¿Qué
mejor receta para tiempos turbulentos que afrontar con firmeza la restitución
en nuestras existencias cotidianas de las tres virtudes teologales? Nuestro
presidente y nuestros ministros lo saben y en el empeño depositan el núcleo de
su esfuerzo. Recuperemos las virtudes teologales, arengan en los consejos de
ministros, que lo demás vendrá solo.
El
presidente Rajoy ha transmutado su
política en una cuestión de fe que desemboca en una cuestión de esperanza con
el apoyo del factor caridad. Quedó bien claro en el Debate sobre el Estado de la Nación. Su línea
argumental no difiere mucho de la siguiente: créanme, estoy
haciendo lo más conveniente para todos, yo cumplo con mi deber, tengan
ustedes confianza en un futuro mejor. Y no me vengan con objeciones porque ya
les he dicho que cumplo con mi deber y que hago lo más conveniente. ¿Qué es lo
que no han entendido, necesitan que se lo repita?
¿Qué
se deja el presidente por el camino? Apenas unas minucias. Los compromisos
electorales, por ejemplo. Hay dos maneras de incumplir los compromisos
electorales; la primera, menos grave, es cuando no se alcanza a hacer aquello
que se prometió, cuando digo que voy a hacer una cosa y no la hago. Los
argumentos que esgrime el incumplidor suelen invocar circunstancias
sobrevenidas, dificultades presupuestarias o falta de tiempo.
El
segundo modelo de incumplimiento implica un fraude electoral en toda regla: afirmo que no voy a hacer una cosa y la hago. Prometo
no instalar una central nuclear en el Paseo del Prado y dos meses después de
ganar las elecciones instalo una central nuclear en el Paseo del Prado.
Nuestro
gobierno se mueve como pez en el agua en los dos formatos: en el primero podría
inscribirse prácticamente toda su política, pero para el segundo también reserva
alguna de sus más brillantes actuaciones. No voy a subir el IVA, ya saben, que
hasta he pedido firmas contra la subida.
Pero,
¿qué importancia tiene un compromiso electoral, eso
que pomposamente los políticos definen como el contrato que ellos suscriben con
su electorado, frente al poderío de la fe en el hombre que nos dirige?
En
su dinámica de reforzamiento de las virtudes teologales, el presidente también
se desembaraza de otras pesadas compañeras de viaje, como las muy engorrosas
evidencias estadísticas. Creíamos en la utilización de indicadores estadísticos
para medir el grado de bienestar de los ciudadanos, pero estábamos equivocados.
Las cifras de desempleo, el PIB, la renta de las familias o la inversión, se
empeñan en evidenciar que la situación es mucho peor que hace un año, pero el
presidente dice que no y proclama (y es ahora cuando irrumpe la fe en todo su
esplendor) que todo sería mucho peor si no fuera como
es. Créanme,
argumenta nuestro hombre, no me sean obcecados, no es que en un año
hayamos destruido 800.000 puestos de trabajo, al contrario, la realidad es que
hemos creado 1.200.000 empleos porque ha calculado la Ministra de Empleo, con
la inestimable ayuda aritmética de la
Virgen del Rocío, que si no estuviera yo cumpliendo con mi
deber se habrían destruido 2.000.000. Millón arriba, millón abajo.
Y
además tenemos el factor caridad, que no se nos olvide. Si las reformas
laborales recortan salarios y derechos sociales, siempre nos quedará la
caridad. Si con las privatizaciones se dejan de cubrir prestaciones que antes
se consideraban esenciales, la caridad hará el resto. Una buena inyección de
caridad es lo que les hace falta a los comedores de los colegios públicos, a
las urgencias de los hospitales, a las familias con dependientes a su cargo. Pasen
ustedes por la Corredera
de San Pablo, en Madrid, cualquier tarde y comprueben lo bien que funciona la interminable
cola de personas perfectamente organizadas para recibir una cena por caridad en
el Convento del Refugio.
-Se me acaba de ocurrir,
dijo Dolores de Cospedal, ¿no podría
ser Cáritas un ministerio?
-¿Y por qué no una
vicepresidencia? contestó Soraya Sáenz
de Santamaría
-Para empezar, añadió Ruiz-Gallardón, deberíamos nombrar unas
docenas de asesores para ver cómo encajamos las tres virtudes teologales en el
Boletín Oficial del Estado. Propongo un Estatuto Orgánico de la Fe y un sistema de tasas para
regular el uso indiscriminado de la esperanza.
-No sé yo si regular tanto
es acorde con nuestro ideario, zanjó Rajoy.
Le voy a preguntar al expresidente Aznar,
que tiene una fundación para velar por la pureza de nuestra ideología. De
momento, se levanta la sesión, que tengo que seguir cumpliendo con mi deber. No
se admiten preguntas.
Genial!!, gran post
ResponderEliminarUn post absolutamente brillante!!!!
ResponderEliminarEnhorabuena
Ciertamente Jesús escribe muy bien y cuando se combina estilo con contenido el resultado puede ser excelente. Este es un caso y no hay muchos.
ResponderEliminarUn interesante escrito que describe la actual realidad.
ResponderEliminarPero lo que creo que deseamos escuchar los ciudadanos es a alguien que diga qué debería hacerse para abandonar la situación en la que nos encontramos.
A lo que asistimos habitualmente es a patéticas batallitas entre las distintas formaciones políticas, pero es francamente difícil encontrar a alguien que se desmarque y diga, con claridad, qué haría él para salir del atolladero y hacía dónde dirigirse exactamente.
Porque parece claro que volver a lo de antes es absurdo. Pero ¿hacia dónde vamos? ¿quién piensas que podría ser candidato a adoptar el rol que resulta necesario?
Criticar es necesario. Criticar constructivamente es esencial, aunque más complejo. Es esto segundo lo que no veo, ni en tu escrito ni en muchos otros que también se despachan a gusto con las maquinaciones del gobierno.
Saludos, Roberto---