domingo, 2 de octubre de 2016

Una entrevista sobre las emociones (Parte 4 de 4)

FGM: Quiero abordar un último tema que me parece especialmente relevante. Un rasgo de los psicópatas es que tienen una vida emocional muy superficial, careciendo en algunos casos totalmente del sentimiento moral básico de la empatía. En algunos casos son personas muy inteligentes, lo que queda reflejado en figuras emblemáticas como Aníbal Lecter,  al que tú has mencionado anteriormente, o cualquier otro asesino en serie. ¿Crees que estas personas son enfermos mentales y que, por tanto, deben ser recluidos en lugares especializados hasta que se curen, o son personas moralmente responsables a las que se debe aplicar un castigo como a cualquier otro asesino?

RC: Algo que suele pasarse por alto es que los psicópatas no son, en absoluto, incapaces de mostrar emociones. Sienten ira, satisfacción o placer. Además, presentan una elevada autoestima. El psicópata presenta una experiencia atenuada de la ansiedad y el miedo, pero no del resto de los estados emocionales. Mientras que la mayor parte de los mortales tenemos miedo a muchas cosas, ellos no.

Antes hemos comentado que el proceso de socialización depende del castigo de aquellas conductas que consideramos antisociales. El castigo funciona mediante la inhibición de impulsos. Cuando la tentación se presenta, el individuo con bajo temor no reactivará la sensación de miedo que produce la inhibición de la conducta.

Hace ahora más de 60 años, Hervey Cleckley escribió un fascinante libro titulado “La Máscara de la Cordura”. En él relataba los casos que había tratado en su consulta, es decir, personas de buena familia, inteligentes y racionales, individuos sanos de mente y cuerpo, pero con una tendencia irrefrenable hacia la conducta antisocial. Su temor a las consecuencias de sus acciones resultaba nulo.

El psicópata es superficialmente encantador y presenta una inteligencia media o alta, los delirios u otros signos de pensamiento irracional están ausentes, es mentiroso, carece de remordimientos, es egocéntrico, y sus relaciones afectivas y sexuales son impersonales. Este perfil se ajusta mal a un individuo con una psicopatología que le incapacite para vivir adaptativamente en nuestra sociedad.

El temperamento del psicópata es común al villano y al héroe. Los profesionales apenas tenemos dudas cuando declaramos que el villano es moralmente responsable, y, por tanto, debe ser juzgado conforme a los cánones de cualquier criminal que es consciente de lo que ha hecho. Los psicópatas más conocidos de la historia de la criminología, como Ted Bundy, Ed Kemper o Gary Gilmore son absolutamente conscientes de sus actos, tanto que sus declaraciones producen verdaderos escalofríos morales. Las palabras de Kemper pueden servir de ejemplo:

Algo me atrae hacia Mary. Representa precisamente lo que me impulsa a cometer esos crímenes. Es altiva, algo desdeñosa. Veo a una joven, ni bonita ni fea. Una californiana. Y se muestra distante conmigo. Mary es experta en autoestopismo. No quería subir al coche cuando me detuve, pero yo había perfeccionado una técnica infalible. Miro siempre mi reloj, con el aire de alguien que se dice: “¿Tengo tiempo de detenerme?”. Es increíble lo bien que esto funciona. Mary sube con su compañera. La observo por el retrovisor y ella me mira a los ojos. Llevo gafas de sol que no son totalmente opacas. Nuestras miradas se cruzan y en vez de preguntarme por qué la miro y de decirme que sería mejor que me detuviera para dejarlas apearse, continúa examinándome. Eso es parte del juego. Era parte de mis fantasías eso de recoger autoestopistas para matarlas, pero hasta entonces siempre había ido aplazando la realización. Maldigo mi debilidad. Me digo que debo decidirme a actuar. Es algo así como la ruleta rusa, excepto que no arriesgo mi vida. Flirteo constantemente con el peligro, es excitante. Sé que si saco mi arma tendré que matarlas. No puedo dejarlas escapar. Demasiado peligroso. Mary me hace caer en el crimen a causa de su refinamiento, de la distancia que establece entre nosotros. No puedo soportarlo”.

Y no se trata únicamente de un producto estadounidense. Hace 10 años fue tristemente famoso en nuestro país el crimen del rol. Las siguientes son unas declaraciones extraídas del diario de uno de los criminales:

El asesinato debió durar ¡20 minutos! ¡joder! ¡qué timo el de las películas y libros, macho! Nos lavamos bien, decidimos tirar mis pantalones (también se habían manchado), brindamos, nos felicitamos, nos reímos, y me fui para mi casa, donde me cambié de pantalones y metí los viejos en una bolsa, que escondí en un cajón. Mis sentimientos eran de una paz y tranquilidad espiritual total: me daba la sensación de haber cumplido con un deber, con una necesidad elemental que por fin era satisfecha. Me sentí alegre y contento con mi vida, desde hace un tiempo repugnante”.

La actitud de este personaje durante el juicio resultó acorde con estas palabras. Fue hallado culpable, naturalmente.

No son personas mentalmente enfermas, aunque, desde luego, nos resulta difícil pensar en esos términos. ¿Cómo es posible que no tengan un trastorno mental? Pero no lo tienen, saben lo que hacen.

