Estuve
visitando el Instituto Fay y su
director, Carlos Gardeta, tuvo la amabilidad de dejarse entrevistar. Charlamos
durante casi dos horas sobre el pasado, el presente y el futuro de su centro,
así como los tratamientos que en él se materializan.
Roberto (R). Tengo entendido que llegaste a dedicarte a estos menesteres de
reconstruir el cerebro usando programas de estimulación por motivos personales.
Tu antigua dedicación era el derecho y la administración de empresas.
Carlos (C). Así es.
Colgué esta actividad cuando decidí dedicarme a ayudar a mi segundo hijo. Nació
con medio cerebro a consecuencia de una toxoplasmosis prenatal. Los médicos me
ofrecieron un diagnóstico que pronosticaba un futuro para él que yo me negué a
aceptar. No quise resignarme y me puse a investigar quién podría ayudarme. Así
acabé en el centro que había heredado uno de los discípulos de Temple Fay.
R. ¿Quién es Fay? Para mi es un
completo desconocido.
C. Fue un Catedrático
de Neurología y Neurocirugía que, inspirándose en Piaget y Cajal, desarrolló un
método para reconstruir cerebros dañados –por cualquier causa—mediante métodos
de Estimulación Multisensorial.
R. ¿Podrías explicarme en qué consisten
esos métodos?
C. Un normal
desarrollo durante la ontogenia supone recapitular nuestro pasado filogenético.
Desde los niveles más simples, que ya comienzan en el útero materno, hasta el
dominio de los sistemas básicos necesarios para un adecuado desenvolvimiento en
nuestro medio terrestre y cultura particular.
Nos basamos en un perfil evolutivo de la Organización Neurológica
como el que puede verse en la figura. El individuo se va desarrollando desde el
primer mes hasta el mes 72 de su vida, es decir, entre los 0 y los 6 años –más otro
año para madurar la lateralización. Ese desarrollo comienza por los centros que
comandan el sistema nervioso periférico y progresa hacia el sistema nervioso
central: cerebro medio y corteza (inicial, temprana, media y sofisticada).
Además, el programa general de intervención distingue claramente
las rutas de entrada y de salida de la información. Nuestras pruebas
observacionales valoran dónde se encuentra el individuo para deducir cuál es el
estado de cada una de sus redes cerebrales. Evaluamos aproximadamente 100 de
esas redes neuronales y actuamos según el perfil que obtenemos en cada caso.
R. ¿100 redes neuronales? ¿Quiere eso
decir que lo que se deriva de la investigación sobre ‘neural networks’, en la que se identifica un número bastante más
reducido del que tu señalas, puede andar desencaminada?
C. Es probable.
Nuestro programa de intervención adaptado al individuo logra unos resultados
que son consistentes con los supuestos de nuestro marco de referencia.
Aprovecho para comentarte que ese programa se ha ido simplificando en nuestro
centro con respecto al original de Temple Fay, que era demasiado engorroso y,
también, bastante caro. Nuestra versión es mucho más manejable, y, por
supuesto, razonablemente más económico para una familia de clase media.
R. ¿En qué se traduce lo de
‘razonablemente económico’?
C. Entre 200 y
250 € mensuales.
R. Dices que vuestro programa logra
resultados, pero ¿siempre?
C. Tu pregunta
toca hueso. Desde sus comienzos, allá por 1995, por nuestro centro han pasado
más de 4 mil personas. Todas han mejorado sensiblemente. Sin embargo, solamente
han completado el exigente programa en su totalidad alrededor de 130 pacientes.
Programa que, no lo dije antes pero vale la pena señalarlo ahora, es
generalmente aplicado por la madre del paciente, que es la persona más
programada por nuestra especie para llevarnos a la maduración de forma
incondicional y amorosa.
Pero, desgraciadamente, una abrumadora mayoría carece de la paciencia exigida para continuar con el programa el tiempo
necesario para que sea efectivo. El programa funciona, pero cuando se
aplica correctamente y se siguen fielmente los programas adecuados prescritos.
R. Si mis cálculos son correctos, eso
significa que la adherencia estricta al programa se encuentra alrededor del 3%.
O, lo que es lo mismo, un 97% no termina lo que empieza.
C. Es así. Me
temo que la gente prefiere soluciones rápidas y ejecutadas por terceras personas
para sus problemas y los de sus seres más queridos. Dedicar un tiempo todos los
días a estimular a tu niño siguiendo unas estrictas consignas de actuación,
requiere esfuerzo y sobre todo una persistencia a prueba de bombas. Hay que sudar la camiseta para alcanzar
resultados. En realidad no es distinto a, por ejemplo, lo que se le exige a
un deportista de cierto nivel. La
disciplina es fundamental, pero escasea.
R. ¿Por qué se estropea el cerebro del
individuo?
C. Por algún
exceso (p. e. estrés intenso y continuado) o por algún defecto genético (que
afecte al metabolismo de la célula) y por muerte suficientemente extensa de
neuronas (p. e. falta de oxígeno al nacer). Esos factores influirán tanto en el
número de neuronas como en el número de conexiones. Y las variaciones afectarán
en el estado de las 100 redes comentadas antes. Nuestra exploración clínica
comienza con un anamnesis, es decir, un análisis de las causas del problema.
Seguidamente hacemos la valoración funcional de cada una de las redes
neuronales y diseñamos el programa terapéutico adaptado a las deficiencias de
estas y las necesidades de cada paciente en particular.
R. ¿Te atreverías a decir que vuestro
programa es mejor que lo que se hace en otro tipo de centros?
C.
Absolutamente. Y eso por una simple razón: habitualmente se atacan los síntomas ignorando su origen, sus causas, que se
encuentran en las redes del cerebro que se han estropeado. Nuestro programa
aplica la estimulación para modificar las redes, de modo que una vez modificada
la causa los síntomas desaparecen.
R. ¿Significa eso que si pudiéramos
hacerle una resonancia a tus pacientes antes y después de la intervención
veríamos los cambios que se supone que se producen, por ejemplo, en las
conexiones entre regiones cerebrales?
C. No veo por
qué no debería ser así en el estado actual de la aparatología.
R. ¿Y por qué no lo has hecho?
Serviría para convencer a los escépticos de que el método funciona.
C. No tuve
oportunidad de hacer una investigación de ese tipo, pero se admiten sugerencias
para conseguir la financiación necesaria.
R. Quién sabe, a lo mejor un
benefactor con recursos lee esta entrevista y se anima.
C. Ojalá,
porque estoy plenamente convencido de que los resultados serían clarísimos.
La
entrevista incluyó muchos más detalles porque Carlos es un gran conversador y
basta con darle una mínima excusa para que siga hablando, pero estas pinceladas
pueden dar una idea de lo que se hace en Institutos Fay.
Comparto
la inclinación confesada en una ocasión por un
periodista norteamericano que se dedica a la divulgación científica, es
decir, la de ser un ‘cabrón escéptico’
(con perdón, pero son palabras literales), así que le pedí a Carlos que me
permitiera asistir a algunas sesiones en su centro. Aceptó encantado, así que
allá que iré para ver una sesión de primera toma de contacto y otra que se
encuentre en sus fases finales.
Seguiremos
informando.
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