viernes, 22 de marzo de 2013

Fe, Esperanza y Caridad --por Jesús Mª Gallego


¿Qué mejor receta para tiempos turbulentos que afrontar con firmeza la restitución en nuestras existencias cotidianas de las tres virtudes teologales? Nuestro presidente y nuestros ministros lo saben y en el empeño depositan el núcleo de su esfuerzo. Recuperemos las virtudes teologales, arengan en los consejos de ministros, que lo demás vendrá solo.

El presidente Rajoy ha transmutado su política en una cuestión de fe que desemboca en una cuestión de esperanza con el apoyo del factor caridad. Quedó bien claro en el Debate sobre el Estado de la Nación. Su línea argumental no difiere mucho de la siguiente: créanme, estoy  haciendo lo más conveniente para todos, yo cumplo con mi deber, tengan ustedes confianza en un futuro mejor. Y no me vengan con objeciones porque ya les he dicho que cumplo con mi deber y que hago lo más conveniente. ¿Qué es lo que no han entendido, necesitan que se lo repita?

¿Qué se deja el presidente por el camino? Apenas unas minucias. Los compromisos electorales, por ejemplo. Hay dos maneras de incumplir los compromisos electorales; la primera, menos grave, es cuando no se alcanza a hacer aquello que se prometió, cuando digo que voy a hacer una cosa y no la hago. Los argumentos que esgrime el incumplidor suelen invocar circunstancias sobrevenidas, dificultades presupuestarias o falta de tiempo.

El segundo modelo de incumplimiento implica un fraude electoral en toda regla: afirmo que no voy a hacer una cosa y la hago. Prometo no instalar una central nuclear en el Paseo del Prado y dos meses después de ganar las elecciones instalo una central nuclear en el Paseo del Prado.


Nuestro gobierno se mueve como pez en el agua en los dos formatos: en el primero podría inscribirse prácticamente toda su política, pero para el segundo también reserva alguna de sus más brillantes actuaciones. No voy a subir el IVA, ya saben, que hasta he pedido firmas contra la subida.

Pero, ¿qué importancia tiene un compromiso electoral, eso que pomposamente los políticos definen como el contrato que ellos suscriben con su electorado, frente al poderío de la fe en el hombre que nos dirige?

En su dinámica de reforzamiento de las virtudes teologales, el presidente también se desembaraza de otras pesadas compañeras de viaje, como las muy engorrosas evidencias estadísticas. Creíamos en la utilización de indicadores estadísticos para medir el grado de bienestar de los ciudadanos, pero estábamos equivocados. Las cifras de desempleo, el PIB, la renta de las familias o la inversión, se empeñan en evidenciar que la situación es mucho peor que hace un año, pero el presidente dice que no y proclama (y es ahora cuando irrumpe la fe en todo su esplendor) que todo sería mucho peor si no fuera como es. Créanme, argumenta nuestro hombre, no me sean obcecados, no es que en un año hayamos destruido 800.000 puestos de trabajo, al contrario, la realidad es que hemos creado 1.200.000 empleos porque ha calculado la Ministra de Empleo, con la inestimable ayuda aritmética de la Virgen del Rocío, que si no estuviera yo cumpliendo con mi deber se habrían destruido 2.000.000. Millón arriba, millón abajo.


Y además tenemos el factor caridad, que no se nos olvide. Si las reformas laborales recortan salarios y derechos sociales, siempre nos quedará la caridad. Si con las privatizaciones se dejan de cubrir prestaciones que antes se consideraban esenciales, la caridad hará el resto. Una buena inyección de caridad es lo que les hace falta a los comedores de los colegios públicos, a las urgencias de los hospitales, a las familias con dependientes a su cargo. Pasen ustedes por la Corredera de San Pablo, en Madrid, cualquier tarde y comprueben lo bien que funciona la interminable cola de personas perfectamente organizadas para recibir una cena por caridad en el Convento del Refugio.

-Se me acaba de ocurrir, dijo Dolores de Cospedal, ¿no podría ser Cáritas un ministerio?

-¿Y por qué no una vicepresidencia? contestó Soraya Sáenz de Santamaría

-Para empezar, añadió Ruiz-Gallardón, deberíamos nombrar unas docenas de asesores para ver cómo encajamos las tres virtudes teologales en el Boletín Oficial del Estado. Propongo un Estatuto Orgánico de la Fe y un sistema de tasas para regular el uso indiscriminado de la esperanza.

-No sé yo si regular tanto es acorde con nuestro ideario, zanjó Rajoy. Le voy a preguntar al expresidente Aznar, que tiene una fundación para velar por la pureza de nuestra ideología. De momento, se levanta la sesión, que tengo que seguir cumpliendo con mi deber. No se admiten preguntas.

4 comentarios:

  1. Un post absolutamente brillante!!!!

    Enhorabuena

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  2. Ciertamente Jesús escribe muy bien y cuando se combina estilo con contenido el resultado puede ser excelente. Este es un caso y no hay muchos.

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  3. Un interesante escrito que describe la actual realidad.

    Pero lo que creo que deseamos escuchar los ciudadanos es a alguien que diga qué debería hacerse para abandonar la situación en la que nos encontramos.

    A lo que asistimos habitualmente es a patéticas batallitas entre las distintas formaciones políticas, pero es francamente difícil encontrar a alguien que se desmarque y diga, con claridad, qué haría él para salir del atolladero y hacía dónde dirigirse exactamente.

    Porque parece claro que volver a lo de antes es absurdo. Pero ¿hacia dónde vamos? ¿quién piensas que podría ser candidato a adoptar el rol que resulta necesario?

    Criticar es necesario. Criticar constructivamente es esencial, aunque más complejo. Es esto segundo lo que no veo, ni en tu escrito ni en muchos otros que también se despachan a gusto con las maquinaciones del gobierno.

    Saludos, Roberto---

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