sábado, 4 de abril de 2009

Respuesta a la Pregunta 15

¿Influye el divorcio en los niños de una familia?

No cabe duda de que ésta pregunta es intrigante. Recuerden que ‘todas’ las preguntas que se están respondiendo en este blog fueron formuladas, libremente, por personas de muy distinta procedencia geográfica, sexo o nivel de estudios.

Tal y como está planteada, puede parecer una pregunta difícil de responder, pero en realidad no lo es. Lo que late en la pregunta es si, por ejemplo, el hecho de que unos padres decidan divorciarse, producirá secuelas imborrables en los retoños. Es decir, si lo que nos ocurre cuando somos niños, marca, en alguna medida, nuestra personalidad adulta.

Transformada de este modo, legítimo, y habiendo leído algunas de las respuestas previas, estamos en disposición de aventurar cuál será la respuesta: no, nada de eso, el ‘hecho’ de que unos padres se divorcien no influirá en los niños de esa familia, a medio y largo plazo.

El último matiz es relevante, por supuesto. Es natural que alrededor del suceso, en el antes, el durante y el después, se produzcan conflictos, lógicos en una situación de por sí problemática. Los roces que tendrán lugar entre los miembros de la pareja repercutirán, claramente, en la dinámica familiar, y, por tanto, también en los niños de esa familia. Incluso pudiera suceder que su comportamiento en el colegio cambiase, dejando de interesarse por las materias escolares, peleándose con los compañeros de clase, o recluyéndose en sí mismo para evitar las preguntas de sus amigos.

En medio de la tormenta, por suave que sea, hay que sacar el paraguas para evitar mojarse. Si hay viento racheado, ni siquiera el paraguas impedirá terminar empapado. Pero, como dice la experiencia, quien se moja termina por secarse, tarde o temprano. Eso es lo que sucede con los niños de una familia en la que se produce un divorcio. Durante un tiempo lo pasan francamente mal. Ven cómo su mundo, el que conocían hasta ese momento, en el que creían sentirse cómodos, se desmorona. Pero, al cabo del tiempo, las piezas se encajan de nuevo, se reconstruye la escena de su propia vida y mira hacia delante.

Esta es la norma general de lo que sucede en la mayor parte de los casos en los que los niños viven el divorcio de sus padres. Pero, como siempre, hay excepciones. Un ejemplo servirá para aclararlo.

Los científicos sociales han encontrado, y se trata de un resultado sólido, que los hijos de padres divorciados presentan una mayor probabilidad de divorciarse, a su vez, que los hijos de padres no divorciados. Es decir, que si tus padres se divorcian, tú tienes más boletos para divorciarte en tu vida adulta, cuando hayas formado tu propia familia. Conclusión: experimentar en tu infancia un episodio de divorcio, te hace proclive a los conflictos familiares que pueden terminar en una separación.

Pero, en este blog, estamos acostumbrándonos, casi sin darnos cuenta, a razonar de un modo alternativo al establecido, erróneamente, en bastantes círculos de los llamados de ‘auto-ayuda’. Esa conclusión, simplemente, no se sostiene de ninguna manera. ¿Recuerdan cuando dijimos, en otra ocasión, que padres e hijos, además de compartir el mismo hogar, son parientes, genéticamente hablando? Si es así, si lo recuerdan, entonces ya tienen en su mano la explicación de por qué aquella conclusión está equivocada.

Padres e hijos se parecen, en su personalidad, por el hecho de ser parientes. Los padres con mayores índices de inestabilidad emocional –un factor clásico de la personalidad humana—son quienes presentan una mayor probabilidad de generar los conflictos que suelen ocurrir antes de la decisión de cortar una relación sentimental. Y, no es ninguna sorpresa, la inestabilidad emocional es una característica de personalidad que se hereda. En mayor o menor grado, más en algunos hijos que en otros, pero así es.

Pues bien, cuando se controla ese parentesco genético, resulta que el hecho de que el niño haya vivido o no el divorcio de sus padres, no se relaciona con el hecho de que, en su vida adulta, también termine, a su vez, viviendo un episodio de divorcio. ¿Y cómo se controla ese parentesco genético? También lo sabemos: se puede hacer, por ejemplo, comparando familias convencionales y familias adoptivas. En las familias adoptivas, los niños que han vivido el divorcio de sus padres y los que no, presentan, en su vida adulta, exactamente la misma probabilidad de divorciarse a su vez. Si no hay parentesco genético, desaparece la mayor probabilidad de divorciarse señalada anteriormente.

En resumen: cuando el divorcio influye en los niños de la familia, lo hace temporalmente, salvo que ese niño comparta con sus padres las características de personalidad que son precursoras de los conflictos que acaban en ruptura. Hay personas más y menos vulnerables a los conflictos. Y eso no depende, generalmente, de lo que se haya vivido en el seno de la familia, sino de la propia personalidad que los padres transmiten a sus hijos a través de los genes.

2 comentarios:

  1. las causas de las patologias que se han hecho sintomaticas en alguien , estan en la familia, con problemas no resuelktos que se arrastran incluso por mas de una generacion....dijo un amigo

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  2. Están en la familia, a veces. Te recomiendo, si me lo permites, la entrada en este mismo blog sobre el libro de Ridley (Genome). Hay muchas concepciones que arrastramos como cultura, y, quizá, haya que considerar cada caso particular para llegar a una conclusión diagnóstica sólida. Salu2, Roberto---

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