Russell T. Warne publica un
artículo en ‘Gifted Child Quarterly’
en el que se enumeran y discuten cinco razones para recuperar la inteligencia
general (g) en la investigación educativa
sobre la superdotación. Son las siguientes:
1.-
Es uno de los constructos mejor estudiados de la Psicología.
2.-
Los educadores saben más sobre cómo ajustar los planes educativos según la
inteligencia que sobre otros factores psicológicos.
3.-
Anclar la investigación en teorías factoriales de la inteligencia como la CHC
refuerza los enlaces de la Psicología con la educación de los superdotados, aumentando así la relevancia de esta última para los demás profesionales.
4.-
La inteligencia es un excelente predictor de resultados vitales a largo plazo.
5.-
Muchos aspectos de la educación de los superdotados –como la planificación del
curriculum y la infra-identificación—se comprenden mejor cuando se consideran
en relación a la inteligencia y a las capacidades cognitivas asociadas.
Warne
denuncia que, en el momento actual, los líderes en el campo de la educación de
los superdotados evitan discutir el papel de la inteligencia por la influencia
de autores como Sternberg o Gardner. Autores tan influyentes como Renzulli o
Gagné rechazan usar el término ‘inteligencia’.
Su
artículo pretende contribuir a arreglar esta extraña coyuntura, así como a
promover la fluidez de las relaciones entre quienes trabajan en superdotación y
el estudio de la inteligencia en general:
“La mayor parte de
los expertos en la educación de los superdotados apenas han contribuido a la
investigación de la inteligencia.
Se les ha criticado por
ignorar estudios clave y por realizar una investigación de espaldas a los
principales avances en el campo de la inteligencia”.
El
autor conecta las prácticas de aceleración usuales en la educación de
superdotados con la teoría CHC, señalando que las prácticas deberían acomodarse
al nivel en el que se sitúa el alumno (desde el situado en la parte baja de la
jerarquía –estrato I—al ubicado en la cima –estrato III). Según la teoría, la
individualización es fundamental para comprender los perfiles de cada alumno,
considerando los distintos estratos y vinculando el resultado a las necesidades
específicas de intervención en cada caso.
De
un modo valiente, Warne discute la mayor o menor presencia de distintos grupos
étnicos en los programas de superdotados. Los asiáticos están claramente sobre
representados, mientras sucede lo contrario con los afroamericanos. Este hecho
encaja con los resultados acumulados en otras variantes vinculadas a la
investigación de la inteligencia. Ignorar esos resultados conduce a
cuestionables posturas:
“La causa de esa
desigual representación en los programas tiene su origen más allá del proceso
de identificación, en aspectos como la historia educativa del alumno, el nivel
socioeconómico o su historia vital”.
En
la sección final del artículo, el autor subraya apropiadamente una serie de
cautelas:
1.-
Valorar la inteligencia humana no supone suscribir una definición de
superdotación basada exclusivamente en el CI.
2.-
La inteligencia no es el único ingrediente del éxito en la vida (es una
ventaja, no una garantía).
3.-
Usar la teoría CHC no requiere una medición exhaustiva.
4.-
La medida de la inteligencia no es perfecta (los test no son infalibles).
En
resumen, Warne hace un excelente trabajo en su artículo para recuperar en el
campo de la superdotación el venerable constructo psicológico de la
inteligencia general (g) y las
capacidades cognitivas asociadas. La teoría CHC ayuda a organizar conceptualmente
la información disponible y contribuye a orientar la investigación y la
práctica educativa. Los resultados de la investigación básica de la
inteligencia hecha en las últimas décadas serían particularmente útiles para
quienes se dedican a la superdotación.
Aprovecharse
de los conocimientos acumulados por la ciencia es sabio. Darle la espalda a lo
que se sabe es destructivo y dificulta avanzar con paso seguro. Subrayar las
discrepancias contribuye a ganar identidad, pero si lo que se desea es mejorar
nuestra comprensión de un determinado fenómeno, centrarse en las concordancias
puede ser bastante más eficiente. Desde esta perspectiva, aplaudo sin reservas
la iniciativa de Russell.
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