domingo, 19 de abril de 2009

Respuesta a la Pregunta 18

¿Tiene la gente diferentes modos de expresar sus sentimientos?

Si, no cabe duda.

Casi todos amamos y odiamos, estamos contentos o tristes, nos preocupamos o nos desentendemos. Sin embargo, amamos y odiamos de distintas maneras, nos alegramos o nos entristecemos por diversos motivos, algunas cosas preocupan a unos pero no a otros.

La esencia de la respuesta a esta pregunta reside, por tanto, en por qué poseemos esos diferentes modos de expresar nuestros sentimientos. Puesto que es un hecho que esas diferencias existen, y dado que puede que no siempre estemos satisfechos con el resultado, conviene saber a qué se debe que nosotros, en particular, expresemos nuestros sentimientos de una determinada manera.

Es posible que tendamos a enamorarnos con extremada facilidad, que el mínimo conflicto nos entristezca o que nos preocupemos demasiado por cosas que realmente no lo merecen. Ser enamoradizos puede hacernos sufrir innecesariamente y no saber ponderar objetivamente las situaciones que nos rodean puede conducirnos a episodios de depresión o ansiedad.

Si, a pesar de disfrutar de una relación de pareja que, bajo cualquier prisma, se puede considerar excelente, vamos por la vida pensando lo bien que estaríamos compartiendo nuestras vidas con otras personas, sufriremos. Acabaremos por no disfrutar de lo que tenemos y nos lamentaremos por aquello de lo que creemos carecer.

Si, aunque separamos que los conflictos deben existir en el mundo real, vivimos con la sensación de que la mayor parte de esas situaciones se pueden y deben evitar, y nos cargamos con buena parte de la responsabilidad, seremos desgraciados.

Estas y otras situaciones son las que terminan por llevar a las personas a la consulta del psicólogo. Puede creer entender que las cosas no son como él piensa que deben ser y que, por tanto, actúa irracionalmente. Pero, de hecho, no se ve capaz de cambiar las cosas: sigue enamorándose con facilidad, se entristece ante el mínimo conflicto y se preocupa por lo que sucede ahora o puede llegar a pasar en un futuro. Así que decide acudir al psicólogo. Piensa que quizá ese profesional pueda echarle un cable y ayudarle a darle la vuelta a su manera de actuar, con la que no está satisfecho.

Sin embargo, el psicólogo hará lo posible, ya que es su trabajo, por saber quién está llamando a su puerta. Las personas que se enamoran con facilidad comparten unas determinadas características psicológicas. Quienes se preocupan por todo, también. Y lo mismo ocurre con los que se entristecen con extraordinaria facilidad.

En la consulta, el cliente descubrirá, rápidamente, que sus sentimientos provienen de sus emociones. Y se le explicará, también, que las emociones son una parte muy antigua de nuestra constitución. ‘Antigua’ en el sentido literal del término. En nuestros cerebros existe todo un entramado de neuronas que se encarga de las señales emocionales. Ese entramado capta el mundo que nos rodea y suscita reacciones emocionales que bombardean nuestra parte racional. Esa parte racional reside en un entramado diferente de neuronas, bastante menos antiguo. Uno de sus cometidos principales es darle sentido a las situaciones que nos rodean. Pero eso exige algo llamado ‘control’.

Se debe disponer de la suficiente capacidad para poner en cuarentena la información del mundo con la que nos acosa el cerebro primitivo, el cerebro emocional, y valorar con calma, echando mano del cerebro racional, lo que realmente está sucediendo. Es en este proceso en el que se revelan nuestras diferencias, donde reside la respuesta a la pregunta de por qué expresamos de modo distintos nuestros sentimientos.

Es comprensible que nos ‘enganchemos’ a alguien con el que conectamos, con el que nos sentimos muy bien, que nos hace disfrutar de las más pequeñas cosas. Sin embargo, los mecanismos de control del cerebro racional nos ayudan a valorar ‘fríamente’ la coyuntura. Ocurre, sencillamente, que algunas personas fracasan al poner en marcha esos mecanismos de control. Terminan enganchados, sufriendo ellos mismos y haciendo sufrir a quienes se encuentran implicados. La expresión de sentimientos que rodeará a esta escena será, qué duda cabe, muy diferente a la resultante de disponer de esa capacidad de control. Otros mundos son posibles, pero, por ahora, vivimos en este.

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