Esta semana (27 y 28 de Septiembre) se celebra en Barcelona
el Primer
Congreso Nacional de Diferencias Individuales y Necesidades Educativas
Específicas.
El Comité organizador tuvo la amabilidad de invitarme a una
mesa redonda sobre diferencias individuales y dificultades de aprendizaje.
Aunque soy partidario del efecto sorpresa en la audiencia,
ésta vez voy a hacer una excepción. El mensaje para los escasos minutos de que
dispongo para exponer mi tesis es que las diferencias individuales de capacidad
intelectual interactúan de un modo relevante con el TDAH y que ambos se anclan en la biología.
Los datos sobre la presencia de TDAH entre los niños y los
adolescentes son difíciles de precisar, pero suele aceptarse la cifra del 6 %.
Quizá los tres factores más asociados al TDAH son los problemas de atención, de
control motor y la impulsividad.
La capacidad intelectual se considera solo tímidamente como
un factor relevante. O simplemente se ignora atendiendo a supuestos tales como
que los chavales de alto CI (Cociente Intelectual) no pueden presentar TDAH.
Sin embargo, un extenso meta-análisis publicado en 2004, en
el que se consideraron casi 140 estudios, reveló que los chavales con TDAH
presentaban una media de nueve puntos de CI por debajo de chavales de control.
Nueve puntos son muchos puntos. Mirar hacia otro lado es irresponsable.
Mi presentación se centrará en los datos que revelan que las
relaciones de la capacidad intelectual con las diferencias neuro-anatómicas se
encuentran alteradas en individuos con TDAH. Además, estudiando gemelos se ha
observado que las relaciones entre el TDAH y la capacidad intelectual puede ser
esencialmente explicada por factores genéticos. Pudiera, por tanto, existir una
ruta compartida desde los genes al cerebro y de aquí a los problemas de
atención y de control motor así como a la impulsividad.
La evidencia disponible señala que los individuos con TDAH
poseen un cerebelo de menor volumen, un putamen y un caudado
de menor tamaño y un menor grosor en la corteza
prefrontal. El cerebro juega un papel.
Cuando se analiza la interacción de las diferencias de CI con
el TDAH entre los siete y los trece años, considerando el grosor de la corteza,
se aprecia que (a) quienes presentan un alto CI tienen también un menor grosor
cortical general y (b) aquellos con menor CI maduran tardíamente, según los
patrones habituales de grosor cortical a nivel regional.
En cuanto a las conexiones entre las regiones del cerebro,
los datos indican que los individuos con TDAH desarrollan más tarde las
conexiones de larga distancia (long-range)
esenciales para resolver el proceso madurativo. Además, presentan una conectividad
disfuncional entre regiones, tanto en estado de reposo (resting state) como al realizar determinadas tareas. Esa
desconexión se aprecia especialmente en regiones frontales y parietales,
precisamente las regiones en las que se apoyan especialmente las diferencias
intelectuales en población sin el trastorno.
Estos resultados llevan a la conclusión de que la
neuro-anatomía modera las relaciones entre las variaciones genéticas, la
inteligencia y el TDAH. El cerebro sería en endofenotipo
que, a mi juicio, deberíamos empeñarnos en escrutar para, cuando menos, avanzar
nuestro conocimiento sobre las relaciones del TDAH con la inteligencia.
Quizá una de las conclusiones más importantes sobre las
relaciones de la inteligencia y el TDAH es que los efectos de la primera sobre
el segundo deberían estudiarse expresamente. Recurrir a la práctica habitual de
controlar estadísticamente las diferencias intelectuales que separan a los
individuos con TDAH es un error porque así se modifican las diferencias de
inteligencia reales transformándolas en la media del grupo.
Tanto tener un alto como un bajo CI es relevante para la
consideración clínica del TDAH. Por un lado, un menor CI complicará el
tratamiento. Por otro lado, un alto CI puede retrasar peligrosamente el
diagnóstico, y, por tanto, el tratamiento.
David Lykken insistía en que cualquier estudio
que implicase variables psicológicas debería, además, medir la inteligencia.
Sus efectos son tan generales que será improbable que no presente alguna
interacción con esas variables psicológicas.
El TDAH no es una excepción.
Hola. Qué tratamiento propones en adultos? Farmacológico, pedagógico?
ResponderEliminarNo es recomendable hacer un diagnóstico ni proponer un tratamiento sin valorar el caso concreto, pero lo más probable es que sea positivo combinar terapia psicológica y medicación.
ResponderEliminarMe alegro de que estés por allí!
ResponderEliminarToma nota de lo que diga Leopoldo Carreras en su ponencia sobre "últimas novedades en el abordaje de las altas capacidades intelectuales en las escuelas" y luego me lo cuentas please!!!
un saludo
Así haré César, puedes estar tranquilo. No sé si lo que dirá me gustará ;-)
ResponderEliminarEXCELENTE ARTICULO!
ResponderEliminarMuchas gracias Diana. Saludos, R
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