Pude
disfrutar de la estimulante lectura de ‘Homo Deus. A Brief History of Tomorrow’ (Yuval Harari) aunque
de breve nada. El material que describe y discute este Profesor de Historia es
abundante e invita tanto a pensar como a posicionarse.
Este
es el mensaje esencial: los días de
dominio del Homo Sapiens están contados. El futuro será para un puñado de
humanos divinizados que colaborarán con máquinas súper inteligentes, mientras
que la mayor parte de la población mundial se convertirá en una variable irrelevante
del sistema.
Superados
los tres problemas que han perseguido a la humanidad durante siglos (el hambre,
las plagas y las guerras) los elegidos (the chosen people) mirarán hacia otro
lado para eliminar su tedio:
“actualmente, la
fuente principal de riqueza es el conocimiento
(…) es raro que los
humanos se contenten con lo que ya tienen
(…) los siguientes
objetivos de la humanidad serán la inmortalidad, la felicidad y la divinidad
(…) actualizaremos a los
humamos en dioses convirtiendo al Homo Sapiens en Homo Deus”.
Harari
argumenta que esa tendencia es imparable porque no se sabe dónde están los
frenos: “no one
is capable of connecting all the dots
and seeing the full picture”.
Es
más, aunque lo supiéramos sería absurdo intentarlo porque la sociedad
colapsaría. Cuando se pueda actualizar a los humanos, se hará, porque nadie
desea que sus retoños se queden rezagados. Subraya que “el conocimiento que no cambia la conducta es
inútil, pero el que lo logra pierde rápidamente su relevancia”.
La
obra se divide en tres partes. La primera explora las relaciones de los humanos
con el resto del reino animal (el Homo Sapiens
conquista el mundo), la segunda se centra en el bizarro mundo creado por el
sapiens durante el pasado milenio siguiendo la doctrina humanista (el Homo Sapiens le da sentido al mundo)
y la tercera se orienta al futuro (el Homo
Sapiens pierde el control).
“La gente teme el
cambio porque piensa que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer,
pero la mayor constante de la historia es que todo cambia”.
El Homo Sapiens Conquista el Mundo
Un
hecho sobrecogedor es que el 90% de los animales de cierto tamaño está
domesticado. La revolución de la agricultura aumentó la supervivencia de esos
animales, pero ignoró sus necesidades sometiéndoles a un ‘downgrade’. En ese periodo se originaron las religiones teístas,
siendo posteriormente sustituidas por las religiones humanistas en las que el sapiens ocupa el lugar de los dioses.
En
su análisis del contraste con los animales –dirigido a preparar el terreno de
lo que puede suceder en el futuro cuando unas máquinas súper inteligentes sin
conciencia decidan sustituir a los humanos—Harari se ceba con la idea de la
individualidad. La conciencia sigue siendo un enigma y la mente se nos antoja
tanto más redundante cuanto más sabemos del cerebro: “la conciencia puede ser una simple polución
mental producida por el disparo de redes neuronales complejas”.
Según
el autor, nuestra especie conquistó el mundo gracias a la capacidad para
conectarnos, para cooperar de un modo flexible a gran escala. Sin embargo, posteriormente
confiesa que las revoluciones son posibles gracias a una pequeña red de
agitadores con especiales dotes para la coordinación.
Existe,
a mi juicio, una cierta tensión en la mente del autor alrededor de los
conceptos ‘mucho y poco’. ¿Quién promueve esa conexión? O está descentralizada
desde el comienzo o no lo está, y si es que no, entonces la cosa es menos
etérea, o más carnal, de lo que se deja entrever en el texto.
Asertivamente
escribe:
“Algunos piensan que
si pudiéramos descifrar el código genético y generar un mapa de cada neurona en
el cerebro, accederíamos a todos los secretos de la humanidad
(…) pero las ciencias humanas
subrayan la crucial importancia de las experiencias intersubjetivas,
irreductibles a hormonas y neuronas”.
Recuerden
que Harari es Profesor de Historia.
