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jueves, 8 de marzo de 2012

Profesorado


¿Qué hacemos con los profesores?

Los populares quieren que se contrate a los mejores y, también, premiar los méritos de los que están en plantilla.

En el mundo sajón se habla seriamente de castigar, además de estimular. Si los chavales no llegan a los criterios previstos en exámenes estatales de conocimientos, el profesorado puede llegar a pasarlo fatal.

Naturalmente, los profesores se oponen:

Nosotros, los directores de las escuelas del Estado de Nueva York, llegamos a la conclusión de que ese sistema será un desperdicio de unos recursos cada vez más limitados.
Más importante aún, desmoralizará a los educadores y será perjudicial para los niños a los que guiamos.
Nuestros estudiantes son más que la suma de los resultados de sus exámenes, y poner un énfasis excesivo en las notas no se traducirá en un mejor aprendizaje”.

Aquí en España, sociólogos como Julio Carabaña se suman:

La propuesta no consiste en que haya incentivos ligados al buen cumplimiento (cosa ya de dudosa eficacia y moralidad), sino en trabajar a destajo.
Pero los profesores no podemos trabajar a destajo, como tampoco los periodistas, los jueces o los policías.
Se puede trabajar a destajo cuando el producto es perfectamente especificable, exactamente medible e inequívocamente atribuible al trabajador.
A destajo se segaba, se ponen ladrillos o se cosen prendas de vestir.
Pero no se enseña a destajo y, menos aún, se educa”.

Sin embargo, el también sociólogo Mariano Fernández Enguita discrepa:

Los resultados académicos de los alumnos no pueden ser, desde luego, el único criterio para evaluar a un profesor, ni pueden manejarse con ligereza.
Pero dependen también, y mucho, del profesor, que puede marcar la diferencia, para bien y para mal.
Y cuando lo hace claramente para mal, la Administración educativa tiene el derecho y el deber de plantearle un plan de mejora y, si no lo cumple, prescindir de sus servicios.
Hablar de despedir a un profesor puede sonar muy agresivo, pero desde el punto de vista de la sociedad no es ningún problema: entre los cinco millones de parados actuales hay sin duda miles que serían mejores profesores que otros tantos que ahora lo son”.

Personalmente pienso que no puede hablarse de los profesores olvidando a los alumnos. Ni, por supuesto, referirse a estos sin aquellos.

Como sugería Guy Claxton hace años, se puede llevar el caballo a la fuente, pero no se le puede obligar a beber.

Hablar menos y trabajar más puede convertirse en una estrategia eficiente.

No hay, en general, profesores buenos y profesores malos, sino más y menos competentes en lo que hacen, ateniéndose, seguramente, a la misma distribución normal que ordena la aptitud educativa de los chavales.

La mitad de la población escolar está por debajo de la media en esa aptitud, poco se puede hacer para evitar ese hecho.

Pero pueden articularse mecanismos para atenuar su poderoso efecto sobre los resultados escolares.

Hágase ayudando al profesorado a bregar con la variabilidad real presente en su aula, no amenazándole con despedirle.

Y hágase con determinación y huyendo del romanticismo educativo.

Finalmente, no puedo reprimir el comentario de que a José Ignacio Wert le iría de perlas leer a Luri:


Y, por supuesto, a Murray:

martes, 8 de marzo de 2011

¿Arturo? no seas tan duro


En un artículo que se ha propagado como la pólvora por la red, Pérez-Reverte (presuntamente) nos pregunta, insistentemente, si somos idiotas porque:

-. Ignoramos, de hecho, las terribles reformas del gobierno sobre las pensiones.
-. Miramos hacia otro lado ante las corruptelas de los políticos y de las instituciones.
-. Aceptamos, sin rechistar, que le den nuestro dinero a los mismos bancos que nos niegan el crédito, que se han lucrado impúdicamente especulando con lo que era nuestro, y que, cuando naufragan, nos obligan --sin preguntarnos-- a tirarle nuestro salvavidas.
-. Admitimos una rancia monarquía.
-. No advertimos la censura de los medios de comunicación.
-. Escuchamos a Belén Esteban y Cristiano Ronaldo, pero ignoramos a Savater o a Marías.

El escritor (si es él el autor del documento) invita a las siguientes acciones:

-. Reducir el galopante fraude fiscal (superior al 20% del PIB).
-. Obligar a la banca a devolver el dinero que le hemos regalado para alimentar a sus tiburones.
-. Maniatar a las alimañas de las empresas de telefonía.
-. Eliminar las duplicidades de la administración y acabar con la miríada de asesores --nombrados a dedo-- que solo valen para poner la mano.
-. Obligar a los políticos corruptos a devolver lo que han robado y a los incompetentes a pagar por el negativo resultado de su pésima gestión

Y considera indecentes varias cosas:

-. La distancia abisal entre el salario mínimo y el sueldo de un parlamentario.
-. Que un profesor o un cirujano cobre menos que un concejal.
-. Que un diputado pueda jubilarse tras siete años y que un miembro del gobierno pueda hacerlo con solo aceptar el cargo.
-. Que se nombre como asesores los amigos personales de los responsables políticos, en lugar de a quienes están objetivamente mejor cualificados para esa clase de actividad.
-. Que no haya ningún control de calidad (intelectual y cultural) de quienes se convertirán en nuestros representantes políticos.
-. La censura informativa.
-. La deuda pública.
-. El moderno derecho de pernada del que disfrutan los representantes políticos.

