía, con un procesador de gama baja, una ram insuficiente etc, la tarjeta de máxima potencia no podría dar toda su capacidad al depender de unos "compañeros" de hardware mucho menos avanzados.
ResponderEliminarPD: No tengo ni idea de psicología, es simplemente que se me ha ocurrido esto por mi profesión.
Una idea interesante. Sin embargo, el concepto de g se basa precisamente en la evidencia empírica que muestra que los “compañeros” suelen ser más o menos igual de “avanzados”. El rendimiento en un test correlaciona positivamente con el rendimiento en los demás tests. En tu terminología, un procesador de gama baja suele asociarse a una RAM pobre, una tarjeta gráfica de tecnología obsoleta, etc.
ResponderEliminarSaludos, R