El Homo Sapiens le da Sentido al
Mundo
La
escritura cambió el mundo porque los humanos superaron las restricciones de sus
cerebros y de sus círculos socio-temporales. Estimuló un mundo de fantasía permitiendo aceptar historias sobre cosas como el
dinero o los estados. Sin eso, las sociedades complejas son imposibles.
Harari
explora los vericuetos del humanismo: “el votante sabe (…) la belleza está en el ojo de observador
(…) el cliente siempre tiene razón”.
En
la Europa medieval la fórmula básica para el ‘Conocimiento’ fue ‘Escrituras x
Lógica’. Cambió durante la revolución científica a ‘Datos x Matemáticas’ y con
la llegada del humanismo a ‘Experiencias x Sensibilidad’. Recuerda que la
experiencia es un fenómeno subjetivo que incluye tres ingredientes:
sensaciones, emociones y pensamiento.
El
humanismo no tardó en dividirse en tres ramas: liberal (cada ser humano es un
individuo único), socialista (comunismo) y evolucionista (nazismo). El siglo XX
vivió el conflicto entre esas tres perspectivas, pero el liberalismo ganó el
partido por goleada:
“Actualmente no
existe una alternativa seria al paquete liberal del individualismo, los
derechos humanos, la democracia y el libre mercado
(…) el Islam radical no es
una amenaza real porque no comprende el mundo moderno y, por tanto, no tiene
nada relevante que decir sobre los nuevos peligros y oportunidades que suponen
las nuevas tecnologías
(…) los productos
principales del siglo XXI serán los cuerpos, los cerebros y las mentes, y el
abismo entre quienes sepan de ingeniería de los cuerpos y los cerebros y los
que no, será mayor que la que separa al sapiens del neandertal
(…) si Marx resucitase
usaría su tiempo para estudiar Internet y el genoma humano”.
El Homo Sapiens Pierde el Control
El
autor comienza a lo grande negando que
exista libertad individual para elegir. El humano se limita a constatar que
desea o quiere hacer algo, pero no tiene la más remota idea de por qué. Por
tanto, es perfectamente posible controlar esos deseos con drogas, ingeniería
genética o estimulación cerebral.
Pero
no se queda ahí. También rechaza la idea de individuo: “humans aren’t individuals. They are
‘dividuals’”. Recurre a los famosos experimentos de pacientes con el
cerebro dividido para persuadir al lector. Existe un intérprete interno, ubicado en el hemisferio izquierdo, cuya única
razón de ser es encontrarle sentido a las cosas que deseamos y hacemos, es
decir, construir historias. Observamos un yo que tiene experiencias y un yo que
se dedica a narrarlas (promediándolas, no agregándolas):
“Pero el yo es una historia imaginaria, igual
que las naciones, los dioses y el dinero
(…) las ciencias de la
vida dinamitan el liberalismo argumentando que el individuo libre es una
historia ficticia elaborada por una asamblea de algoritmos bioquímicos”.
El
liberalismo está obsoleto porque…
1.
Los humanos están perdiendo su utilidad económica y militar.
2.
El sistema encuentra relativamente útiles a los humanos en general, pero no a
los individuos.
3.
El sistema valora a algunos individuos
únicos o especiales.
A
día de hoy, las máquinas son más eficientes que los humanos al realizar muchas
actividades. Ellas puede procesar eficientemente ingentes cantidades de
información. Nosotros no:
“¿Qué harán los ‘conscientes’
humanos cuando algoritmos ‘inteligentes’ no conscientes pueden hacerlo todo
mejor?
(…) a medida que esos
algoritmos manden al paro a los humanos, la riqueza se concentrará en una pequeña élite dueña de esos
algoritmos, provocando una desigualdad social sin precedentes”.
Repasa
lo que sucede ahora con respecto a los datos que los humanos les ofrecen,
gratuita y gustosamente, a las máquinas. Se alimentan las redes sociales y los
algoritmos que hay detrás terminan por conocernos mejor que nosotros mismos:
“If we connect all the dots y le damos a
Google libre acceso a nuestros dispositivos biométricos, a nuestro ADN y a
nuestros registros médicos, obtendremos un servicio médico omnisciente que no
solamente combatirá las epidemias, sino que nos protegerá del cáncer, los
ataques al corazón y el Alzheimer”.
