¿Por qué se cometen crímenes?
Nos 'fascinan' los crímenes y los medios de comunicación, así como la industria del entretenimiento, obtienen suculentos dividendos de esa atracción fatal. A pesar de que sabemos que la publicidad, vinculada a los crímenes, resulta negativa, ni nosotros podemos resistirnos a conocer los detalles, ni los medios están dispuestos a dejarnos con la duda.
Una persona anónima saltará a la fama, de la noche a la mañana, por el hecho de coger su escopeta de caza, colarse en un colegio y emprenderla a tiros en el comedor. Los medios se encargarán de estudiar a fondo, y poner a disposición de un público entregado, todos los detalles relacionados con la vida del asesino.
Un deleznable personaje como Aníbal Lecter adquiere un tinte de sofisticación hasta el punto de llegar a ser admirado por los lectores de Thomas Harris o por quienes asisten a la sala de cine para ver el producto de la dirección de Jonathan Demme. Es un asesino, comete crímenes execrables, pero pensamos que es especial.
La verdad es que cometer un crimen no tiene nada de especial, y mucho menos ser un criminal. Es algo que carece por completo de glamour y es abiertamente reprobable. Es un acto violento que termina con la vida de una o varias personas, y, por tanto, debería ser rechazado, sin tapujos, desde la más elemental de las moralidades. Claro que un jurado condenará a quien comete un crimen, pero lo sorprendente es que el público puede llegar a sentir fascinación por quien está detrás de ese acto. Hay precedentes, no estoy hablando de supuestos, pero no les daré espacio en este post.
En esencia, los crímenes se cometen impulsiva o premeditadamente. Naturalmente, los especialistas distinguen entre un enorme número de crímenes, así como de criminales, pero me atrevería a reducirlos a estas dos categorías.
Dos colegas comienzan a discutir por una tontería, como quién pagó la última ronda en el bar, la situación se calienta, uno de ellos coge una botella y golpea al otro hasta romperle el cráneo. La investigación del caso revela que el finado se acostaba con la mujer del agresor. ¿Es un crimen premeditado o impulsivo? El agresor se encontraba bajo los efectos del alcohol, y, por tanto, en una situación atenuante. Si se añade el episodio de adulterio, ¿qué conclusiones podríamos sacar? ¿Debería ser condenado?
Un individuo de mediana edad, natural de Cáceres, es detenido como el presunto asesino de doce chicas en cinco comunidades autónomas: Cantabria, Cataluña, Andalucía, Madrid y Extremadura. Las pruebas son contundentes y es condenado. Es un asesino en serie. La investigación revela que sus crímenes fueron cuidadosamente planificados. De hecho, la ausencia de pistas en los primeros casos dificultó extraordinariamente la investigación, y solamente la casualidad permitió localizar al criminal.
Ambos tipos de casos comparten el hecho de que alguien muere a consecuencia de una agresión. Es un crimen. Pero las motivaciones y el modus operandi son bastante diferentes. Comprender ambos tipos de casos puede exigir distintas líneas de razonamiento. Los criminólogos se esfuerzan por encontrar las claves que permitan evitar que se produzcan esa clase de sucesos, pero el éxito, por ahora, es limitado.
Personalmente soy pesimista sobre las posibilidades de comprender, y mucho menos de prevenir, los crímenes. Nos han acompañado durante toda nuestra historia sobre el planeta y seguirán con nosotros hasta que nos extingamos. Salvo que nos convirtamos en una sociedad totalitaria en la que la mínima sospecha de proclividad al crimen permita encerrar al potencial asesino.
Pero, ¿quién desea una sociedad así? Nadie sensato que guste de la libertad, por mucho temor que pueda sentir ante la posibilidad de que haya asesinos sueltos acechándonos por las calles. Ese es un precio que debemos pagar en pro de la máxima de que nadie es culpable hasta que se demuestra lo contrario. Podemos sospechar que nuestro vecino terminará por asesinar a su pareja, pero ¿apoyaríamos la política de encerrarle por si acaso?
Si, como supongo y espero, no estamos dispuestos a eso, aceptemos el hecho de que se cometerán crímenes- Por diversos motivos, pero se seguirán produciendo. Y, admitiendo ese hecho, quizá aprendamos a dejar de 'admirar' esa clase de actos. Quién sabe, hasta es posible que ese cambio de actitud reduzca su número.
Hola.
ResponderEliminarMatar a una persona por defender un ideal, no es defender un ideal; es matar a una persona.
Saludos,
Jaime.
Efectivamente se ha recubierto al asesino con un glamour que no tiene. La mayoría de los homicidios suceden por dinero o por cuestiones pasionales. A pesar de lo que CSI nos pretende mostrar, una sala de autopsias es un sitio bastante desagradable, sin lucecitas azules. Además, como hay pocos asesinos profesionales, se mata a la gente después de una sangría de puñaladas o golpes. Nada elegante ni profesional. E incluso los asesinos con un trasfondo psicológico tienen poco glamour. Ese cacereño, lejos de ser un tipo sofisticado que dibuja Venecia de memoria, sería seguramente un individuo solitario, socialmente incompetente, putero, inestable y bastante mediocre en casi todas las cosas de su vida.
ResponderEliminarComo es habitual, el celuloide raramente recoge la realidad y quienes deben contribuir a comprenderla se interesan por el celuloide. Mala combinación. Lo que importan de CSI es el apellido (Miami, Las Vegas, etc.). R
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