miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tabaco (Parte 4): Personalidad y estrés como factores de riesgo

Una vez superado el paréntesis vacacional, recuperamos este espacio de intercambio constructivo de ideas.

Y lo haremos mediante la serie de post sobre el tabaco que comenzamos hace tiempo.

Resulta especialmente pertinente ahora que la ministra de sanidad orienta su celo hacia otros horizontes.

Veamos cuáles puede ser la relevancia de los factores psicológicos en la salud y cómo se pueden confundir sus efectos de modo dramático.

La persona con propensión al cáncer se ha descrito como apaciguadora, no asertiva, extremadamente cooperativa y paciente, buscadora de armonía, evitadora de conflictos, dócil y defensiva. Las dos características señaladas con más frecuencia son: (a) supresión de las manifestaciones emocionales y negación de las reacciones emocionales fuertes, y, (b) imposibilidad de hacer frente adecuadamente al estrés y a la reacción de abandono, asociada con sentimientos de desesperación y desamparo. Este tipo se ha denominado a veces "tipo C" para distinguirlo del tipo A predispuesto a la cardiopatía, y al tipo B, sano.

En un famoso informe de Grossarth-Maticek, Eysenck y Vetter se describen tres estudios sobre las relaciones entre una serie de factores de riesgo con el cáncer y el infarto.

El primer estudio se realizó en una pequeña población rural de Yugoslavia, donde se consideró uno de cada dos hogares, y se utilizó como sujeto de examen a la persona de mayor edad. Los otros dos estudios se realizaron en Heidelberg, y se usó una muestra normal (al azar, pero con ciertas limitaciones de sexo y edad), y una muestra de personas sometidas a estrés que, en su mayoría, eran amigos y parientes de los miembros de la muestra normal.

Los componentes de estas muestras fueron entrevistados y se les administró un cuestionario de personalidad y estrés; los participantes también informaron de sus hábitos de consumo de tabaco y de bebidas alcohólicas. Se midió la tensión sanguínea y el colesterol de la sangre para obtener información médica sobre estos posibles factores de riesgo. La mortalidad se evaluó 10 años más tarde.

Se consideró que el tipo 1 estaba predispuesto al cáncer, y tenía las características ya expuestas. El tipo 2 estaba predispuesto a la cardiopatía isquémica, y ponía de manifiesto un conjunto de rasgos muy diferente al del tipo propenso al cáncer.

El tipo 1 se caracteriza por la infraestimulación. Estos individuos no se distancian del objeto y permanecen en un estado de dependencia. No conseguir la proximidad al objeto provoca estrés.

Las personas del tipo 2, predispuestos a la cardiopatía, se sobre-excitan facilmente. Permanecen en contacto con personas y situaciones valoradas negativamente desde el punto de vista emocional, y no se distancian ni se liberan de la dependencia con respecto al objeto perturbador, reaccionando con ira (manifiesta o reprimida) y agresividad.

El tipo 3 se caracteriza por la ambivalencia, con una tendencia a pasar desde la reacción típica del tipo 1 hasta la reacción típica del tipo 2. Esta persona parece relativamente a salvo, tanto del cáncer como de la cardiopatía.

El tipo 4 se caracteriza por la autonomía personal.

Los datos recogidos en esos tres estudios indican que el cáncer y la cardiopatía son enfermedades de personas mayores.

En la muestra normal de Heidelberg, prácticamente 9 de cada 10 personas continuaban con vida al final del seguimiento de 10 años. En la muestra de Heidelberg sometida a estrés seguía con vida 5 de cada 10. Esta diferencia indica la importancia del estrés como causa de fallecimiento.

Para corroborar este resultado, se programó un nuevo seguimiento de 4 años y medio, efectuado por un grupo independiente de expertos internacionales, que supervisaron la ampliación de los dos estudios de Heidelberg.

Se encontró que todos los pacientes con extensas metástasis que se recuperaron sin intervenciones quirúrgicas ni quimioterapia, tenían personalidades parecidas a las del tipo 4.

Entre los no fumadores existen muy pocos fallecimientos por cáncer de pulmón, pero de los 13 que se produjeron, 10 aparecieron en personas del tipo 1. Entre los fumadores hubo 74 fallecimientos, de los cuales sólo 6 se produjeron en personas que no fueran del tipo 1. Por tanto, con independencia del tabaco, las personas del tipo 1 se encuentran predispuestas al cáncer, en comparación con los individuos de los demás tipos.

El único grupo que muestra una elevada proporción de fallecimientos por cáncer de pulmón es el de los fumadores del tipo 1; los fumadores no pertenecientes al tipo 1, y los no fumadores del tipo 1, o de los demás tipos, manifiestan porcentajes desdeñables de fallecimientos por cáncer.

Conviene subrayar que fumar representa un peligro para la salud, por lo que respecta al cáncer de pulmón, principalmente para los individuos del tipo 1.

Una conclusión general es que la variable orgánica tiene distinta relevancia para la mortalidad según el tipo psicosocial. Los tipos psicosociales son relevantes no sólo para la mortalidad, sino también con respecto a los factores de riesgo de carácter orgánico.

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