¿Por qué existen los celos?
Porque somos seres dotados de emociones. Tenemos la capacidad de razonar, con mayor o menor éxito, pero también somos bombardeados por una buena cantidad de emociones. Somos capaces de controlar algunas de ellas, pero otras se nos resisten y somos presa de su influencia sobre nuestra vida social. Por eso se dice, por ejemplo, que el amor se contrae, igual que sucede con la gripe.
Algunos científicos sostienen que el cerebro humano evolucionó cuando se vio en la tesitura de desarrollar sociedades complejas. Por eso, ocasionalmente, se puede escuchar que somos seres sociales, que no podríamos vivir aislados del resto de nuestros iguales. Quizá sea cierto, pero también pudiera ser apropiado afirmar que somos ‘individuos’ egoístas que nos vemos obligados a vivir en sociedad para satisfacer nuestras necesidades. Puede parecer un matiz, pero quizá adoptar una u otra visión tenga sus consecuencias psicológicas.
Supongamos que no somos seres sociales por gusto, si no que lo somos por necesidad. Si vivimos dentro de redes sociales para que los demás puedan responder con facilidad a nuestras necesidades egoístas, entonces los celos son una consecuencia natural, lógica.
Si tengo un hermano, competirá conmigo por los recursos que nuestros padres ponen a nuestro alcance. Los recursos son limitados –salvo que el destino nos haya situado dentro de la familia Botín. Si mi hermano se gana el afecto especial de mi madre, sentiré celos. Abel (mi hermano) se habrá ganado el odio de Caín (yo) y el móvil serán los celos que me corroen porque mi madre le quiere más a él, y, por tanto, estará en mejor disposición para poseer más recursos que yo. Él se llevará la mejor parte del pastel, pero yo buscaré venganza.
Pero, claro, seguramente al leer esta pregunta se habrá pensando en los celos que un marido tiene de su mujer –o al revés—no en Caín y Abel. Por defecto damos por sentado que los celos se refieren a las celotipias de pareja, así que tendré que pronunciarme sobre el asunto si no quiero decepcionar en este post. Vamos con ello.
Hay parejas y parejas. La variedad es enorme, difícil de medir, pero difícil no es imposible. Existen tanto varones como mujeres que son tan posesivos que son incapaces de permitir que él o ella hagan nada sin su presencia. Algunos varones no tienen ningún problema en que su mujer quede para comer con unas amigas, pero no le hace ninguna gracia que esa misma comida sea con un antiguo amigo de adolescencia. Hay mujeres que se interesan, sospechosamente, por la red social de sus maridos en el trabajo. Algunos hombres olfatean a hurtadillas las prendas de sus mujeres cuando regresan de sus empresas, buscando compulsivamente indicios de la presencia en ellas de fragancias masculinas.
Hasta cierto punto este tipo de comportamientos no pasan de ser anecdóticos. Incluso pueden resultar graciosos en un momento determinado. Sin embargo, existen extremos peligrosos que pueden desembocar en los trágicos sucesos que conocemos, generalmente a través de los medios de comunicación.
En los últimos años somos bombardeados con noticias relacionadas con la llamada violencia doméstica. Varios son los casos que parecen estar estimulados por la presencia de celotipias, por personas posesivas que no son capaces de soportar que sus parejas hayan reconstruido sus vidas y se encuentren conviviendo con otras mujeres o con otros hombres. Incluso se da el caso de hombres que asesinan brutalmente a sus exparejas y que, posteriormente, se quitan la vida. Se mire como se mire, esto no tiene ninguna explicación racional. O, mejor dicho, precisamente porque siguen siendo seres racionales, esas personas cometen esos actos de extrema violencia al ser presa de sus emociones más básicas, pero, una vez toman conciencia de lo que han hecho, su razón les impide seguir viviendo.
¿Se puede prevenir ese tipo de actos? Personalmente soy pesimista y ojala me equivoque. Nada me gustaría más que abrir el periódico y leer que los científicos –o para el caso, quien sea—han encontrado un modo de controlar las celotipias que están detrás de ese tipo de asesinatos. Los celos tienen la capacidad de hacer perder la razón, siquiera temporalmente, a determinadas personas. Y aunque sepamos quiénes son más susceptibles a esos episodios, es un grave dilema moral saber cuál es el modo más ético de lograr controlar su futura conducta. ¿Alguien recuerda la película ‘Minority Report’?
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