¿Cómo se obtiene información de un paciente?
En esencia, la información de un paciente se obtiene preguntando.
Sería una excelente posibilidad usar una estrategia más directa y menos sujeta a errores. De hecho, hoy en día eso es cada vez más verosímil. Con la llegada de los iPods y demás gadgets, se podría pensar en configurar un “reality show” del paciente. No sería necesario que nos dijera nada, sino que, simplemente, observaríamos qué hace.
Sin embargo, a día de hoy, los datos necesarios para la tarea del psicólogo se “descargan” a través de preguntas. Esas preguntas pueden ser directas o indirectas. El cliente puede sentarse en la consulta del psicólogo y responder. Pero también, de modo complementario, puede cumplimentar un cuestionario estándar, diseñado previamente para recabar una ingente cantidad de datos que pueden compararse con las respuestas típicas de un grupo representativo de personas equivalentes a quien se encuentra en ese momento en la consulta –por cierto, a esto se le denomina test psicológico.
Cuando el paciente o cliente acude a la consulta del psicólogo, lo hace porque supone que tiene alguna clase de problema. Generalmente ese problema está bastante mal definido: no tiene ganas de hacer nada, la gente le rehúye, no rinde en el trabajo, le cuesta levantarse por las mañanas, se aburre, su latido cardiaco está subido de tono, no consigue atraer a una pareja estable y así sucesivamente.
El primer paso es delimitar el problema a raíz del cual el cliente viene a consulta, de modo que se pueda certificar que, realmente, se trata de un problema que puede ser atacado con la artillería psicológica disponible. Esta precaución es bastante relevante, ya que, en principio, es perfectamente posible que ni siquiera se trate de un problema psicológico, aunque el cliente esté convencido de que lo es.
Si se pasa ese primer filtro, entonces comienza la fase de transformar el problema que el paciente dice padecer en la terminología propia de la psicología. Es decir, se trata de establecer el diagnóstico en sentido estricto. El cliente puede tener una depresión leve, un trastorno esquizotípico, abulia, ansiedad generalizada, alexitimia o un trastorno antisocial de la personalidad.
El proceso de transformación es crucial, ya que eso permitirá orientar el tratamiento más apropiado a cada caso. Pero, sin que nos desviemos del objetivo, es precisamente el diagnóstico a lo que se refiere esta pregunta 4. La información necesaria para que el diagnóstico sea preciso debe ser lo más exhaustiva posible, de modo que usualmente no se ha de recurrir únicamente a la que el propio cliente aporta. Puede ser necesario citar en la consulta a personas allegadas para comprobar algunos aspectos que al psicólogo le puedan llamar la atención, o, simplemente, debido a que requiere cotejar algunos de los datos que se han ido recabando.
Desde esta perspectiva, el proceso de diagnóstico debería parecerse bastante a una investigación policial. El culpable, es decir, el problema psicológico que el cliente cree tener, es presuntamente inocente hasta que se demuestra lo contrario. Los datos que se vayan registrando deben ir orientados no a confirmar las sospechas, sino a intentar demostrar que las evidencias exculpan al acusado.
Esto puede parecer un poco extraño, especialmente si se tiene en cuenta la extendida idea de que el psicólogo tiene las ideas muy claras y enseguida ve la situación. No es verdad. Ya que el diagnóstico va a determinar el posterior tratamiento, es esencial que su carácter sea sólido. Y esto se puede lograr con mayor probabilidad si los elementos en contra se han descartado.
En un juicio, el abogado y el fiscal hacen su trabajo. El segundo busca pruebas que inculpen al acusado, mientras que el primero hace todo lo posible por hallar las que demuestren su inocencia. El psicólogo debe simular una especie de “esquizofrenia profesional” para jugar ambos papeles. Y, en su defecto, cuando esto no sea posible, debe ponerse del lado del abogado. Si fracasa, entonces el fiscal habrá ganado y se podrá llegar a la conclusión de que, en efecto, el cliente sufre, por ejemplo, una depresión unipolar.
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