martes, 13 de diciembre de 2011

Sexo y delito


El sexo se usa instrumentalmente para varias cosas. También como un medio para cometer actos delictivos.

Recientemente se detuvo en Granada a una mujer de algo más de treinta años que se acostaba con hombres, usando la casa de estos como nido de amor, para recabar detalles sobre sus vidas y sus posesiones.

Así vista la historia es televisiva.

Uno se imagina a una sobrecogedora fémina de extraordinario glamur sentaba al fondo de la barra de un elegante bar de copas. Revuelve el hielo de su burbon con una uña recién pintada y juega con su iphone en espera de una nueva víctima que se acercará espontáneamente atraída por su magnetismo.

El hombre de esa noche ha dejado aparcado su BMW a la puerta del local. Coquetean durante más de una hora y acuerda una cifra. Él paga la cuenta y salen del bar para subirse en el vehículo y alcanzar su dúplex en el corazón del Albaicín.

Hacen el amor en la escalera que sube a las habitaciones y caen exhaustos después de la preceptiva ducha.

Desayunan por la mañana y hablan de lo divino y lo humano mientras ella va registrando en su memoria los detalles necesarios para dar el golpe en el momento oportuno ayudada por sus proxenetas.

Pero no se hagan ilusiones, la historia verdadera es más mundana.

La mujer actuaba en colaboración con un sobrino que, para más inri, era menor de edad, y carecía de cualquier sofisticación.

Los hombres a los que robó vivían solos y, en anteriores ocasiones, habían solicitado sus favores sexuales telefónicamente.

Por tanto, ella se limitó a aprovechar una oportunidad que se puso a su alcance.

Generalmente robaba objetos --televisores, cadenas musicales, ipods, tarjetas de crédito, etc.-- que vendía en los mercados de segunda mano, por lo que casi todo se ha podido recuperar, según los informes de la Guardia Civil.

El delito, en general, carece de sofisticación. Es algo que tendemos a minimizar porque nos atraen las historias que venden y que, por tanto, deseamos comprar.

El delincuente es bastante común. Comete delitos para obtener algo relativamente inmediato y del modo más simple posible, lo que resulta consistente con el hecho conocido de sus limitaciones mentales.

El delincuente busca un refuerzo inmediato, lo que resulta altamente incompatible con cualquier clase de sofisticación.

Por eso la mayor parte de esos delitos son resueltos satisfactoriamente por las autoridades.

Los medios de comunicación cuentan muchas historias y buscan titulares llamativos, pero la realidad que hay detrás suele ser bastante pedestre.

Los delincuentes son personas a quienes vendría muy bien la ayuda de sus conciudadanos. Pero no una ayuda consistente en meterles en chirona para que aprendan por el castigo, sino ofreciendo vías concretas para que puedan llevar una vida prosocial.

Disponer de un trabajo digno ayudaría, pero, siendo realistas, tampoco eso logrará eliminar la esperable bolsa de delincuentes en cualquier colectivo social que se base en los hábitos de vida actuales.

Quizá si lográsemos cambiar esos hábitos conseguiríamos su desaparición, pero no será posible mientras tanto. Además, recuérdese que la ingeniería social tiene sus límites.

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