martes, 6 de diciembre de 2011

Tiberio Claudio Druso Nerón César Augusto Germánico Británico

Veinte años después he vuelto a leer las más de 1.100 páginas de la historia narrada por Robert Graves, pero puesta en la pluma de Claudio, el emperador romano que sucedió a Calígula.

La obra está repleta de genialidades y de lecciones de historia que un post no puede sintetizar de ninguna manera. Ni puede, ni debe. A lo más que puede aspirar es a despertar la curiosidad. Con eso basta.

La obra comienza con la monarquía de Augusto --y su esposa Livia ("una gobernante excepcionalmente capaz  y justa")--, continúa con el emperador Tiberio --el hijo de Livia y quien ostentaba el poder cuando Jesucristo fue crucificado en Palestina--, sigue con el demente de Calígula y finaliza con la muerte de un Claudio profundamente decepcionado de sus conciudadanos ("trabajo inútil, como todos los que había realizado en los primeros años de mi monarquía, regalos para un senado y un pueblo que no lo merecían").

Claudio fue un individuo extraordinariamente culto, a pesar de que durante la mayor parte de su vida se le consideró un tonto, debido a su aspecto, sus tics, su cojera, su carácter enfermizo y su tartamudez. Gracias a ese diagnóstico compartido --salvo por Calpurnia, Herodes Agripa y un escaso puñado de romanos-- salvó su vida en un ambiente de asesinatos y envenenamientos.

Fue un republicano convencido que se vio obligado a convertirse, contra su voluntad, en emperador. El retrato que hace del senado romano es de un colectivo egoísta, servil para con el poder y voluble.

Hay varios sucesos, comentarios, hechos, etc. que, para mí, son dignos de mención:

-. El asesinato de su hermano Germánico ("Germánico estaba totalmente inclinado a la virtud y, a pesar de lo perverso de la época en que había nacido, no habría podido comportarse de manera distinta") a manos del hijo de éste, y, por tanto, su sobrino, Calígula. Caído Germánico, el ascenso de Tiberio fue casi un camino de rosas.

-. La obsesión de Augusto por la escasez de nacimientos en las mejores familias romanas. Estaba convencido de que su esfuerzo de robustecer el imperio caería en saco roto al carecer de 'cabezas'.

-. El reconocimiento, por parte del propio Claudio, de las ventajas de la monarquía y de la sinvergonzonería del Senado ("cada vez se me hacía más difícil sostener mis convicciones republicanas").

-. La aceptación de que Tiberio fue un gobernante capaz, a pesar de su depravada conducta personal --Calígula fue un aficionado a su lado.

-. El capítulo 25 del primer volumen narra la cena íntima de Claudio con su anciana abuela Livia. Este momento culminante no tiene desperdicio.

-. Su adoración por Calpurnia ("una prostituta e hija de prostituta, más inteligente, leal, bondadosa y recta que cualquiera de las cuatro nobles con las que me he casado (...) su corazón era más limpio, con mucho, matronas romanas, que el de todas vosotras").

-. El carácter y las acciones de Mesalina ("cuando un cincuentón no muy inteligente y no muy atrayente se enamora de una muy atrayente y muy inteligente muchacha de quince años, por lo general tiene muy malas perspectivas").

-. La detallada historia sobre Herodes Agripa (quien creyó ser el Mesías esperado por el pueblo judío) en el segundo volumen.

-. La tipología creada por el propio Claudio ("la mayoría de los hombres no son ni virtuosos ni pillastres, ni buenos ni malos. Son un poco de una cosa y un poco de otra, y, durante mucho tiempo, nada: innobles mediocridades. Pero unos pocos hombres permanecen siempre fieles a un solo carácter extremo. Estos son los hombres que dejan la señal más enérgica sobre la historia, y los dividiré en cuatro clases: granujas de corazón de piedra, virtuosos de corazón igualmente pétreo, virtuosos de corazón de oro y pillastres de corazón de oro").

-. Las abundantes historias sobre los especuladores de la época ("el rumor fue difundido por los banqueros como una treta para crear una repentina demanda de dinero").

-. El consejo de Herodes ("no confíes jamás en nadie").

-. Su retrato de los pueblos conquistados ("los germanos responden a la brutalidad, los españoles a la cortesía, los franceses a la riqueza, los griegos a las artes, los judíos a la integridad moral y los africanos a un porte sereno y autoritario").

-. Su diagnóstico de que "el pueblo tiene el corazón en el estómago (...) las muchedumbres pueden ser a veces muy ingeniosas y crueles, así como muy estúpidas y cobardes".

-. Su campaña en Bretaña ("el emperador nos lo facilitó demasiado; es un hombre maravillosamente listo; uno de esos estrategas; pero estrategia no es combatir").

-. Su rechazo al falso estoico, de origen español, Séneca.

-. Su insistencia en recuperar la libertad de palabra en Roma.

-. Su valoración del capital humano ("las riquezas de un país no residen solo en los cereales, los metales y el ganado; lo que más necesita el imperio son hombres"). Aquí concuerda con su abuelo Augusto.

-. El reconocimiento del valor ("Caractato ha demostrado ser un enemigo valiente. No ha torturado ni ejecutado enemigos, ni envenenado pozos. Si lo pones en libertad me enorgulleceré de estrecharle la mano y ofrecerle mi amistad").

-. Una de sus frases favoritas ("la rodilla está más cerca que el tobillo").


Un magnífico complemento de la lectura de estos dos volúmenes es la que algunos consideran mejor serie televisiva de todos los tiempos: "Yo, Claudio", dirigida por Herbert Wise y protagonizada por miembros de la Royal Shakespeare Company.

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