miércoles, 23 de septiembre de 2009

Surrealismo en la educación

Una vez más nos desayunamos con la noticia de que los chavales fracasan en el colegio por culpa de los padres (Diario El País, 22 de septiembre de 2009). Si no ingresaron en la universidad, sus hijos tampoco lo harán: siete de cada diez chavales de padres universitarios nacidos en la década de los 70, también han estudiado una carrera, pero solo han llegado hasta ese ‘paradisiaco’ lugar dos de cada diez padres no universitarios.

El director del estudio, patrocinado por Caixa Catalunya, que está detrás de esta noticia, declara que el colegio es bastante menos relevante que los padres para explicar por qué se produce este reprobable fenómeno sociológico.

El informe está repleto de una interesantísima información. Entre otras cosas se observa una clara división norte-sur: Extremadura, Castilla-La Mancha, Valencia, Murcia, Andalucía y Canarias se sitúan por detrás de las comunidades ubicadas, geográficamente, al norte de la capital.

El colega que me hizo llegar esta noticia, señalaba, sabiamente, que esta clase de estudios no permiten averiguar nada relevante sobre la pregunta de por qué algunos chavales no superan los escollos educativos, mientras que otros recuerdan a Usain Bolt en las Olimpiadas de Pekín.

¿Existe la posibilidad de que los chavales que van a la universidad y sus padres, universitarios, sean distintos a los que no lo hacen, en algún factor clave que se escapa a ese estudio?

Estudiar, como me recordaba otro colega, es duro. Requiere perseverancia, esfuerzo, tesón y una gama de actitudes positivas hacia un proceso largo, y a menudo tedioso, en el que se exige adquirir conocimientos altamente abstractos, o, lo que es lo mismo, alejados de realidad cotidiana. Pero estudiar exige, por encima de todo lo demás, razonar, resolver problemas y aprender a partir de un material que es sustancialmente distinto al mundo visual, de, por ejemplo, OT o Fama, un mundo que se puede devorar relajadamente repantigado en el sofá.

Oh sorpresa, precisamente la aptitud para razonar, resolver problemas y aprender se corresponde, punto por punto, con lo que los psicólogos concebimos como capacidad intelectual o CI.

La noticia que se está comentando va encabezada por el siguiente titular: “el saber se hereda”. Pero no, señor redactor, lo que se hereda es la capacidad intelectual o CI, es decir, la capacidad de hacerse con ese saber. Los chavales de los padres universitarios van a la universidad porque son más inteligentes que quienes no lo hacen. Y lo son por los genes que comparten, ni más, ni menos (con las interesantes excepciones que merece la pena considerar sosegadamente).

Sin embargo, la avalancha universitaria de los últimos años está produciendo un curioso fenómeno alimentado por un surrealismo educativo, o, siendo más generosos, promovido por un romanticismo educativo carente de contacto con la realidad. El pensamiento abstracto se está mandando al retrete porque se hace necesario ilustrar el conocimiento universitario como si fuera un programa televisivo de entretenimiento –está próximo el día en el que el profesor hará sonar una canción de Beyoncé como preludio a su entrada en el aula para capturar la atención de sus alumnos.

El docente se ve obligado a simplificar porque los chavales no son proclives a abstraer. ¿Por qué? Porque falta fuerza bruta. El nivel de pensamiento abstracto necesario para superar una carrera universitaria es realmente elevado, pero sobre el papel. En la realidad –especialmente ahora, gracias a Bolonia—basta hacer unos cuantos trabajos que serán supervisados, mediante algo llamado evaluación continua, por un profesor que morirá de asfixia aplastado por toneladas de papel. ¿Quién ha sido capaz de pensar en algo así? ¿Cuál es la mente perversa que ha diseñado un sistema surrealista? ¿Por qué lo han aceptado los docentes? ¿Habrá alguna clase de complicidad?

Estaría bien que el director del estudio promovido por Caixa Catalunya hubiera considerado la posibilidad de valorar la capacidad intelectual de los padres e hijos participantes. De haberlo hecho, este sería el resultado: una vez se descuenta la semejanza intelectual entre padres e hijos (algo que se puede valorar fácilmente con un test de inteligencia de 10 minutos de duración) el nivel de estudios de los primeros es irrelevante para comprender por qué algunos jóvenes alcanzan un mayor nivel educativo que otros. Por cierto, ¿adivinan en qué regiones geográficas de la península ibérica es menor el CI?

Sé que esta clase de argumento no es del gusto de algunas personas preocupadas, honestamente, por la educación. Pero yo también estoy preocupado, y, personalmente, prefiero conocer la verdad para encontrar remedios que puedan funcionar, antes que revolcarme en la ignorancia, a conciencia, para ahorrarme el acoso de los medios de comunicación y demás familia. Es esta la familia que es relevante y no la de los chavales. Los medios han logrado amordazarnos. Siempre, claro está, que no estemos dispuestos a colaborar con la causa que ellos consideran justa. En tal caso nos extienden la alfombra roja. Alguien debería pedirles responsabilidades a esos censores de la palabra y también del pensamiento. Pero esos ‘alguien’ están corrigiendo trabajos de clase.

3 comentarios:

  1. Obviamente de acuerdo en todo pero el estudio no lo ha financiado "La Caixa" sino "Caixa Catalunya", que no es lo mismo. No sea que se vayan a enfadar los que no han financiado esta maravilla :-)

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  2. Efectivamente, la inteligencia general o capacidad intelectual que cada uno tenemos es básicamente la misma que traemos genéticamente cuando nacemos. Y esta inteligencia nos permite, entre otras cosas, estudiar y aprovechar dicho estudio. Sin embargo, no sólo la inteligencia es la que explica que los estudiantes universitarios hayan logrado llegar a ser estudiantes universitarios. Hay otros factores personales importantes, como también has señalado, y el tesón es uno de los principales, pero también la motivación por estudiar. Hay muchos casos (de acuerdo que son los menos, pero los hay y no son insignificantes en proporción) de personas muy capacitadas intelectualmente que abandonan los estudios y no llegan a la universidad. Así como hay otros tantos (tampoco son pocos) que logran llegar a la universidad no sólo porque a pesar de su baja inteligencia se esfuercen sobremanera, sino porque tienen "facilidades" económicas para conseguir ser universitarios tras años de "actos fallidos" repitiendo y repitiendo. No olvidemos todo esto. De todos modos, sí, la inteligencia es seguramente una de las principales claves explicativas de la mayoría de los casos de personas que logran o no llegar a la universidad. Sobre todo si es que lo deseaban. Tampoco olvidemos que a mayor inteligencia mayor libertad de elección acerca de lo que uno puede hacer con su vida.

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  3. Andreu: problema corregido. Gracias por la aclaración.

    JC: estoy de acuerdo con tus matizaciones. Nunca debemos olvidar las excepciones a las regularidades, porque también son relevantes y pueden aumentar nuestro conocimiento sobre los fenómenos que deseamos comprender. Sin embargo, a mi juicio, debemos partir de la verdades de bulto, no dejarlas a un lado porque nos molestan, vaya usted a saber por qué exactamente. Porque nos molestan o porque los medios de comunicación han decidido que nos deben molestar. No se debería aceptar que esos medios dicten lo que podemos o no podemos decir. Es un mal endémico que tiene solución. Pero debemos actuar. Dejarles el campo libre a ellos nos perjudica seriamente a los científicos. Y, por supuesto, y esto es lo peor, a los discentes. Salu2, Roberto---

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