martes, 14 de mayo de 2013

Basta


El Estado español, es decir, lo que viene siendo, para el caso que nos interesa ahora, el conjunto de ciudadanos de la península ibérica que paga sus impuestos religiosamente, se han gastado un buen puñado de dinero, contante y sonante, para ofrecer a nuestros chicos una excelente formación, preuniversitaria y universitaria.

Algunos pensaron que era una buena inversión, pero otros comenzamos a coquetear con la posibilidad de que hayamos caído en una especie de inocentada de bastante mal gusto.

Usamos el dinero público, nuestro dinero, para que los chavales puedan formarse a un coste mínimo para sus bolsillos personales (y el de sus progenitores). Éramos de la opinión de que debíamos hacernos cargo, entre todos, de algo que, a medio plazo, debería revertir en el incremento del bienestar social del conjunto de la ciudadanía.

Pero resulta que es cada vez más frecuente la huida, la fuga, de esos chavales en busca de mejores horizontes para su propio desarrollo personal. En otras palabras: como aquí, dentro de nuestras fronteras, no encuentran lo que quieren (dicen que no se les da lo que legítimamente se merecen), entonces se van a otros países, emigran a la búsqueda de una mejor y más confortable coyuntura.

A mi me revuelve las tripas con más intensidad esa situación a medida que pasa el tiempo. Mientras que antes solía pensar que era lógico que eso sucediese, de un tiempo a esta parte propendo a vivirlo como una traición. Y, bajo ese nuevo marco de referencia, me permito pensar en dejar de apoyar las políticas de “estudie usted gratis aquí y luego váyase a trabajar para esos otros países que nada hicieron para sufragar los gastos de la formación de la que ahora se aprovecharán descaradamente”.

Es probable que al leer esto, su reacción sea de sorpresa, cuando no de cabreo. Lo comprendo. Pero piénselo sosegadamente. Reduzca su reacción visceral, permítase filtrar sus sensaciones a través del córtex.

Imagine que usted, no el Estado (esa cosa abstracta que tanto nos cuesta personalizar) invierte tiempo, esfuerzo y dinero en formar a su plantilla de trabajadores. Adquiere incluso una bonita deuda para mejorar su formación. Durante un tiempo, la cosa va bien y todo el mundo está contentísimo. Pero, de repente, por avatares del destino, por los caprichos del mercado, su empresa comienza a renquear y los beneficios ya no son los de antaño.

Esos trabajadores deciden, en asamblea constituyente, dejarle a usted en la estacada y aceptar el contrato de una macro-empresa (por ejemplo, alemana) que les garantiza un ‘sueldo digno’. ¿Cómo viviría usted esa experiencia? ¿Lo comprendería con facilidad? ¿Les daría su bendición sin más?

En lugar de arrimar el hombro e intentar buscar soluciones juntos, usted se queda enfangado en un tormentoso mar de deudas (seguramente, en buena medida, consecuencia de esforzarse por mantener el ‘estado de bienestar’ de sus trabajadores) mientras ellos dan un portazo, cogen un avión y se presentan en Munich, para que una empresa, que no ha invertido ni un solo chavo en su preparación, se beneficie de sus conocimientos y habilidades.

Francamente, a mi no me seduce esa secuencia de sucesos. Menos cuando extendemos este ejemplo a decenas de miles de chavales, con una excelente y costosa formación, que, en lugar de buscar soluciones dentro, se van fuera para que sean otros quienes le reparen la papeleta.

Basta de hacer el ‘pringao’. Los países latinoamericanos, por ejemplo, actúan con mucha mayor sabiduría que nosotros los Spaniards. Financian a sus chicos para que salgan de sus países a completar y mejorar su formación. Pero, invariablemente, esos chicos se ven obligados, contractualmente, a regresar a sus países para ayudar a levantar el pabellón.

