Dos noticias recientes quizá para la reflexión.
La primera relata que una joven catalana ha sido condenada por acuchillar a su novio. La condena se refiere a un delito de lesiones y conlleva dos años de prisión (la pena mínima por esa clase de delito en España). Menos de lo estipulado debido a que ella se encontraba emocionalmente perturbada porque el compañero sentimental la llamó ‘gorda’ reiteradamente durante una cena.
La secuencia de sucesos pasa de la cena en un local público al domicilio particular. Una vez en el hogar, ella le pide explicaciones sobre sus comentarios y él declina yéndose a la cama. Ella se queda despierta, pero ingiere antidepresivos y alcohol. Repentinamente pierde el control, coge una navaja de la cocina y se dirige a la habitación para asestarle once puñaladas.
En el juicio se constató que la acusada presentaba depresión mayor y una escasa capacidad intelectual. Ambos factores promovieron un veredicto leve.
La segunda noticia se refiere a una chica de Miami que pagó 200 dólares para que unos amigos mataran a su novio, con quien no sabía cómo romper. Los amigos le pegaron dos tiros mientras ella iba de compras.
La joven dejó las llaves del apartamento en el que vivía con su novio escondidas en un parque, lugar al que acudieron los criminales para poder acceder al domicilio.
Tras la consumación del acto, la chica regresó al apartamento y llamó a la policía para denunciar el asesinato de su novio.
El maltrato doméstico es un fenómeno complejo que puede trascender las barreras del género. Si deseamos contribuir a su comprensión para su posterior erradicación, es posible que debamos modificar nuestra estrategia de afrontamiento.
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