Robert Hutchinson es un filósofo
californiano especializado en estudios bíblicos al que se le encargó preparar un
texto divulgativo dirigido a contrarrestar los ataques de autores ateos (“secular fundamentalists”) tan conocidos entre
las élites intelectuales modernas como Richard
Dawkins o Christopher
Hitchens.
A
mi juicio, el mensaje esencial que se deriva de su análisis es que nuestra civilización occidental es como es
gracias, en buena medida, a las
enseñanzas de la Biblia. Las virtudes de nuestra sociedad no pueden
comprenderse de otro modo. Damos por hecho cosas que no se encuentran en otras
sociedades, como la asiática o la islámica, pensando ingenuamente que
disfrutamos de ellas gracias a movimientos como la Ilustración. Nada más lejos
de la realidad:
“Al modelar la
civilización occidental –incluyendo la ley, el gobierno, la ciencia y la
educación—la Biblia modeló el mundo
(…) al vivir en medio del
bosque bíblico, somos literalmente incapaces de ver los árboles
(…) la gente que ha
crecido en un régimen comunista o en un país islámico, aprecia ideas como un
gobierno limitado, la separación de poderes, la libre expresión de ideas, los
derechos humanos universales, la dignidad de las mujeres o la ilegitimidad de
la esclavitud—ideas que provienen de la Biblia”.
Denuncia
Hutchinson los ataques al Cristianismo, de moda, desde hace años, en las
escuelas públicas, las universidades y los medios de comunicación. Sin embargo,
esos ataques no son algo novedoso, sino que pueden encontrarse versiones
similares ya cuando esa religión daba sus primeros pasos. Los secularistas
consideran que la religión es peligrosa porque impide remodelar la sociedad
según sus cánones no limitados por las restricciones éticas tradicionales. Según
su interpretación, para los secularistas la Madre Teresa solamente se
distinguiría de Osama bin Laden por sus métodos. Quienes se oponen al aborto no
serían diferentes de los terroristas islámicos.
El
autor detalla dónde han llevado las utopías antirreligiosas: el terror de la
Revolución francesa, del nazismo o del comunismo bolchevique:
“Los dictadores de
los regímenes ateos no dudaron en cometer asesinatos en masa para avanzar en la
consecución de lo que ellos consideraron logros sociales más racionales y
científicos
(…) es el ateísmo, no la
Biblia, el mayor peligro para la paz mundial”.
El
autor enumera una serie de variables en las que la religión de la Biblia se
distingue de las demás. No incluye una versión remasterizada de creencias
previas, como alegan los secularistas. Recurre a G. K. Chesterton para resumir esas diferencias:
“La Naturaleza no es
nuestra madre, sino nuestra hermana”.
No
existe un destino inexorable en la Biblia, y Dios no miente, ni engaña, ni
roba, y mantiene sus promesas, a diferencia de, por ejemplo, los Dioses del
Olimpo.
Critica
la concepción de que los seres humanos son accidentes químicos en medio de un
universo frío e indiferente, porque eso impide a) concebir el carácter
intrínsecamente sagrado de la vida humana y b) admitir que los humanos tienen
derechos más allá de las convenciones sociales. Acepta que Dawkins o Hitchens
tienen razón al declarar que no hay que se religioso para ser una buena
persona, pero subraya que la idea bíblica de que los humanos fueron creados a
imagen y semejanza de Dios es el motivo más poderoso que subyace a la
filantropía mundial (y ofrece datos para demostrarlo).
Me
interesaron sus argumentos sobre la Ciencia.
Ofrece
datos sobre el hecho de que fue en la Europa cristiana en la que comenzó el
estudio sistemático de la naturaleza que condujo a los descubrimientos de la
ciencia moderna. No me sorprendió porque ya había leído algo similar en ‘Human
accomplishment’.
Escribe
Charles Murray en 2003:
“Los griegos
pusieron las bases, pero fue la transmutación de esas bases por parte de la
cristiandad la que dio a la moderna Europa su ímpetu y distinguió los logros
europeos de los del resto de las culturas mundiales
(…) Fue la teología
cristiana la que resultó revolucionaria
(…) Tomás de Aquino
propuso el argumento, adoptado por la Iglesia (católica), de que la
inteligencia humana es un regalo divino, y aplicar esa inteligencia humana para
comprender el mundo no supone ofender a Dios sino agradarle
(…) El catolicismo de
Aquino es más entusiasta sobre el ejercicio de la autonomía humana que el
luteranismo o el calvinismo”.
Los
siguientes son los conceptos bíblicos que ayudaron al nacimiento de la ciencia
tal y como la conocemos:
1.
El mundo es real, no una ilusión.
2.
Dios creó un mundo bueno, interesante y digno de ser estudiado
sistemáticamente.
3.
El mundo es un jardín, no un dios. La naturaleza perdió, en la Biblia, su
carácter divinizado.