Si nosotros no estamos dispuestos a llegar a ese ‘totalitarismo extremo’ (seguro que la propuesta recibiría una calificación similar, en el mejor de los casos), entonces hagamos que quien quiera formarse aquí se rasque el bolsillo y deje de servirse descaradamente de los recursos del Estado que provienen de quienes pagamos impuestos.

¿No es natural que quien hace una inversión quiera algo a cambio?

Lo contrario resulta bastante estúpido.

Y no diré más por ahora.

9 comentarios:

  1. El gran problema Roberto es que en este pais no se ha hecho nada (ni se hace) para luchar contra la idea extendida que lo público es gratis. Yo hace años que discuto con mucha gente sobre la necesidad de incorporar en la matrícula universitaria el precio REAL del curso y la parte que paga el alumno de la misma. Nos escandalizamos con cuatro euros mal contados (en comparación) que se ha llevado Barcenas y no lo hacemos por los miles de millones de euros con los que estamos beneficiando a paises mucho más saneados que el nuestro.

    Aprovecho para comentar, como en otras ocasiones, que no entiendo porque si el sistema universitario español da una formación tan mala (según la mayoría de empresarios y expertos españoles) después países tan exigentes como Alemania los aprecian tanto.

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  2. Completamente de acuerdo Andreu.

    Hace tres años le pregunté al administrador de mi Facultad si podría decirme cuánto cuesta un estudiante por curso. Me contestó que tenia que estudiarlo. Insistí en más de una ocasión, pero sigo esperando su respuesta.

    Nos escandalizamos con lo que los periodistas deciden que debemos escandalizarnos. Ni más, ni menos.

    El sistema universitario español, y nuestros estudiantes, son bastante buenos, pero alguien está empeñado en hacernos creer que no es así.


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  3. Creo que hay que tener cuidado a la hora de generalizar porque una cosa son los "estudiantes universitarios españoles" y otra cosa muy distinta los universitarios que consiguen puestos y trabajo en Alemania, USA, etc.

    En el caso de Alemania, creo que se comentaba que estaban encantados porque consideraban que la formación en ingeniería (como campo específico) es especialmente buena en nuestro país. Interesante desde luego!

    Otra cosa totalmente distinta es el goteo de excepciones (honrosas por supuesto) que supone ese grupo cada vez mayor de alumnos/investigadores fuera de serie que deciden marcharse y no volver.

    Hoy precisamente he leído una noticia sobre Diego Martínez Campos, que el mismo día que conoció que no se le había otorgado la beca Ramón y Cajal, fue nombrado "Mejor físico joven de Europa". Interesante también :)

    un saludo!

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  4. César, de acuerdo en que generalizar carece de sentido. Pero no estoy seguro de que haya que atenuar la asertividad del mensaje principal de este post. Considero que es preciso un revulsivo contundente. Saludos, R

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  5. Roberto, el precio de una primera matrícula es aproximadamente un 15-20% del coste real en función del grado y universidad.

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  6. Muchas gracias Andreu. Se lo haré saber a mi administrador ;-)

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  7. No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tu por tu país (JFK).

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  8. R,

    aunque comparto mucho de lo que dices, y tengo una sensación parecida cuando veo (en mi ciudad adoptiva) a los estudiantes universitarios emborracharse sistemáticamente los jueves por la noche porque se ha establecido como norma no escrita no ir el viernes a clase (aunque esas clases las pagamos todos), también creo que el concepto de "quedarse a arrimar el hombro" es abstracto. Complicado arrimar el hombro en el contexto actual. Y si ves que no hay nada que rascar pues normal que la gente se marche, sobre todo si tiene un perfil de excelencia.

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  9. Si son tan excelentes en su perfil, ¿por qué buscan que otros les resuelvan sus problemas de ubicación? ¿no están perfectamente capacitados para montar aquí un chiringuito?

    Arrimar el hombro no es abstracto.

    Te recomiendo la web 'Vivir sin empleo'. Es un bonito ejemplo bastante concreto de lo que significa arrimar el hombro.

    Saludos, R

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