El ‘Brain Development Cooperative Group’ acaba de publicar un estudio con una muestra, representativa de la población, compuesta por 285 participantes de entre 4 y 18 años de edad (es, por tanto, un estudio ‘transversal’, no longitudinal).
Mediante resonancia magnética obtuvieron los volúmenes totales y regionales del cerebro de los chavales, y pusieron en relación sus diferencias en estos volúmenes con variables como la capacidad intelectual (CI), el nivel educativo y de ingresos de los padres, la edad o el sexo.
Tres son los principales resultados. Primero, el nivel educativo de los padres se relaciona con la CI de los chavales, independientemente de su volumen cerebral total o regional.
Segundo, las relaciones observadas de la material gris y blanca del lóbulo temporal, así como de la materia blanca del lóbulo frontal, con la capacidad intelectual, se debe a los tests de carácter no-verbal usados para medir esa CI (las correlaciones oscilan entre 0.20 y 0.27 sobre un máximo de 1). Los volúmenes de otras regiones cerebrales no se relacionan con la CI.
Tercero, la circunferencia de la cabeza es un índice insuficiente del volumen cerebral en chavales en proceso de desarrollo (la correlación promedio observada entre esa circunferencia y el volumen cerebral interno es de 0.60, pero varía según la edad, pasando de 0.80 en los más jóvenes a 0.26 en los mayores –la figura muestra las curvas para el volumen de la cavidad intracraneal, el volumen cerebral total y la circunferencia de la cabeza).
Esta investigación es interesante, pero padece, al menos, un problema grave. La relación entre el nivel educativo de los padres y la CI de los chavales puede ser debida al parentesco genético que produce que padres e hijos se parezcan más en su CI que dos personas tomadas al azar de la población. Por tanto, esa relación indicaría que padres más inteligentes poseen mayor nivel educativo y, por tanto, tienen hijos más inteligentes porque ellos son más inteligentes, no porque poseen mayor nivel educativo.
Por otro lado, el análisis de una muestra representativa de la población permite poner en entredicho la relevancia de las regiones frontales y parietales para comprender las diferencias de CI. Esa relevancia proviene del análisis previo de muestras que no representan a la población. Según este nuevo estudio, el frontal es relevante, pero en lugar del parietal debería subrayarse el temporal. Los lóbulos frontales y temporales se desarrollan más tardíamente que otras regiones del cerebro, son importantes para procesos cognitivos complejos (como el lenguaje o las funciones ejecutivas), y, al igual que en el caso de la CI, los genes aumentan su influencia sobre estas regiones con la edad.
Se puede ser escéptico con respecto a la conclusión de que la materia gris del frontal no contribuye a las diferencias de CI. Además, es cierto que los modelos más integradores actuales subrayan los lóbulos frontal y parietal, pero consideran también otras regiones de los lóbulos temporales y occipitales, además de determinadas estructuras subcorticales.
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