Un
supuesto de los modelos evolucionistas es que los rasgos que contribuyen a la
supervivencia deben estar correlacionados. En los humanos se han observado
correlaciones positivas (aunque relativamente débiles) entre la capacidad intelectual
y, por ejemplo, la calidad
del esperma y la estatura.
Las
respuestas a la pregunta de por qué se producen esas correlaciones pueden ser
directamente genéticas (existe una correlación entre los alelos que influyen
sobre los rasgos fenotípicos) o no-genéticas (condiciones del ambiente como los
patógenos o la nutrición poseen un impacto similar compartido sobre los rasgos
fenotípicos).
El
conocido como emparejamiento
selectivo también puede tener algún papel. Desde esta perspectiva, en la
medida en la que el atractivo general resulta de la combinación de varios
rasgos sometidos a selección sexual, el emparejamiento de los miembros de la pareja
en ese atractivo supondrá, necesariamente, correlaciones positivas entre los
rasgos que contribuyen al atractivo.
Es
razonable esperar una correlación genética positiva entre capacidad intelectual
y belleza porque
a)
Ambos factores están influidos por un extenso número de genes, y, por tanto,
algunos de ellos pueden solaparse
b)
Los dos factores son valorados positivamente en las relaciones románticas, y,
por tanto, pueden estar sometidos a los efectos habituales derivados del
emparejamiento selectivo (el individuo inteligente elige parejas más bellas y
viceversa).
Se
han publicado algunos meta-análisis sobre la relación de la inteligencia con la
belleza, pero el valor resumen (r =
0.10) parece verse afectado por demasiados artefactos en los estudios
originales (distintas medidas de dudosa calidad, sesgo de publicación, etc.).
Un
artículo publicado
en 2015 en el que se usa un diseño genéticamente informativo intenta poner
orden. Se estudian dos muestras, la primera de casi 400 casos (LTS –Longitudinal Twin Study, Colorado, USA) y
la segunda de más de 1.300 (BATS –Brisbane
Adolescent Twin Study, Australia). El nivel intelectual se valora con test
estandarizados, como el Wechsler o la MAB. El nivel de belleza se valora a
partir de las fotografías de los individuos de ambas muestras. Los mismos jueces,
tanto varones como mujeres, valoran los casos del LTS y del BATS.
En
los análisis estadísticos se controló un gran número de covariables como, por
ejemplo, el índice de masa corporal, el nivel socioeconómico, el año de
nacimiento, el sexo o la presencia de acné, pero ninguna de ellas resultó relevante.
Para
rentabilizar la comparación de individuos que variaban por su parentesco
(gemelos idénticos versus fraternos) se descompuso la correlación fenotípica en
sus componentes genéticos y no-genéticos.
¿Cuáles son los resultados?
1.
La semejanza en belleza para los 296 pares de gemelos idénticos –expresada por
el índice de correlación—fue de 0.54, mientras que para los 585 pares de
gemelos fraternos esa correlación fue de 0.28 (obsérvese el extraño valor de la semejanza en belleza de personas idénticas).
2.
En el caso de la inteligencia (IQ) el valor de correlación para los gemelos
idénticos fue de 0.83, mientras que para los fraternos fue de 0.43.
3.
La correlación entre belleza e inteligencia fue de 0.02. Las estimaciones de la
influencia de los factores genéticos y no-genéticos (solamente del ambiente
específico, porque el familiar resultó irrelevante) también produjeron
resultados nulos.
La correlación fenotípica, tanto para la belleza como para la inteligencia,
es el doble en gemelos idénticos que en gemelos fraternos, hecho consistente con el nulo
efecto del ambiente compartido.
Los
autores reconocen que no se esperaban ese resultado. Si existe una relación de
la estatura con la inteligencia, por ejemplo, es llamativo que no la haya entre
ésta y la belleza facial. También reconocen el que personalmente considero
principal problema de esta investigación, es decir, el uso de fotografías para valorar la belleza. Mi reserva también se basa en el reducido valor de correlación para la semejanza en belleza de personas idénticas comentado antes.
Critican
el estudio
de Kanazawa del que me serví para responder la pregunta que me hizo un
medio de comunicación aquí en España sobre si las personas más inteligentes
son también más atractivas. Satoshi encontraba un patrón, débil pero real, en
sus datos, en los que se consideraron más de 15 mil personas. Según los autores
de este estudio lo que observa Kanazawa puede estar influido por alguna clase
de efecto halo. Los evaluadores interactuaban con los evaluados.
En
lugar de admitir que la estrategia empleada por Satoshi es claramente más
adecuada, puesto que en el mundo real
los individuos interactúan a distintos niveles para llegar a sus valoraciones
sobre los demás, el equipo que firma el artículo que estamos comentando se
embarca en una serie de explicaciones bastante bizarras para encontrar alguna
clave que de cuenta de sus nulos resultados. Por ejemplo, “las fuerzas evolucionistas que ejercen una
influencia positiva sobre la correlación genética de la inteligencia y la
belleza son anuladas por las fuerzas que ejercen una influencia negativa”.
What?
En
suma, a mi juicio, la estrategia para averiguar si existe o no una relación
significativa entre inteligencia y belleza requiere usar una aproximación
similar a la de Kanazawa. Basarse en una valoración centrada en fotografías me
resulta inadecuado. Es como comprarse una prenda de vestir en Amazon. Demasiado
arriesgado si no te lo has probado antes en una tienda.
-->
Una observación sencillota: en español tenemos dos palabras, una gemelos, cuando son hermanos del mismo óvulo (por tanto idénticos) y mellizos, cuando son de un mismo parto, pero de dos óvulos y son por eso como cualquier pareja de hermanos. En inglés solo hay una palabra (twin) y por eso tienen que aclarar
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