lunes, 20 de enero de 2014

Comentario a los comentarios de Earl B. Hunt sobre la obra de P. W. Powell (Tree of Hate)

Concuerdo y discrepo. Es natural.

Para este ‘Hispano’ es de agradecer que un ‘Anglo’ de la talla intelectual de E. B. Hunt dedique su valioso tiempo a evaluar los contenidos de la obra de P. W. Powell.

Tuvimos ocasión hace tiempo de revisar tales contenidos en este blog, así que no los repetiré ahora:


Considero que Hunt huye, en su extenso comentario, de la esencia del mensaje de Powell. El erudito Profesor de Psicología reduce el zoom de su cámara para desvirtuar el pormenorizado análisis del profesor de estudios latinoamericanos de la Universidad de California, para convencernos de que no hay nada especialmente sucio en las estrategias difamatorias de los europeos contra los españoles.

Sin embargo, los datos revisados por Powell son contundentes. Los europeos trabajaron duro para desvirtuar al pueblo español, sirviéndose con entusiasmo de una tecnología existente en aquel aciago momento histórico, pero que Hunt decide ignorar (la imprenta).

La imagen grotesca extendida por los publicistas europeos, especialmente de los Países Bajos, Inglaterra, Francia y Alemania, resultó de una intensa propaganda que comenzó en el momento álgido del Imperio Español, con Carlos V y, especialmente, Felipe II. Esa imagen se propagó a los Estados Unidos, y, en contra de lo que piensa Hunt, sigue siendo un referente incluso en personas con un elevadísimo nivel cultural. Un ejemplo es la interesante obra de Charles Murray (Human Accomplishment) en la que se abraza, sin reservas, la visión de una España que no contribuyó, en absoluto, a la cultura de Europa.

Powell desmontó esa visión, pero Murray no se enteró. Resulta escalofriante pensar qué se les ha enseñado en las escuelas a los estudiantes del nuevo imperio, algo que Powell también describe detalladamente.


Pero quizá el problema más endémico para los hispanos es que la negativa propaganda europea también caló en los habitantes de la península ibérica. Como le expresé al propio Hunt en su momento, el Padre Bartolomé de las Casas fue nuestro Michael Moore, contribuyendo a la campaña de difamación contra su propio pueblo usando información desvirtuada o sencillamente falsa.

En su obra, Powell se esfuerza por abrir una puerta cerrada por los estereotipos creados y alimentados por los europeos. Y, a mi juicio, lo hace porque, igual que Hunt, es un “orgulloso y patriota norteamericano”. Piensa Powell que existe un extraordinario paralelismo entre el Imperio español y el imperio estadounidense establecido en la segunda parte del siglo XX.

Ese paralelismo explica por qué la perspectiva general de Hunt no se aplica, sin más, a la obra de Powell. Los numerosos casos que Hunt revisa no poseen la escala necesaria para comprender el caso español. Los pueblos no son imperios.

Por otro lado, opina el psicólogo norteamericano que las imágenes negativas que pretende destruir Powell no pueden ser relevantes porque se ha perdido la continuidad histórica. Recurre a anécdotas personales para justificar esta discontinuidad. Pero los hechos generales son más poderosos que los casos particulares.

Un ejemplo elocuente es que el término ‘inquisición’ evoca en los habitantes de nuestro planeta la imagen de una oscura prisión española (pero no anglo, francesa o alemana) repleta de terroríficos instrumentos de tortura. Ello a pesar de que sabemos, desde hace tiempo, que esa institución actuó con mucha menor virulencia y crueldad en España que en otros países. La especial propaganda contra España, que Hunt rechaza, produjo, de hecho, esta clase de efectos con una clara continuidad.

Concuerdo con Hunt, no obstante, en que a) los pueblos que compiten por recursos se sirven de estereotipos, calculan ‘promedios’ indeseables sobre sus competidores para justificar sus beligerantes acciones y b) las tecnologías actuales mejoran la eficiencia con la que los dirigentes pueden lograr ese objetivo.


Sin embargo, la propaganda no se reduce, como él suscribe, a los últimos cien años de estancia del Homo Sapiens sobre el planeta Tierra. Hizo sus exitosos primeros pinitos en pleno auge del Imperio español. Y las consecuencias no se han desvanecido del imaginario colectivo. Todavía.

2 comentarios:

  1. Una adecuada respuesta. La traduces al inglés y se la envías.
    Lo de la Inquisición, institución evidentemente de control social sin paliativos, clama al cielo. Puestos a quemar brujas sin garantías legales de ningún tipo, quizá convenga mirar al centro y norte de Europa en el siglo XVII. Comparando el comportamiento, por ejemplo de Enrique VIII o de los Valois, con el de nuestros reyes y utilizando criterios de la época, no hay color en cuanto a decencia en el ejercicio del poder. Enfín, es lo que hay y conviene desmontarlo con ocasión y sin ella. Sobre todo porque esa visión negativa sigue pesando en la conciencia colectiva española y paraliza un poco.

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  2. Gracias por el feedback Félix. Nunca es suficiente.

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