Termina el escrito preguntándose cómo se puede comprender que el país se ponga de píe cuando la selección gana el mundial de futbol, pero permanece tumbado en el sofá ante los señalados despropósitos.

Se deduce que idiotas no somos, sino que lo que nos caracteriza es la apatía, la sumisión, la aceptación de lo que venga de arriba.

Celebrar un premio deportivo no tiene nada que ver con irse a la carrera de San Jerónimo a gritarles a los políticos que no queremos más de eso, igual --salvando las distancias-- que están haciendo ahora --pagando con el precio de su vida-- algunos países árabes.

¿Se imaginan que escuchamos, de verdad, lo que el documento dice y nos lanzamos a las calles para expulsar a esos 'indeseables' de sus poltronas?

¿A quién pondríamos al frente?

Espero, con ansiedad, un artículo --publicado o no en la red-- por el iracundo escritor o por algún otro ciudadano --a quienes, desde luego, les sobraran razones para decir lo que se dice en el documento-- en el que se responda a esta pregunta.

P.S. Según parece, Pérez-Reverte ha negado que sea el autor del documento comentado en este post, de ahí la precaución en la atribución. Agradezco a un anónimo que me haya llamado la atención sobre esta cuestión. 

viernes, 20 de noviembre de 2009

Capacidad intelectual y vida política


En un estudio longitudinal hecho en Reino Unido, se midió la capacidad intelectual de más de 17.000 niños, nacidos en 1970, cuando tenían 5 años de edad. En 2004, es decir, cuando llegaron a los 34 años de edad, se hizo una evaluación sobre sus tendencias y actuaciones de carácter político.

Las preguntas se dirigían a averiguar si habían votado en las elecciones generales en el Reino Unido celebradas en 2001, a qué partido habían votado, a cuál votarían en 2004, cuál era su interés por los temas políticos, si, durante el último año, habían asistido a algún mitin político o si habían firmado algún impreso de carácter político.

Los resultados indicaron que la gente con mayor capacidad intelectual en su infancia tenía una mayor probabilidad de haber votado en 2001 (un aumento del 38% en la prevalencia por cada 15 puntos de CI de más) y haberlo hecho a los verdes y a los demócratas liberales (un aumento del 50% en la prevalencia por cada 15 puntos de CI de más). Su intención de voto también se dirigía a esos dos partidos políticos.

Además, la gente con mayor capacidad intelectual en su infancia se mostró más implicada en actividades políticas (un aumento de entre el 40 y el 65% en la prevalencia por cada 15 puntos de CI de más).

El demócrata liberal es un partido fundado en 1988 en Reino Unido, pero cuyo origen se remonta al siglo XIX. Es un partido de centro, preocupado por el estado de bienestar y por el apoyo social a las personas desfavorecidas. El verde es un partido de centro-izquierda.

Ha existido un cierto debate sobre si la capacidad intelectual posee algún papel en la implicación de la gente en la vida política de sus países. Algunos han negado esa posibilidad. Otros han mantenido que pudiera tener algún papel, porque una mayor capacidad intelectual se relaciona con un mayor nivel educativo, y esta mayor educación promueve el interés por la política.

Sin embargo, el estudio que estamos comentando valora la capacidad intelectual a los 5 años de edad, momento en el que todavía no existe una escolarización reseñable, y las diferencias de capacidad intelectual a esa edad tan temprana predicen la futura implicación política.

Por consiguiente, de modo genuino, la capacidad intelectual parece poseer un relevante papel, tanto en las actitudes como en las acciones políticas. Se relaciona con actitudes sociales más liberales y con la decisión de votar. Por cierto, las diferencias socioeconómicas entre las personas que participaron en el estudio, no influyeron en la relación observada, lo que incrementa el carácter auténtico de la asociación.

En resumen, la participación en las actividades democráticas se asocia a la capacidad intelectual. Una mayor capacidad en la infancia predice cómo y cuánto se implica la gente en el proceso democrático, apoyando ideologías políticas basadas en la conservación del planeta y en el liberalismo social.

Los sociólogos tienen difícil librarse de este importante factor psicológico para comprender fenómenos de claro interés social como la implicación política. Ocultar la evidencia podría ser considerado un síntoma de corrupción científica.