¿Se puede adivinar cómo eres a partir de la forma de tu escritura?
No, no se puede. Siento ser categórico, pero las pruebas son concluyentes.
Hace tiempo, posiblemente dos o tres años, iba conduciendo por una carretera tranquila, regresando a mi domicilio tras una dura jornada laboral, cuando, accidentalmente, conecté el aparato de radio de mi vehículo.
Sintonicé una de mis emisoras favoritas por dos razones: (1) no hay publicidad y (2) se basa en una información lo más cruda posible, sin adornos ni sesudas opiniones, generalmente tendenciosas. Pero, para mi sorpresa, a los pocos minutos, en una sección dedicada a la Psicología, pude escuchar una serie concatenada de declaraciones sobre la grafología y su relación con la mente y la conducta humana.
Generalmente la grafología se define como una técnica proyectiva destinada a analizar la escritura de un individuo. Su objetivo es describir su personalidad y su carácter, llegando incluso a referirse a su equilibrio mental y fisiológico, sus emociones, su inteligencia y su vocación profesional.
Vayamos por partes.
Es una técnica proyectiva porque se presupone que la forma en la que una persona escriba, ‘proyecta’ características esenciales sobre su mente. El profesional de la grafología se encuentra supuestamente preparado para extraer la información relevante de la forma de las palabras escritas por la persona, para poder establecer un diagnóstico sin ningún pudor, sin tan siquiera preguntarle absolutamente nada. Ese diagnóstico incluye nada menos que su personalidad o su inteligencia.
A la Psicología científica le ha costado bastante tiempo y mucho esfuerzo encontrar modos objetivos de evaluar la inteligencia de una persona y, con respecto a la personalidad, todavía no se ha logrado a completa satisfacción. Para medir la inteligencia de una persona se usan sofisticados dispositivos que requieren un entrenamiento bastante exhaustivo del profesional. La aplicación de tales instrumentos es compleja y el método para obtener las puntuaciones que luego se usarán para hacer una interpretación también requiere bastante pericia y entrenamiento.
¿Por qué decimos que se puede medir ‘objetivamente’ la inteligencia de una persona? Muy sencillo: porque dos o más profesionales llegarán a similares conclusiones cuando evalúen, independientemente, a la misma persona. En pocas palabras, podríamos fiarnos del resultado alcanzado en esa evaluación. En el caso de la personalidad sucede algo parecido, siempre que el profesional use un instrumento estandarizado.
Si la grafología fuese un instrumento de cuyos resultados pudiéramos ‘fiarnos’, entonces debería suceder algo similar a lo que acabamos de decir con respecto a la evaluación que se puede hacer con los instrumentos de medición con los que cuenta, en la actualidad, la Psicología científica para el caso de la inteligencia o la personalidad. ¿Es así?
No, no es así. Si presentamos una página repleta de letras escritas por una misma persona a tres grafólogos distintos, las conclusiones que extraiga cada uno de ellos sobre esa misma persona serán bastante diferentes. Por lo tanto, no parece sensato fiarse de lo que se pueda decir a partir de la forma en la que escribimos.
Esto, que no tendría porque dejar de ser una anécdota sin mayor trascendencia, puede poseer, sin embargo, importantes repercusiones sobre la vida de algunas personas. Y voy a poner solamente un ejemplo, en pos de la brevedad.
¿Les parecería razonable, o, mejor dicho, justo, que se decidiese qué candidato a un trabajo está mejor preparado a partir de la forma en la que escribe? Y no me refiero a si usa un lenguaje más o menos sofisticado, sino, literalmente, a la ‘forma en la que escribe’.
Pues bien, en el programa de radio al que me refería al principio, se despachaban a gusto glosando las excelencias de la grafología para algo tan serio para la vida de las personas como la selección de personal. Si alguien puede decidir, a partir de esa información tan arbitraria, quién será contratado y quién no, entonces es que la sociedad todavía no está madura y sigue ignorando, desgraciadamente, una de las contribuciones más importantes de la Psicología científica a la justicia y la imparcialidad en esa clase de procesos, dolorosos, pero especialmente cruciales para las personas implicadas.
Parece mentira que alguien se crea la grafología. Ni debería incluir el sufijo -logía.
ResponderEliminarParece mentira pero desgraciadamente es verdad. Estas cosas hacen daño a la Psicología. Bastante.
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