La
plataforma ‘Quillette’ publicó el verano pasado un artículo sobre la ‘realidad de
las razas’ y sobre la ‘repugnancia hacia el racismo’.
Sostienen
los autores de ese artículo que el ciudadano de a píe no duda de la existencia
de razas dentro de la especie humana, aunque algunos intelectuales consideran
que se basa en una percepción ilusoria. En realidad, declaran estos últimos, la
diversidad humana es superficial, todos somos más o menos iguales.
Los
autores del artículo que comentaremos aquí mantienen que las razas existen. Las
categorías raciales no son construcciones sociales arbitrarias, sino que
corresponden a diferencias genéticas reales que separan a las poblaciones
humanas. Piensan que los científicos deben estudiar estas variaciones sin temor
a la censura o al ostracismo:
“El racismo no es
erróneo porque las razas no existan, sino porque viola gravemente los ideales
morales de las sociedades modernas en las que vivimos”.
La
percepción de los intelectuales y activistas sociales que niegan la realidad de
las razas humanas es peligrosa, según los autores. Y lo es porque abre la
puerta a pensar que si estuvieran equivocados y se demostrase que las razas
existen de hecho, entonces el racismo estaría justificado.
¿Cómo
se ha intentado negar la realidad de las razas dentro de la especie humana?
En primer lugar, se ha mantenido que la variación humana es gradual, no
discreta.
Sin
embargo, quienes consideran que el concepto de raza es útil concuerdan con ese
hecho: las diferencias son de grado.
Las concepciones platónicas sobre la raza son una persona de paja sin relación alguna
con la investigación científica.
En segundo lugar, se subraya que las
diferencias dentro de cada grupo son mucho mayores que la diferencia promedio
que separa a los grupos humanos o poblaciones. Por tanto, esa diferencia
promedio debe poseer escaso o nulo interés para la ciencia.
Sin
embargo, a pesar de que ese hecho es completamente cierto, es irrelevante para
la pregunta de si las diferencias poblacionales son biológicamente
significativas. Explorar genes aislados no es lo mismo que analizar la
estructura de múltiples genes relacionados. Patrones invisibles cuando se
consideran genes individuales, se manifiestan cuando se explora simultáneamente
una gran variedad de genes. Cada locus genético es poco informativo en sí
mismo, pero 200 o 300 loci son muy informativos. La etnicidad auto-informada se
corresponde de modo prácticamente perfecto con las agrupaciones de genes
obtenidas usando 326 marcadores. Los
grupos humanos pueden distinguirse según su pasado ancestral con una gran
precisión.
En tercer lugar, se ha dicho que las
clasificaciones raciales en humanos son arbitrarias.
Sin
embargo, las categorías grupales se
basan en principios aceptados como coherencia, parsimonia y predictibilidad.
La raza no es una esencia platónica y los grupos raciales no constituyen
categorías discretas. Es un constructo pragmático que recoge variaciones reales
presentes en nuestro planeta y que permite que los científicos hagan
inferencias útiles:
“Se puede comenzar
con cinco categorías basadas en los continentes (caucásicos, asiáticos del
este, africanos, nativos americanos y aborígenes de Australia) añadiendo
después más categorías para aumentar el nivel de detalle de los análisis
(judíos askenazi, judíos sefardíes, etc.)”.
Estas categorías no son reales en un
sentido metafísico, pero son útiles y poseen valor predictivo. Representan rasgos que pueden
cuantificarse, que se agrupan y que predicen determinados resultados.
El
racismo es erróneo porque viola la dignidad de los individuos. Y esa dignidad
no necesita de una supuesta uniformidad biológica de la especie humana.
Estudiar
seriamente las variaciones raciales es relevante, según los autores. Puede
promover, por ejemplo, el desarrollo de tratamientos médicos mejores, más
personalizados. También puede ayudar a comprender nuestra historia
evolucionista.
Además,
negar irracionalmente la realidad del concepto de raza abre la puerta a los
extremistas. Si los científicos se niegan a discutir abiertamente sobre ese
concepto, otros lo harán. Y es bastante probable que esos ‘otros’ sean
demagogos que usarán los conocimientos disponibles para apoyar peligrosas políticas sociales.
El
hecho es que la mayor parte de la gente piensa que las razas humanas existen.
La investigación sugiere que existen diferencias genéticas significativas que
se corresponden con las clasificaciones raciales comunes. El concepto de raza
es tan real como otros constructos de las ciencias sociales:
“La tolerancia y el
cosmopolitismo no requieren nivelar la diversidad sino celebrarla. Las razas
existen. El racismo no tiene por qué existir”.
Pienso
que este artículo es interesante y que vale la pena leerlo, tanto con
detenimiento como con la mente abierta.
Sin
embargo, a medida que leía me resultaba difícil no volver a la conclusión a la
que llegué hace veinte años cuando estuve trabajando en un libro sobre la diversidad humana que se publicó en 1996
por primera vez (y que se re-editó en 1997).
Entre
otros muchos temas, consideré allí el concepto de raza. Los siguientes son
ejemplos de algunas de mis conclusiones después de revisar y estudiar la evidencia disponible en aquel momento:
-. Las personas deberían ser consideradas como
individuos, no como
miembros de un determinado colectivo.
