Se
acaba de publicar un artículo en el que se estudia la
relación de las diferencias de personalidad de un grupo de más de 500 personas
participantes en el Human Connectome Project (HCP) con sus
variaciones en una serie de propiedades de la corteza cerebral (área de superficie
y grosor cortical, entre otras).
Cuando
se miran los resultados se llega a una conclusión chocante: evidencias
heterogéneas y abundantes que obligan a los autores a aplicar una sustantiva
interpretación creativa.
Aún
así, se esfuerzan por resumir de la siguiente manera:
1.
La extraversión se asocia a un mayor grosor del precúneo y a una menor área del lóbulo temporal superior.
2.
La cordialidad (agreeableness) se asocia a un menor grosor
de la corteza prefrontal y a una menor área del
giro fusiforme.
3.
La responsabilidad (conscientiousness) se asocia a un mayor grosor y a una menor
área de las regiones prefrontales.
4.
El neuroticismo se asocia a un mayor grosor y una menor área
de las regiones prefrontales y temporales.
5.
La apertura a la experiencia (openness) se asocia a un menor grosor y una mayor área
de las regiones prefrontales y parietales.
Los
autores concluyen que una gran parte de los efectos observados se localizan en
la corteza prefrontal: “este hecho puede significar que los rasgos básicos de la
personalidad humana se encuentran asociados a habilidades socio-cognitivas de
alto nivel, así como a la capacidad para modular las respuestas afectivas
básicas”.
Ignoro
cómo les suena a ustedes esta declaración, pero a mi me sorprende
negativamente. Quizá porque soy un dinosaurio en el campo de la Psicología
diferencial, disciplina científica que lleva explorando las diferencias
individuales de personalidad desde hace un siglo –década arriba, década
abajo—pero lo que cabe esperar es que los
rasgos básicos de la personalidad humana se encuentren más asociados a
habilidades socio-cognitivas de bajo
nivel.
La
neocorteza tendría algún papel, si acaso, en el control de las respuestas de la
paleocorteza. Pero no veo ningún intento en este artículo de explorar esa clase
de mecanismos interactivos, extensamente estudiados por autores clásicos en el
campo como H. J. Eysenck.
Así,
por ejemplo, las diferencias individuales en el rasgo neuroticismo se podrían
explicar –al menos en parte—por el éxito o el fracaso del mecanismo de control que
ejercen los procesos de alto nivel sobre los impulsos provenientes del sistema
límbico.
Todos
los individuos experimentan la emocionalidad que suscita la vivencia directa de
un grave accidente de tráfico, pero las reacciones varían extraordinariamente.
Algunos quedarán paralizados porque son inundados por un torrente emocional
(son emocionalmente inestables o neuróticos), mientras que otros serán capaces de
sobreponerse y socorrer eficientemente a los accidentados (son emocionalmente
estables).
Las
diferencias entre neuróticos y emocionalmente estables serán irrelevantes
cuando las circunstancias vitales sean neutrales, carezcan de tinte emocional.
Sin embargo, cobrarán un extraordinario protagonismo cuando la balanza se
desequilibre. Será entonces cuando se revelen, en toda su magnitud, las
diferencias latentes de personalidad.
Algo
similar a la mayor o menor relevancia que pueden tener las diferencias
individuales de fuerza muscular. Cuando el peso que se debe levantar es leve,
esas diferencias serán irrelevantes. Pero serán verdaderamente importantes
cuando se tenga que desplazar un objeto pesado.
Finalmente,
lo que los resultados observados en esta investigación pueden significar se
relaciona con algo que insinúan los propios autores: “nuestro trabajo se basa en auto-informes que,
inevitablemente, expresan cómo los individuos valoran su propia conducta. La
investigación futura debería usar distintos informadores para valorar la
personalidad de los individuos”.
Es
decir, los individuos responden a preguntas sobre su personalidad sirviéndose,
lógicamente, de procesos cognitivos de alto nivel. El hecho de que sean aquí
masivos los resultados asociados a la corteza frontal y parietal, puede estar
relacionado con que son precisamente esas regiones las que usualmente soportan
las funciones mentales superiores.
Finalmente,
permítanme comentar que hubiera sido realmente interesante explorar las
conexiones entre las regiones identificadas usando algún método de tractografía
basado en el análisis de la sustancia blanca.
En
este sentido, acabamos de terminar una investigación en nuestro equipo sobre
estos rasgos básicos de la personalidad humana, pero, en nuestro caso,
combinamos evidencias de sustancia gris y de sustancia blanca. Ambos índices
ofrecen una relevante información.
En
concreto, observamos que la extraversión se asociaba al área de superficie en
la corteza occipital, mientras que el neuroticismo se asociaba al grosor
cortical en el lóbulo parietal. Por otro lado, la apertura mental se asociaba a
las diferencias individuales en la integridad de la materia blanca que conecta
las regiones posteriores y anteriores del cerebro.
Por
tanto, la variaciones de sustancia gris en regiones que codifican (occipital) e integran (parietal) información se vinculan a rasgos temperamentales básicos (extraversión
y neuroticismo), mientras que las conexiones estructurales de larga distancia que llevan la información desde las regiones posteriores a las anteriores (frontal) del cerebro se asocian al rasgo de personalidad más vinculado a los procesos de alto nivel
(apertura mental).
El
campo de la neurociencia de la personalidad (personality neuroscience) está todavía en pañales, como reconocen
los autores del artículo que estamos comentando: “la relación de las diferencias individuales en
los rasgos de la personalidad y la variabilidad en la estructura y
funcionamiento cerebral se nos sigue escapando y se encuentra mal caracterizada
(…) los resultados observados en distintos estudios son fragmentarios (p. e. no
valoran sistemáticamente los correlatos cerebrales de los cinco rasgos básicos
de la personalidad) y son a menudo conflictivos”.
Aún
así, no cabe duda de que se irán afinando las aproximaciones al problema básico
de investigación. Espero que sean progresivamente menos exploratorios y más
orientados por sólidas teorías y modelos conceptuales como la propuesta por el
Profesor de la UB, J. M. Lluis Font.
La
claridad de ideas es fundamental.
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