Un estudio recientemente publicado en la revista ‘Science’ revela que los tibetanos han cambiado su genotipo para sobrevivir a las extremas condiciones en las que viven desde, año más, año menos, el pleistoceno.
Genetic Evidence for High-Altitude Adaptation in Tibet . Tatum S. Simonson, et al. Science, 329, 72 (2010); DOI: 10.1126/science.1189406
En la investigación que ahora comentamos se trató de identificar los genes cuyos cambios, o mutaciones, permitieron que esa población humana pudiese mantener un metabolismo normal a esas alturas.
Se compararon los genes (concretamente los haplotipos) de los tibetanos y de otros grupos de asiáticos residentes en zonas más próximas al mar.
Los genes EGLN1 y PPARA resultaron los más robustos ante las comparaciones de los tibetanos con el resto. Además, las variaciones en esos genes se relacionaron con las concentraciones de hemoglobina.
Gracias a esta especial configuración genética, dicen los investigadores, mientras el resto de los mortales nos ponemos malísimos a determinada altura, los tibetanos hacen su vida como si tal cosa. Han cambiado sus genes para adaptarse a esas condiciones extremas.
Por tanto, este estudio comprueba algo que se sabía: nuestra configuración genética actual, es, en realidad, fruto de las presiones ambientales a las que nos hemos enfrentado en el transcurso de nuestra historia. Si ha cambiado hasta ahora, puede volver a hacerlo después.
Y si puede cambiar, bien pudiera suceder que aprendamos a hacerlo por nuestra cuenta sin esperar, con los brazos cruzados, a que la madre naturaleza decida que ha llegado el momento.
Eso si, con nuestra capacidad ‘anti-Midas’ es posible que toquemos la tecla en el momento y lugar equivocado, destrozando lo que venía siendo una bonita sinfonía…
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