El Estado español, es decir, lo que
viene siendo, para el caso que nos interesa ahora, el conjunto de ciudadanos de
la península ibérica que paga sus impuestos religiosamente, se han gastado un
buen puñado de dinero, contante y sonante, para ofrecer a nuestros chicos una
excelente formación, preuniversitaria y universitaria.
Algunos pensaron que era una buena
inversión, pero otros comenzamos a coquetear con la posibilidad de que hayamos
caído en una especie de inocentada de bastante mal
gusto.
Usamos el dinero público, nuestro dinero,
para que los chavales puedan formarse a un coste mínimo para sus bolsillos
personales (y el de sus progenitores). Éramos de la opinión de que debíamos
hacernos cargo, entre todos, de algo que, a medio plazo, debería revertir en el
incremento del bienestar social del conjunto de la ciudadanía.
Pero resulta que es cada vez más
frecuente la huida, la fuga, de esos chavales en busca de mejores horizontes
para su propio desarrollo personal. En otras palabras: como aquí, dentro de
nuestras fronteras, no encuentran lo que quieren (dicen que no se les da lo que
legítimamente se merecen), entonces se van a otros países, emigran a la
búsqueda de una mejor y más confortable coyuntura.
A mi me revuelve las tripas con más
intensidad esa situación a medida que pasa el tiempo. Mientras que antes solía
pensar que era lógico que eso sucediese, de un tiempo a esta parte propendo a
vivirlo como una traición. Y, bajo ese nuevo marco de referencia, me permito
pensar en dejar de apoyar las políticas de “estudie usted gratis aquí y luego váyase a trabajar para
esos otros países que nada hicieron para sufragar los gastos de la formación de
la que ahora se aprovecharán descaradamente”.
Es probable que al leer esto, su
reacción sea de sorpresa, cuando no de cabreo. Lo comprendo. Pero piénselo
sosegadamente. Reduzca su reacción visceral, permítase filtrar sus sensaciones a
través del córtex.
Imagine que usted, no el Estado (esa
cosa abstracta que tanto nos cuesta personalizar) invierte tiempo, esfuerzo y
dinero en formar a su plantilla de trabajadores. Adquiere incluso una bonita
deuda para mejorar su formación. Durante un tiempo, la cosa va bien y todo el
mundo está contentísimo. Pero, de repente, por avatares del destino, por los
caprichos del mercado, su empresa comienza a renquear y los beneficios ya no
son los de antaño.
Esos trabajadores deciden, en
asamblea constituyente, dejarle a usted en la estacada y aceptar el contrato de
una macro-empresa (por ejemplo, alemana) que les garantiza un ‘sueldo digno’.
¿Cómo viviría usted esa experiencia? ¿Lo comprendería con facilidad? ¿Les daría
su bendición sin más?
En lugar de arrimar el hombro e
intentar buscar soluciones juntos, usted se queda enfangado en un tormentoso mar
de deudas (seguramente, en buena medida, consecuencia de esforzarse por mantener
el ‘estado de bienestar’ de sus trabajadores) mientras ellos dan un portazo,
cogen un avión y se presentan en Munich, para que una empresa, que no ha
invertido ni un solo chavo en su preparación, se beneficie de sus conocimientos
y habilidades.
Francamente, a mi no me seduce esa
secuencia de sucesos. Menos cuando extendemos este ejemplo a decenas de miles
de chavales, con una excelente y costosa formación, que, en lugar de buscar
soluciones dentro, se van fuera para que sean otros quienes le reparen la
papeleta.
Basta de hacer el ‘pringao’. Los
países latinoamericanos, por ejemplo, actúan con mucha mayor sabiduría que
nosotros los Spaniards. Financian a
sus chicos para que salgan de sus países a completar y
mejorar su formación. Pero, invariablemente, esos chicos se ven obligados,
contractualmente, a regresar a sus países para ayudar a levantar el pabellón.
