lunes, 23 de septiembre de 2013

TDAH, cerebro e inteligencia

Esta semana (27 y 28 de Septiembre) se celebra en Barcelona el Primer Congreso Nacional de Diferencias Individuales y Necesidades Educativas Específicas.


El Comité organizador tuvo la amabilidad de invitarme a una mesa redonda sobre diferencias individuales y dificultades de aprendizaje.

Aunque soy partidario del efecto sorpresa en la audiencia, ésta vez voy a hacer una excepción. El mensaje para los escasos minutos de que dispongo para exponer mi tesis es que las diferencias individuales de capacidad intelectual interactúan de un modo relevante con el TDAH y que ambos se anclan en la biología.

Los datos sobre la presencia de TDAH entre los niños y los adolescentes son difíciles de precisar, pero suele aceptarse la cifra del 6 %. Quizá los tres factores más asociados al TDAH son los problemas de atención, de control motor y la impulsividad.

La capacidad intelectual se considera solo tímidamente como un factor relevante. O simplemente se ignora atendiendo a supuestos tales como que los chavales de alto CI (Cociente Intelectual) no pueden presentar TDAH.

Sin embargo, un extenso meta-análisis publicado en 2004, en el que se consideraron casi 140 estudios, reveló que los chavales con TDAH presentaban una media de nueve puntos de CI por debajo de chavales de control. Nueve puntos son muchos puntos. Mirar hacia otro lado es irresponsable.

Mi presentación se centrará en los datos que revelan que las relaciones de la capacidad intelectual con las diferencias neuro-anatómicas se encuentran alteradas en individuos con TDAH. Además, estudiando gemelos se ha observado que las relaciones entre el TDAH y la capacidad intelectual puede ser esencialmente explicada por factores genéticos. Pudiera, por tanto, existir una ruta compartida desde los genes al cerebro y de aquí a los problemas de atención y de control motor así como a la impulsividad.


La evidencia disponible señala que los individuos con TDAH poseen un cerebelo de menor volumen, un putamen y un caudado de menor tamaño y un menor grosor en la corteza prefrontal. El cerebro juega un papel.

Cuando se analiza la interacción de las diferencias de CI con el TDAH entre los siete y los trece años, considerando el grosor de la corteza, se aprecia que (a) quienes presentan un alto CI tienen también un menor grosor cortical general y (b) aquellos con menor CI maduran tardíamente, según los patrones habituales de grosor cortical a nivel regional.

En cuanto a las conexiones entre las regiones del cerebro, los datos indican que los individuos con TDAH desarrollan más tarde las conexiones de larga distancia (long-range) esenciales para resolver el proceso madurativo. Además, presentan una conectividad disfuncional entre regiones, tanto en estado de reposo (resting state) como al realizar determinadas tareas. Esa desconexión se aprecia especialmente en regiones frontales y parietales, precisamente las regiones en las que se apoyan especialmente las diferencias intelectuales en población sin el trastorno.

Estos resultados llevan a la conclusión de que la neuro-anatomía modera las relaciones entre las variaciones genéticas, la inteligencia y el TDAH. El cerebro sería en endofenotipo que, a mi juicio, deberíamos empeñarnos en escrutar para, cuando menos, avanzar nuestro conocimiento sobre las relaciones del TDAH con la inteligencia.


Quizá una de las conclusiones más importantes sobre las relaciones de la inteligencia y el TDAH es que los efectos de la primera sobre el segundo deberían estudiarse expresamente. Recurrir a la práctica habitual de controlar estadísticamente las diferencias intelectuales que separan a los individuos con TDAH es un error porque así se modifican las diferencias de inteligencia reales transformándolas en la media del grupo.

Tanto tener un alto como un bajo CI es relevante para la consideración clínica del TDAH. Por un lado, un menor CI complicará el tratamiento. Por otro lado, un alto CI puede retrasar peligrosamente el diagnóstico, y, por tanto, el tratamiento.

David Lykken insistía en que cualquier estudio que implicase variables psicológicas debería, además, medir la inteligencia. Sus efectos son tan generales que será improbable que no presente alguna interacción con esas variables psicológicas.


El TDAH no es una excepción.

6 comentarios:

  1. Hola. Qué tratamiento propones en adultos? Farmacológico, pedagógico?

    ResponderEliminar
  2. No es recomendable hacer un diagnóstico ni proponer un tratamiento sin valorar el caso concreto, pero lo más probable es que sea positivo combinar terapia psicológica y medicación.

    ResponderEliminar
  3. Me alegro de que estés por allí!

    Toma nota de lo que diga Leopoldo Carreras en su ponencia sobre "últimas novedades en el abordaje de las altas capacidades intelectuales en las escuelas" y luego me lo cuentas please!!!

    un saludo

    ResponderEliminar
  4. Así haré César, puedes estar tranquilo. No sé si lo que dirá me gustará ;-)

    ResponderEliminar