Científicos del University College (Londres) han observado que en 125 estudiantes usuarios de Facebook se aprecia más materia gris en determinadas regiones del cerebro como, por ejemplo, la amígdala. También en otras áreas vinculadas a las emociones y las relaciones sociales en general. Concluyen que estas relaciones influyen físicamente en el cerebro. Ser usuario de las redes sociales también.
Las áreas cerebrales activas ante situaciones presenciales que producen placer o malestar, también se activan en situaciones vicarias como las relacionadas con esas redes sociales.
Se ha estudiado cómo influye en la memoria el hecho de disponer de acceso casi ilimitado a extraordinarias dosis de información, mediante, por ejemplo, Google. Esa interacción parece moldear nuestra memoria.
Los expertos hablan demasiado. Algunos dicen que Google influye negativamente sobre nuestra memoria operativa, otros que facilita los procesos de enseñanza y la memoria visual. Se preguntan si Google modifica la estructura de nuestro cerebro.
Mi colega Juan Álvarez-Linera mantiene que así es, que la interacción con la tecnología altera las conexiones neuronales, promoviendo la pérdida de memoria y mejorando los procesos de planificación.
Internet está sustituyendo al viejo hábito de sentarse en el sillón a leer un libro. Gutenberg ha muerto. Viva Google.
Algunos pensamos que este cambio democratiza la cultura, destrona a la aristocracia intelectual cimentada en los libros. Quienes se sienten atacados recurren a la diferencia entre información y conocimiento, atribuyendo el primero a la red y el segundo a los libros.
Se admite que ahora los jóvenes leen más, pero se matiza que lo hacen peor. Se distingue entre aprender activa y pasivamente. Por razones desconocidas asignan a los libros el ingrediente activo.
Se dice que la antigua forma de leer es "buena, experimentada y sabia".
César Antonio Molina se pregunta: "¿Por qué Internet tiene que obligarnos a dejar de leer, a dejar de escribir, a dejar de pensar?"
Se huele el miedo.
Francamente, no comprendo ese rechazo.
Tampoco las gratuitas atribuciones sobre la superficialidad a la que supuestamente nos aboca el uso de la tecnología y el abandono del imperio del libro.
Leer es claramente antinatural. Nuestro cerebro no está preparado. Solamente tras un extraordinario esfuerzo somos capaces de manejarnos con los textos escritos.
¿Por qué no usar medios más naturales para ese fascinante órgano alojado en el cráneo?
Estamos preparados para aprender viendo y escuchando, pero no leyendo.
Mal que les pese a algunos.
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