Hace
unos meses, Nelson Cowan
publicó un artículo
on-line revisando las definiciones que, según él, se han usado, a menudo
sin confesarlo abiertamente, en la investigación sobre la memoria operativa (working memory). Después de considerar
la evidencia a la que tuvo acceso durante más de una década de darle vueltas a
este espinoso asunto, decidió describir y discutir nueve definiciones en este
breve artículo.
Sostiene
Nelson que es muy relevante ser claro con respecto a cómo se define una
determinada función psicológica, entre otras razones porque a menudo parece que
los investigadores discrepan cuando en realidad no es así. Personalmente no me
sorprende esta proliferación de definiciones. Las ciencias cognitivas son famosas
por la habilidad de sus practicantes para proponer algo ‘nuevo’ sirviéndose de
términos diferentes, para vender vino viejo en botellas nuevas.
Las
definiciones que enumera Cowan van desde las concepciones originales basadas en
el funcionamiento de los ordenadores hasta los modelos inclusivos que combinan
procesos atencionales y memoria a largo plazo, pasando por los modelos de
múltiples componentes, ecológicos o de propósito general (generic).
Una
de las partes más interesantes del artículo se basa en comentarios –que deben
leerse entre líneas—sobre la investigación del grupo de Randy Engle. Primero fue absolutamente necesario recurrir a la
atención para comprender la elevada correlación de la memoria operativa con la
inteligencia, pero cuando los hechos contradictorios comenzaron a amontonarse
en la puerta se tuvo que producir –casi ad
hoc—una concepción que incluyera a la memoria a largo plazo. El margen de
maniobra del grupo de Randy parece no tener límite. Los modelos están al
servicio de los caprichos del destino.
A
Nelson se le ve el plumero, aunque evitar mojarse abiertamente. Se muestra
partidario de la definición de propósito general (definición 6) que, por
cierto, mi propio
equipo de investigación lleva defendiendo, desde hace más de una década,
para el caso de la relación de la inteligencia con la memoria operativa. Esta
definición…
“Evita
cuidadosamente cualquier declaración sobre mecanismos o funciones que se alejen
de la retención temporal de información.
Las únicas declaraciones
que suscribe señalan a) que esa memoria está limitada (en cantidad), b) que la
información presente temporalmente en esa memoria está más disponible que el
resto de la información memorizada y c) que esa información es útil para el
procesamiento”.
Nelson
escribe que esta definición “sería atractiva para los investigadores con un enfoque
diferencial (e.g., Colom, Chuderski, & Santarnecchi, 2016) que
han observado altas correlaciones de la memoria operativa con la inteligencia
general, incluso cuando se consideran tareas que subrayan el simple almacenamiento
–siempre que se mida adecuadamente”.
Totalmente
de acuerdo. “Simplicidad,
agente Starling”—que diría Lecter.
Otra
de las notas interesantes discutidas por el autor de esta revisión es que la
combinación ‘almacenamiento + procesamiento’, que algunos han considerado crucial
para valorar la memoria operativa, en realidad es innecesaria. Por ejemplo, la
tarea de Running Span (que se basa
exclusivamente en el almacenamiento temporal) predice igual de bien el nivel
intelectual que las tareas duales (p. e. Operation
Span).
Al
compartir este artículo en Twitter, Guido Corradi llamó mi atención sobre
un post
escrito por Nelson en respuesta a comentarios de Oberauer o Morey, entre otros,
sobre su artículo centrado en las definiciones de la memoria operativa.
Klaus
Oberauer sostiene que aunque no haya una definición clara, lo relevante es que los
científicos saben cómo se mide la memoria operativa. Además, una definición
útil debe incluir detalles suficientes para estimular la investigación. Ninguna
de las que discute Cowan se adecúa a ese criterio de utilidad, según Oberauer.
El
comentario de Candice Morey confirma mi sospecha de que la definición que
Nelson favorece es la de propósito general. Aún así, insiste en que no es
necesario que la comunidad acuerde cuál es la mejor definición. Basta con que
su elección se haga explícita.
Estoy
de acuerdo con Klaus en que es más relevante consensuar cómo se debe medir la
memoria operativa que devanarse los sesos en producir una definición
universalmente aceptable –aunque Nelson lo niega, en realidad le encantaría
llegar a ese clímax cognitivo.
Y,
aún más importante, una vez exista ese consenso sobre cuáles son las medidas
estándar de memoria operativa, se deberían obtener pruebas sobre su validez
convergente y discriminante.
Los
científicos que se dedican a explorar los secretos de la memoria operativa
deberían poner un psicómetra en nómina.
Menos
cháchara y más números.
-->
No hay comentarios:
Publicar un comentario