Emil Kirkegaard me envía, amablemente,
un artículo que considera me puede
interesar. Una vez leído el resumen aventuro que así será, de modo que avanzo con
mirada decidida por las siguientes páginas. Durante ese proceso comienzo a albergar
reservas y al terminar concluyo que algo no fue bien.
El
equipo de Thomas Yeo se ha
juramentado para encontrar una ‘cognitive
ontology’ resumiendo los hechos observados en los estudios publicados y
haciendo también sus propios análisis a partir de bases de datos públicas. En
este caso usan datos del Human Connectome
Project (HCP) y de NeuroVault.
En
este informe se supone que aplican un modelo bifactorial sobre una variedad de
datos de activación y desactivación cerebral ante tareas tan distintas como el
cálculo, la cognición social, el procesamiento de rostros, el procesamiento
semántico, la memoria episódica y la inhibición motora. Es decir, un
batiburrillo de proporciones bíblicas.
Sostienen
que los mapas de activación se pueden reducir a un factor general (g) –que explica, él solito, más de la
mitad de la varianza (52%)—y una serie de factores específicos, cada uno de los
cuales no explica más de 3% de la varianza. Por tanto, encuentran algo similar
a lo que sucede al analizar los resultados obtenidos por las muestras de
baremación de los test de inteligencia más renombrados como el Wechsler. La
evidencia de la psicometría y de la neurociencia convergen –aunque, en este
estudio, en el segundo caso no solamente se incluye información sobre
rendimiento cognitivo.
Me
gusta que usen mapas de activación sin corregir y que apliquen un modelo
factorial que “extrae
los factores que mejor explican la covarianza en los datos, en lugar de estimar
las posibles fuentes independientes que subyacen a las asociaciones entre los
mapas de activación (ICA, Independent Component Analysis)”. Además, aplican
una rotación oblicua a los factores extraídos, lo que permite averiguar si se
encuentran correlacionados. Consideran
finalmente 108 mapas de activación que proyectan sobre una exhaustiva parcelación
del cerebro en 950 regiones.
El
gran problema, a mi juicio, es que el modelo bifactorial que contrastan no
tiene sentido conceptual. Se mezclan tareas de naturaleza demasiado diversa,
pero, además, los pesos en los factores de mayor generalidad se encuentran
definidos por todos los de menor generalidad. Materializan una extraña reducción de datos, o eso es lo que
parece.
Las
áreas en las que observan un mayor solapamiento respecto de la activación son:
posterior medial prefrontal cortex (pMPFC),
anterior insula (AI), superior parietal cortex (SPC), dorsolateral prefrontal
cortex (DLPFC) y áreas de la red visual (especialmente el fusiforme).
Las
áreas con mayor representación en la desactivación son: medial prefrontal
cortex (MPFC), precuneus/posterior cingulate cortex, y bilateral inferior
parietal cortices (IPC).
Los
resultados para el factor general (g)
del modelo son extraños: las regiones más relevantes se vinculan al
procesamiento emocional de rostros, la memoria operativa visual y la
comparación visual de patrones. Los resultados para los factores específicos
son bastante más interesantes. La siguiente figura presenta algunos ejemplos.
En
la discusión vuelven a la carga para destacar el papel del pMPFC, cuya activación se observa en el 90% de los mapas, aunque
también resaltan la presencia del giro fusiforme. Por tanto, sus resultados apoyarían una red
frontal-temporal-occipital. El parietal quedaría excluido, o eso es lo que parece...
A
pesar de enfatizar la relevancia del factor general (g) en distintos lugares del informe, al cerrar suavizan el mensaje:
“antes que un
único patrón de activación y desactivación, los resultados sugieren que existe
una pluralidad de manifestaciones de ese
patrón dependiendo del grado de procesamiento y del tipo de estímulo dominante”.
Personalmente
me parece más sólida una aproximación que comentamos aquí
hace algunos meses. Más modesta, pero también más limpia conceptualmente.
Como
llevamos defendiendo en mi equipo de investigación desde hace más de una
década, debemos combinar psicometría y neurociencia para mejorar nuestra
comprensión del rendimiento cognitivo. Pero se debe hacer cuidadosamente. En el
informe que me envía Emil se estruja demasiado un paquete de datos tan enorme
como deforme.
¿Qué
se puede esperar?
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