-. Valorar al individuo a partir de los grupos a los que
se supone que pertenece desnaturaliza la idea de democracia.
-.
La igualdad de derechos y oportunidades es la condición más beneficiosa para
cualquier sociedad. Aceptar la realidad de las diferencias humanas en las
capacidades básicas simplemente subraya la
necesidad de proporcionar una igualdad de oportunidades para permitir que cada
persona alcance su propia realización personal.
-. Si se intenta construir una sociedad en la que la
etnicidad no tenga importancia en los acontecimientos cotidianos relevantes,
resulta esencial que las etiquetas de prestigio tengan el mismo significado
para todos los grupos étnicos.
-. La tarea de cualquier gobierno democrático debería consistir en organizar a un conjunto de personas desiguales
según un sistema de leyes y procedimientos que permitan igualar sus derechos y oportunidades, respetando que las diferencias individuales
se puedan expresar con la mayor libertad posible.
-. El ideal igualitario de la teoría política
contemporánea subestima la importancia de las diferencias que separan a los
seres humanos. Fracasa al vérselas con la variabilidad humana y sobrestima la
capacidad de las intervenciones políticas para anular el carácter y las
capacidades humanas.
-. La persona no debe ser juzgada según el grupo al que
pertenezca, sino como tal individuo. Por ello, en adelante, las
diferencias grupales deberían jugar un papel insignificante.
En
suma, quise subrayar que la unidad de análisis más adecuada es el individuo, no
el grupo. Los grupos no son más que colectivos de individuos. El hecho de que
considerar esas agrupaciones pueda poseer algún beneficio instrumental para la
investigación científica, no implica que posea una mayor significación que el
individuo en la mayoría de las circunstancias.
La investigación reciente en
neurociencia está trabajando duro para cambiar el foco desde el grupo
hacia el individuo. Cada vez se habla menos, por ejemplo, de pacientes y controles, y más de
individuos concretos que pueden presentar una mayor o menor probabilidad de contraer
alguna clase de trastorno. Se subraya la extraordinaria variabilidad que
caracteriza a los pacientes, tan o más relevante que la que caracteriza a los
controles.
Los
autores del artículo que estamos comentando en este post caen en una contradicción, desde mi punto de vista. El
desarrollo de tratamientos médicos personalizados, por ejemplo, se basa en las características
del individuo, no del grupo poblacional (o racial) al que se supone que
pertenece. Un análisis de mi genoma puede revelar que mis orígenes ancestrales
se encuentran a caballo entre el pueblo judío y el escandinavo. Pero al comparar mi
genoma con el de otros individuos concretos de la especie humana, la mayor similitud se aprecia con un aborigen de Osaka.
Por
tanto, sigo manteniendo la conclusión a la que llegué hace dos décadas: centrémonos en el individuo y usemos, si
acaso instrumentalmente, las categorías grupales. Eso sí, sigamos esforzándonos
para desterrar las irracionales tendencias censoras
de determinados intelectuales y activistas.
Una
sociedad abierta como la nuestra así lo exige.
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Tema caliente, Rob! Desafortunadamente los humanos suelen moverse entre excesos, y no se le dan bien las perspectivas intermedias. Hemos pasado de una situación de persecución de las diferencias a la negación de las mismas. Parece que las únicas alternativas son “ser igual” o “ser malo” … solo “ser diferente” no se consigue aceptar como opción. Es sorprendente que se insista con tanta superficialidad sobre la ausencia de fronteras … si hubiera fronteras entre las razas no serían razas, sino … especies! Además de las diferencias biológicas, y además de olvidar una función pragmática y lingüística de la terminología que es a menudo convencional (hasta para las especies!) y que va más allá de los genes, también se olvida el factor histórico del concepto de raza: poblaciones que entre ellas han tenido a lo largo del tiempo un intercambio (biológico, demográfico) más homogéneo que con otras poblaciones. Nada más que esto.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo sobre defender los derechos de los individuos, no de los grupos. Creo que has dado con el punto central, sin más. Y asociar los derechos humanos a una evidencia científica es realmente peligroso … Primero, las evidencias científicas suelen cambiar, sin previsión y sin rumbo, con lo cual anclar derechos y ciencia no es aconsejable. Segundo, con este espíritu “somos todos iguales” se entra sin darse cuenta en la perspectiva retorcida de que derechos y dignidad solo se deben a los que “son como nosotros” … a los de la familia, de la tribu … Es decir, se promociona el mensaje que para tener derechos y respeto tienes que ser de los nuestros, y tienes que demostrarlo … en fin, una posición peligrosa, superficial, y profundamente paleta. Los derechos no deberían de pasar pruebas de afiliación a un grupo, y la diversidad debería de ser reconocida como un recurso. En fin, “igualdad como derecho, diversidad como valor” …
Aquí un artículo sobre el tema …
http://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-biologia/80/posts/los-colores-de-la-dignidad-14279
Excelente el artículo que incluyes en tu comentario, Emi. Y super coherente con lo que se trata de expresar en este post. Avanzamos conociendo mejor, revelando los negativos en lugar de velarlos. Saludos, Rob
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