Si nosotros no estamos dispuestos a
llegar a ese ‘totalitarismo extremo’ (seguro que la propuesta recibiría una
calificación similar, en el mejor de los casos), entonces hagamos que quien
quiera formarse aquí se rasque el bolsillo y deje de servirse descaradamente de
los recursos del Estado que provienen de quienes pagamos impuestos.
¿No es natural que quien hace una
inversión quiera algo a cambio?
Lo contrario resulta bastante
estúpido.
Y no diré más por ahora.
El gran problema Roberto es que en este pais no se ha hecho nada (ni se hace) para luchar contra la idea extendida que lo público es gratis. Yo hace años que discuto con mucha gente sobre la necesidad de incorporar en la matrícula universitaria el precio REAL del curso y la parte que paga el alumno de la misma. Nos escandalizamos con cuatro euros mal contados (en comparación) que se ha llevado Barcenas y no lo hacemos por los miles de millones de euros con los que estamos beneficiando a paises mucho más saneados que el nuestro.
ResponderEliminarAprovecho para comentar, como en otras ocasiones, que no entiendo porque si el sistema universitario español da una formación tan mala (según la mayoría de empresarios y expertos españoles) después países tan exigentes como Alemania los aprecian tanto.
Completamente de acuerdo Andreu.
ResponderEliminarHace tres años le pregunté al administrador de mi Facultad si podría decirme cuánto cuesta un estudiante por curso. Me contestó que tenia que estudiarlo. Insistí en más de una ocasión, pero sigo esperando su respuesta.
Nos escandalizamos con lo que los periodistas deciden que debemos escandalizarnos. Ni más, ni menos.
El sistema universitario español, y nuestros estudiantes, son bastante buenos, pero alguien está empeñado en hacernos creer que no es así.
Creo que hay que tener cuidado a la hora de generalizar porque una cosa son los "estudiantes universitarios españoles" y otra cosa muy distinta los universitarios que consiguen puestos y trabajo en Alemania, USA, etc.
ResponderEliminarEn el caso de Alemania, creo que se comentaba que estaban encantados porque consideraban que la formación en ingeniería (como campo específico) es especialmente buena en nuestro país. Interesante desde luego!
Otra cosa totalmente distinta es el goteo de excepciones (honrosas por supuesto) que supone ese grupo cada vez mayor de alumnos/investigadores fuera de serie que deciden marcharse y no volver.
Hoy precisamente he leído una noticia sobre Diego Martínez Campos, que el mismo día que conoció que no se le había otorgado la beca Ramón y Cajal, fue nombrado "Mejor físico joven de Europa". Interesante también :)
un saludo!
César, de acuerdo en que generalizar carece de sentido. Pero no estoy seguro de que haya que atenuar la asertividad del mensaje principal de este post. Considero que es preciso un revulsivo contundente. Saludos, R
ResponderEliminarRoberto, el precio de una primera matrícula es aproximadamente un 15-20% del coste real en función del grado y universidad.
ResponderEliminarMuchas gracias Andreu. Se lo haré saber a mi administrador ;-)
ResponderEliminarNo preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tu por tu país (JFK).
ResponderEliminarR,
ResponderEliminaraunque comparto mucho de lo que dices, y tengo una sensación parecida cuando veo (en mi ciudad adoptiva) a los estudiantes universitarios emborracharse sistemáticamente los jueves por la noche porque se ha establecido como norma no escrita no ir el viernes a clase (aunque esas clases las pagamos todos), también creo que el concepto de "quedarse a arrimar el hombro" es abstracto. Complicado arrimar el hombro en el contexto actual. Y si ves que no hay nada que rascar pues normal que la gente se marche, sobre todo si tiene un perfil de excelencia.
Si son tan excelentes en su perfil, ¿por qué buscan que otros les resuelvan sus problemas de ubicación? ¿no están perfectamente capacitados para montar aquí un chiringuito?
ResponderEliminarArrimar el hombro no es abstracto.
Te recomiendo la web 'Vivir sin empleo'. Es un bonito ejemplo bastante concreto de lo que significa arrimar el hombro.
Saludos, R