No teníamos bastante con la grafología y parió la abuela.
Un terapeuta colombiano llamado Jorge Llano defiende ahora que el hecho de ponerle el nombre a un niño de alguno de sus familiares invita a que el retoño reproduzca su vida. Un modo de re-encarnación pero en cutre --efecto ventrílocuo.
El hecho de que mi hijo se llame Roberto obedece a mi narcisismo, según Llano. El proceso suena contradictorio con el efecto 'Rockefeller': resulta que lo hago para que viva cosas que yo no pude vivir, pero ¿no habíamos quedado en que debía clonarme?
Como es usual en estos casos de charlatanería, Llano recurre a casos clínicos recopilados paciente --y selectivamente-- durante su carrera como psicoterapeuta. Por ejemplo, María del Carmen intentaba suicidarse porque creía ser su hermana muerta, con su mismo nombre y apellidos. El proceso terapéutico supone 'matar' a la hermana y hacer que María del Carmen vuelva a nacer.
Para evitar males mayores, lo que sugiere este individuo es que jamás se repitan los nombres en una familia. Esta clase de consejos los lanza desde su escuela de transformación humana.
Esto ya es patético, pero lo que es realmente delirante es que haya explicado estas cosas en un instituto de Barcelona.
El psicoanálisis, dice, revolucionó el siglo XX.
La psicogenealogía revolucionará el siglo en curso.
Las familias repiten nombres, profesiones, ideas y emociones.. También las enfermedades.
¿Le suena de algo a Llano eso de la herencia genética?
Naturalmente esos procesos que recorren las familias son inconscientes, y, por tanto, negarnos a aceptar su tesis conlleva no querer ver la realidad que para él resulta tan clara y evidente. Nos resistimos.
La solución a todos los problemas de la genealogía supone ir a la raíz y liberar al individuo del yugo familiar, una institución profundamente enfermiza.
El individuo debe bucear en su pasado para liberarse de sus trastornos.
Nuestros problemas mentales provienen de ese pequeño, pero amenazante, sistema social.
La psicogenealogía, fundada en los 80 por Alejandro Jodorowsky, ahonda en el inconsciente familiar apartando las ramas del árbol genealógico y dejándonos ver lo que se encuentra oculto.
La Psicología se encuentra lastrada por esta clase de patrañas pseudocientíficas. Sus defensores nos acusan a los científicos de que no deseamos mirar en esa dirección, que nos asusta perder la sensación de control que nos aportan nuestros laboratorios. Pero eso es falso.
Uno de los científicos más prestigiosos del siglo XX --Hans J Eysenck-- investigó, por ejemplo, los denominados fenómenos paranormales. El resultado de su dilatada pesquisa se puede encontrar en la obra "Explicando lo inexplicable. Misterios de lo paranormal" (H J Esyenck & C Sargent, 1993, Debate).
Escriben estos autores: "no hay razón alguna para pensar que los años venideros no nos mostrarán un panorama cada vez mas amplio".
La curiosidad de los científicos es extraordinaria, pero existen unas reglas que no pueden saltarse a la ligera. Esas reglas se conocen genéricamente como 'método científico'.
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