¿Quién
puede resistirse?
El
precio supone que los humanos abandonen su autonomía para formar parte de una descomunal
red global. Ya no tomaremos decisiones tintadas de sucias emociones, sino que
le preguntaremos a nuestro asesor robotizado (Siri, de Apple, Cortana, de
Microsoft, o Google Now, pueden servir):
“El individuo no
será destruido por el Gran Hermano, sino que se auto-disolverá”.
Viajamos
hacia un mundo post-liberal en el que una élite gobernará. Esos nuevos
súper-humanos cooperarán con los algoritmos. Las castas biológicas están
servidas:
“We may see real
gaps in physical and cognitive abilities opening between an upgraded upper
class and the rest of society
(…) people want superior
memories, above-average intelligence, and first-class sexual abilities”.
La
revolución tecnológica, capitaneada por el dataismo, deja atrás a políticos y
votantes porque son incapaces de seguir el vertiginoso ritmo:
“Nuestras
estructuras democráticas actuales no pueden registrar y procesar los datos
relevantes a la velocidad necesaria, y la mayor parte de los votantes no
comprenden la cibernética ni la biología necesarias para formarse una opinión
pertinente
(…) los gobiernos
gestionan los países, pero no los lideran”.
En
resumen
1.
La primera revolución cognitiva conectó
un inmenso número de sapiens en una red de proceso de datos (aunque los
europeos procesaban la información de modo distinto a los chinos).
2.
La segunda fase comenzó con la revolución
de la agricultura y continuó con la invención de la escritura y el dinero
hace 5.000 años.
3.
En la tercera fase, que se prolongó hasta la revolución científica, los humanos soñaron con una red mundial.
Comenzó a materializarse en 1492 cuando los
españoles conectaron Eurasia con América.
Por
tanto, durante los pasados 70.000 años los humanos surgieron, luego se
separaron en distintos grupos y finalmente han vuelto a unirse.
Back home.
Los
dataistas opinan que todas las cosas buenas dependen de la libertad de
información. Y la gente desea estar dentro del círculo, aunque eso suponga
abandonar su privacidad, su autonomía y su individualidad:
“El individuo se
está transformando en un minúsculo chip dentro de un sistema gigante que nadie
comprende realmente”.
El
mundo homo-céntrico se está convirtiendo al data-centrismo.
El
cerebro humano es incapaz de asimilar los algoritmos maestros que procesan los
miles de millones de datos que los sapiens cedemos sin contemplaciones. Harari
nos invita a examinar críticamente esta perspectiva, pero evita mojarse.
Sugiere que el dataismo hará con el sapiens lo mismo que este hizo con los
animales (un downgrade).
Alcanzar
alguna conclusión será difícil porque ahora la desinformación no se basa en la
censura, sino en inundar al sistema con información irrelevante. Actualmente el poder está en manos de quien
sabe qué información se puede ignorar.
La
obra se clausura con tres preguntas:
1.
¿Son los organismos simples algoritmos y la vida es solo proceso de datos?
2.
¿Qué es más valioso, la inteligencia o la conciencia?
3.
¿Qué le sucederá a la sociedad, la política y la vida cotidiana cuando
algoritmos no conscientes, pero muy inteligentes, nos conozcan mejor a nosotros
que nosotros mismos?
¿Preparando
el terreno para la siguiente entrega?
P. S. Si pueden, vean el primer capítulo de la segunda temporada de ‘Black Mirror’. Lamentablemente, Harari parece desconocerlo.
good resume... and interesting thoughts. Leer a Harari es una estimulante lectura, quizás demasiado rimbombante... parece ciencia ficción vestida de racionalismo político.
ResponderEliminarGracias, Antonio. No es fácil encontrar una obra estimulante. El autor se esfuerza por que no parezca ciencia ficción. Otra cosa es que lo consiga, pero muchas de las cosas que discute las vemos por ahí hace tiempo. La gracia de su obra es que lo une casi todo en un cuadro que da que pensar. Saludos, R
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