Juan Pablo Fusi hace un repaso a la historia de
España (Iberia para los griegos e Hispania para los romanos) en alrededor
de 300 páginas. Un reto que, lógicamente, obliga a dejar en el tintero
bastantes sucesos relevantes.
Hay varios ejemplos, pero entre los más llamativos es la nula
presencia del Cid, la ausencia
absoluta de la repercusión de la leyenda
negra sobre nuestro imperio o la puesta en su lugar del Tribunal de la Santa Inquisición. En su
favor hay que decir que Fusi destruye la idea del monasterio de El Escorial como un lugar siniestro.
Para el autor, Castilla es el origen de la nacionalidad
española, aunque “sin Roma no habría habido España (porque) creó una nueva sociedad en la
Península”.
A Roma sigue el periodo de los godos y los árabes: “el islam cambiaría
la historia de la península (…) en el siglo X, España era al-Andalus, un estado
arabizado e islamizado [el califato de Córdoba fue un gran momento de la
historia]; y, en el siglo XIII, un conjunto de cuatro reinos cristianos
(Castilla y León, Navarra, Aragón, Portugal) y un estado musulmán, el reino
nazarí de Granada”.
Fusi subraya, siempre que encuentra una oportunidad, que la
primera España constituyó una pluralidad de reinos. Sin embargo, extraordinariamente
unidos ante los envites de, por ejemplo, los árabes (el caso paradigmático es
la Batalla de las Navas de Tolosa en
1212).
Entonces, ¿de dónde proviene España? Escribe el autor: “el cambio dinástico
en Castilla a favor de los Trastámara y la aparición de Aragón (siglos XII a
XV) como primera potencia mediterránea occidental, fueron las verdaderas claves
de la formación de España como nación: lo demás es retórica”.
Aún así, los Reyes
Católicos no adoptaron el título de reyes de España. Persiguieron el orden
y la estabilidad de la península, hecho que tuvo enormes consecuencias
internacionales (en positivo): “España iba a ejercer desde entonces y hasta la segunda mitad
del siglo XVII la hegemonía militar y política de Europa”.
Pero esa hegemonía se fue deteriorando progresivamente porque
la España imperial nunca fue una potencia económica. Siempre dependió de los banqueros
alemanes o genoveses. Algo que siguió vigente en el siglo XIX: “la industria
aparecía en exceso dependiente del capital y de la tecnología extranjeros y de
la protección arancelaria”.
Un hecho no demasiado conocido es que España apoyó la
sublevación de los americanos contra Inglaterra. A menudo parece que solamente
lo hizo Francia.
Un hito que destaca el autor es la aprobación de la
Constitución en las Cortes de Cádiz (1812) donde se escribe: “el objeto del
Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad
política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”.
Fusi se toma su tiempo para comprender nuestra terrible
guerra civil (“pensando
en España, Orwell le dijo en cierta ocasión a Koestler: ‘la historia se paró en
1936’”), llegando al diagnóstico de que la división del país resultó
fatal: “Azaña
señaló que la discordia interna de la clase media, y, en general, de la
burguesía española, fue el origen último de la guerra”.
Todavía bajo el régimen de la dictadura de Franco, España
comienza a salir de su situación de deterioro en la década de los 60: “estabilización y
liberalización provocaron su despegue económico (…) en 1971 era el cuarto país
del mundo en construcción naval”. El proceso de transición que vino
después fue capaz de generar un consenso en el país: “la democracia española cristalizó en un
régimen estable y plural, y en una de las economías más dinámicas de Europa”.
En octubre de 1982, el PSOE logra una victoria aplastante
sobre el partido de la transición liderado por Adolfo Suárez [breve nota personal: recién llegado a Madrid
para comenzar mis estudios universitarios, tuve la oportunidad de asistir a un
famoso mitin de Guerra y González en la Ciudad Universitaria poco antes de las
elecciones. Memorable].
En 1985 el país entra en la Comunidad Europea y ahí comienza
un periodo de esplendor económico y social. El gobierno no cambia de color (gana
el PP) hasta 1996: “la etapa de Aznar fue el periodo de mayor crecimiento y de
mayor creación de empleo de la historia española”.
Fusi subraya que el gobierno de Zapatero, que sucede al de
Aznar, rompe los consensos básicos vigentes desde la transición, promoviendo el
disenso y la disgregación en un momento crítico de la historia del siglo XXI.
Así concluye el autor su rápido y breve repaso por nuestra
historia:
“España se asomó a la historia europea con los Reyes
Católicos.
Fue un imperio universal y
la gran potencia hegemónica en los siglos XVI y XVII.
Fue, luego, un estado
fallido en el siglo XIX y un país en buena medida trágico en el XX.
La historia de España no
es ni una historia única ni una historia excepcional.
Como la historia de
cualquier otro país, la historia española es muy interesante, cuyo conocimiento
plantea un gran repertorio de cuestiones esenciales”.
Esta historia mínima permite, a mi juicio, extraer una clara
conclusión de cara al futuro: unidos en una situación estable nos va de fábula;
desunidos sufrimos todos.
en primer lugar un saludo, y decirte que sigo el blog con regularidad, sobre todo los temas culturales, mas que los artículos mas técnicos sobre psicología
ResponderEliminarpor otro lado, cada día me resulta mas difícil entender por que alguien, que no sea un rey o un político, se quiera sentir identificado con un estado nación, que al fin y al cabo son resultado de las luchas de poder de los reyes y de los poderosos, no de la voluntad de la gente del pueblo, a los que se les utiliza principalmente para financiar los costes de sus guerras y se les envía a matar y a morir por unos intereses que rara vez les benefician, y si lo hacen es de forma secundaria...
si en algo han destacado los estados es en crear guerra y destrucción, batalla de Navas de Tolosa incluida, ..
a mi se me escapa completamente el por qué imponer "la hegemonía militar y política" es algo positivo, o para quien...
(por cierto, el idealismo de la constitución de 1812 ya ha sido sustituido por algo mucho mas practico, según el articulo 135: "Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta.")
un saludo
ivan
Gracias por el comentario Iván. Estoy bastante de acuerdo con tus observaciones. Por eso soy partidario de adelgazar, y mucho, el Estado. Saludos, R
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