4.
Un Dios racional creó un mundo ordenado.
5.
Dios creó el mundo según una serie de leyes. Los cielos y la Tierra están
gobernados por las mismas leyes.
6.
El mundo se creó según un cuidadoso plan.
7.
Los humanos fueron creados a imagen de Dios, y, por tanto, pueden descubrir la
verdad. La religión de la Biblia impulsó la fe y el tesón de los primeros
científicos para perseverar en la búsqueda de respuestas que parecían
inalcanzables. El ejemplo de Kepler es
paradigmático.
Los
ateos más beligerantes han querido atribuirse un logro que no les corresponde
porque, entre otras cosas, nos recuerda Hutchinson, jamás han pisado un
laboratorio. En contraste, la mayor parte de los gigantes de la ciencia han
sido devotos cristianos (Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, Bacon, Descartes,
Boyle, Faraday, Maxwell, Kelvin, Mendel, Pasteur). La religión de la Biblia facilitó, por tanto, el desarrollo de la
ciencia.
Como
Norteamericano, el autor repasa la historia de su país para subrayar la
influencia crucial de la Biblia en los Padres fundadores (Jefferson, Franklin):
los derechos humanos no son privilegios
que puedan ser otorgados o derogados por el Estado, sino regalos divinos que
nadie puede secuestrar:
“esta es la
verdadera revolución en Norteamérica, no la democracia o el gobierno de la
mayoría, que deriva de la religión de la Biblia, no de la filosofía secular
(…) el concepto de verdad
autoevidente no proviene de la ilustración francesa sino que se remonta a los
escritos de Pablo de Tarso
(…) la revolución basada
exclusivamente en la razón, sin la restricción moral de la experiencia
religiosa y la ausencia del temor a Dios en los gobernantes, originó el
nihilismo ateo, los cálculos fríos y las sangrientas masacres de la Revolución
francesa”.
Jesucristo
subrayó la igualdad fundamental y la dignidad innata de todos los seres humanos
a los ojos de Dios. Los pensadores cristianos desarrollaron una teoría de los
derechos humanos separados del Estado. Existe un orden moral objetivo más allá
de las leyes humanas. No es un contrato social, sino una ley divina que los
humanos no deben violar bajo ninguna circunstancia. Fue el cristianismo
medieval, no el Renacimiento, el que promovió los derechos humanos. La
perspectiva de los gobernantes ateos abre la puerta a la creación de una
sociedad a su imagen y semejanza, es decir, según el dictado de sus caprichos
personales.
Hay
mucho más material en las más de 250 páginas de este volumen, pero los ejemplos
revisados son suficientes para despertar la curiosidad del lector curioso e inquieto.
Se puede discrepar de algunos de los argumentos de Hutchinson, sin duda, pero
su texto tiene la virtud de hacernos reflexionar sobre cosas que damos por
hecho. A menudo estamos equivocados y admitir nuestros errores de
interpretación nos ayuda a mejorar nuestra comprensión.
Concuerdo,
sin reservas, con la sabia declaración de Aquino:
“La confianza en la
razón debería conducirnos a preferir perder una discusión, pero alcanzar la
verdad, que a ganarla y permanecer ignorante”.
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Como bien sabes, estoy totalmente de acuerdo. Es más, como acabo de terminar deleer el libro de Imperiofobia, subrayo que es necesario ser más críticos con la aportación de los ilustrados y es importante subrayar que esa aportación es de todos los cristianos, incluyendo quizá de manera especial a los católicos. Tomás de Aquino no puede ser encasillado como católico en sentido estricto puesto que es anterior a la ruptura del siglo XVI. Creo que también es justo incluir a los judíos. El caso de la otra religión del libro, el Islamismo, tuvo una época que mostró el mismo aprecio por la labor de la razón humana, aunque más adelante se distanció un poco.
ResponderEliminarMuchas gracias, Félix.
ResponderEliminarComo dice Jim Flynn en un manuscrito que seguramente se publicará en PPS, “I cannot prove it but I believe that the number of graduates who read any history for pleasure is now almost nil. Orwell thought you had to censor history to produce people who were uncritical about whatever nonsense their political leaders or the media told them. He was wrong. You merely need a generation that is a-historical. The rise of IQ has limited effects when accompanied by the rise of ignorance”.
Me temo que tiene toda la razón.
Un abrazo, R
No tengo claro que sea tan bajo el número de personas que leen libros de historia por el placer de leerla. Se publica mucho. Sí estoy de acuerdo con la última afirmación. Un alto CI predice buenas cosas, pero no las garantiza. Parafraseando a Kant: el CI sin datos e información es algo vacío; los datos y la información sin CI son ciegos.
ResponderEliminarQuerido Félix, no te dejes engañar por la burbuja en la que vives. Es bajo el número de gente que lee. Punto. Habrá que anotarse esa variante kantiana. Saludos, R
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