Es fácil para nosotros, el común de los mortales, aceptar que en nuestro mundo hay personas verdaderamente buenas, personas de noble corazón incapaces de matar una mosca. Sin embargo, nos cuesta aceptar el reverso, es decir, que la maldad también está entre nosotros. Pero así es.

¿Podemos “curar” a un psicópata antisocial y devolverle a la sociedad? Siento ser pesimista, pero pienso, sinceramente, que la respuesta es negativa. Es una persona peligrosa que debe estar bajo control.

¿Podemos aplicarnos para tratar de prevenir la aparición del psicópata antisocial? La respuesta es rotundamente positiva puesto que somos capaces de producir héroes a partir del mismo “material genético”.  Hagámoslo.

FGM: Termino ya con una pregunta que quería plantearte, pero que además tú mismo me has puesto en bandeja. ¿Qué papel desempeñan las emociones en llegar a ser una buena persona, o en dejar de serlo?

RC: La emoción es una agitación del ánimo producida por ideas, recuerdos, sentimientos o pasiones. El ánimo puede identificarse con la vida psíquica. Los recuerdos son evocaciones mentales que recuperan eventos ausentes. Los sentimientos resultan de los movimientos afectivos del ánimo. Las pasiones suponen padecer, constituyen una inclinación vehemente del ánimo.

Estas aclaraciones terminológicas sirven realmente de poco para responder tu inquietante pregunta. Ser o no ser una buena persona está fuertemente relacionado con nuestra personalidad y esta cambia con dificultad. Nuestra personalidad se asienta sobre el temperamento y este nos viene dado en gran medida, como sucede con el color de nuestros ojos, la forma de la nariz o el tamaño craneal.

El hombre no es bueno por naturaleza. Tampoco gracias a ella es malo. Hay personas buenas, malas y ambivalentes. Si lográsemos descubrir el origen de esas diferencias individuales quizá pudiéramos poner a punto un modo concreto de responder a tu pregunta. Pero, por desgracia, desde mi punto de vista, la Psicología se ha despistado durante años tratando de averiguar si el hombre es bueno o malo por naturaleza, olvidando que, sencillamente, ese hombre no existe.

Por consiguiente, para responder tu pregunta debo basarme en evidencias indirectas. Ser una buena o una mala persona depende tanto del propio temperamento como de las circunstancias que experimentamos. Ortega escribió “yo soy yo y mis circunstancias”, sentencia que se encuentra bastante próxima a lo que trato de decir. La diferencia estriba en que quizá no resulte claro para Ortega que mis circunstancias dependen bastante de mi yo.

Actualmente sabemos que un chaval de natural agresivo es quien propende a buscar programas violentos en la TV. Si no hubiera programas de ese tipo, entonces buscaría comics, revistas, webs o amistades que gustasen de realizar actividades de corte agresivo. Un chaval verdaderamente agresivo que vive con unos padres que tratan de hacerle entrar en razón, se mofará seguramente de esos vanos intentos. Comportarse cordialmente con él, resaltando todo lo bueno y pacífico que hay en el género humano, tendrá, posiblemente, el resultado inverso al esperado. Los grandes asesinos de la historia han asistido a escenas en las que sus víctimas han suplicado por sus vidas, expresando una emocionalidad que habría compadecido a la mayoría de nosotros. Pero no a ellos.

La historia, ya clásica, contada por Stanley Kubrick en “La Naranja Mecánica” pone un dedo en alguna llaga. Un chaval extremadamente violento, que, por cierto, actúa acompañado de una serie de colegas, es sometido a un tratamiento aversivo en el que se asocian escenas de violencia con sensaciones físicas brutalmente desagradables. El chaval abandona su tendencia violenta para convertirse en un cordero dentro de un mundo en el que los lobos no le perdonan. Kubrick se percata de que no se puede hacer entrar en razón al chaval, por lo que propone un tratamiento que apela a mecanismos basales cuyos daños colaterales resultan sobradamente conocidos.

Las emociones positivas y negativas están ahí y cada uno de nosotros posee una determinada dosis de ambas. Tratar de potenciar las emociones positivas y de anular las negativas, nos convertirá en candidatos perfectos a ser devorados por los lobos. En principio, se podría manipular nuestra naturaleza, pero ¿sería legítimo?

Si la moral es la doctrina de la conducta y de las acciones humanas, según su bondad o malicia, entonces ser una buena o una mala persona realmente consiste en comportarse bondadosa o maliciosamente. Las reglas de conducta deberían asegurarnos que se hace lo que se debe. En determinados casos esas reglas deberán ser impuestas, mientras que en otros bastará con expresarlas. Un modo de lograr que una imposición tenga efecto es que el receptor sienta verdadero temor ante la tentación de hacer algo indebido, es decir, tenga miedo a las consecuencias de sus ilegítimas acciones. Suponer que todo el mundo actuará conforme a las normas morales es una insensatez, pero hay que tener presente que es igualmente absurdo asumir que todo el mundo actuará en su contra.


1 comentario:

  1. Releída la entrevista, me vuelve a parecer una buena entrevitas por parte de los dos. Es curioso, ahora mismo estoy dirigiendo una tesis doctoral de un colombiano que quiere explorar la maldad en condiciones de violencia extrema y sistemática (guerrila colombiana como telón de fonfo) y el papel que las emociones desempeñan en la formación de la conciencia moral y en la posibilidad de recuperar a quienes se han sumido en conductas muy malas. Le enviaré la entrevista. Seguro que le sirve.

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