viernes, 30 de septiembre de 2016

Una entrevista sobre las emociones (Parte 3 de 4)

FGM: La aclaración sobre la génesis de la obra de Goleman es sugerente y reveladora, pero obviamente no contesta la pregunta que yo hacía: ¿a qué se debe que en estos momentos todo el tema de la inteligencia emocional tenga tanta aceptación? Incluso, si lo que se edita es un libro como el que tú has publicado recientemente con Alejandra Vallejo-Nágera, “Tú inteligencia. Cómo entenderla y mejorarla”, la primera edición se agota rápidamente, en el que efectivamente no se acepta esa distinción tajante entre inteligencia emocional e inteligencia bruta

RC: El ansia de novedad es una característica muy humana, pero también ortogonal a la ciencia. El mensaje de Goleman y otros autores se ha querido considerar novedoso, pero no lo es. Hace tiempo que los psicólogos sabemos que la inteligencia y la personalidad son factores psicológicos que pueden ser tratados por separado. En determinados casos, una persona brillante intelectualmente pueda presentar graves problemas en su mundo emocional. Sin embargo, de aquí no se sigue que usualmente sea así. El hecho es que la gestión emocional resulta generalmente más eficiente en personas más inteligentes.

Tu pregunta concreta invita a ser evitada porque no disponemos de evidencias para responder con seguridad. Pero si me pides mi opinión personal, entonces diría que la clave es que se ha puesto de moda, simple y llanamente. No considero que ahora sea más importante que hace 50 años. En absoluto. Quizá algunos piensen que el componente emocional es más moldeable que la parte bruta de la inteligencia. Sin embargo, eso no es así. La primera es tan moldeable, o tan poco moldeable, como la segunda.

El libro al que haces referencia en tu pregunta fue preparado por Alejandra y por mí precisamente para hacer llegar al público general el importante mensaje de que se puede y se debe cuidar nuestra inteligencia, tanto en su vertiente racional o emocional, evitando pensar que basta con atender a la una o la otra. Tal y como comentamos en ese libro, la inteligencia es nuestra mejor aliada en una sociedad con las características que actualmente la definen. Naturalmente, atender a las emociones es relevante para actuar apropiadamente en esa sociedad, pero no más relevante que cuidar y potenciar otras capacidades de nuestra inteligencia. Pretendemos ayudar expresamente a los ciudadanos a tomar conciencia de este hecho y a actuar en consecuencia. Y, por cierto, no nos vamos por las ramas, sino que expresamos explícitamente qué hacer y por qué hacerlo, de modo que cualquier persona interesada pueda captarlo y aplicarlo. Como comentas, parece que el resultado ha sido positivo y que el ciudadano de nuestro país se ha mostrado receptivo; vamos a por la cuarta edición……

FGM: Hace un par de décadas surgió una interesante polémica en la filosofía moral. Carol Gilligan llamó la atención sobre el androcentrismo que inspiraba la teoría moral de Kant, seguida por Piaget y Kohlberg en sus implicaciones para la educación moral. Según ella, Kant no había tenido en cuenta el punto de vista femenino, más centrado en el cuidado personal que en el sentimiento del deber como cumplimiento de las leyes universales de la moral. Desde entonces se ha escrito mucho sobre el “caring thinking” y se ha reivindicado las diferencias de género en la vida emocional. Sé que tu has trabajado ese tema y has publicado un libro recientemente en colaboración con María Jayme Zaro. ¿Consideras que, como mantiene Gilligan y otras personas, existen diferencias de género en la vida emocional?

RC: María y yo trabajamos durante bastante tiempo en el libro “Qué es la Psicología de las Diferencias de Sexo” porque pensamos que sería interesante ofrecer al público general una visión científica, pero fácil de entender, sobre las diferencias de sexo en una variada serie de factores físicos y psicológicos. Existen algunos libros de divulgación que han tratado esta cuestión y los medios de comunicación también la consideran regularmente. La ciencia lleva varias décadas estudiando estas diferencias de sexo y los hallazgos son verdaderamente interesantes, aunque habitualmente se encuentran fuera del alcance de los lectores interesados.

Comenzamos enfatizando el hecho de que el término “diferencias de sexo” es engañoso, puesto que los estudios están diseñados para revelar una diferencia promedio entre mujeres y varones si existe, pero igualmente para señalar si esa diferencia es irrelevante. En consecuencia, el estudio puede destacar tanto la presencia como la ausencia de diferencias, tanto una diferencia como una semejanza entre ellas y ellos.

El capítulo dedicado a los factores de personalidad es extenso y abundante en detalles, pero tratamos de condensar las semejanzas y diferencias observadas, dentro y fuera de España, a través de la aseveración, derivada empíricamente, de que los varones son, en promedio, más instrumentales que las mujeres, mientras que ellas son, también en promedio, más expresivas que ellos. ¿De dónde proviene esta conclusión general?

Los varones se muestran más asertivos, es decir, más dominantes, animosos y socialmente destacados. Ellas son más ansiosas (aprensivas, temerosas, nerviosas, tensas y volubles), vulnerables (dificultades para luchar contra las situaciones de estrés), gregarias (gustan de la compañía de los demás), modestas (humildes y procuran pasar desapercibidas), francas (sinceras e ingenuas), altruistas (se preocupan por el bienestar de los demás) y cordiales (afectuosas y amistosas). Conviene destacar que estas evidencias resultan de lo que ellas y ellos responden a una serie de inventarios cuidadosamente diseñados para obtener la información precisa. Por tanto, no son conclusiones que estén sujetas a la interpretación del científico, sino a la simple corrección de unos protocolos de respuesta.

La mayor asertividad promedio de los varones es congruente con su más alta instrumentalidad, mientras que las facetas señaladas para el caso de las mujeres sugieren que están más orientadas a los demás y a las relaciones sociales cálidas, es decir, son más expresivas. Naturalmente, esta diferencia promedio es consistente con una respuesta positiva a tu pregunta.

En cualquier caso, conviene no dejarse engañar por el carácter promedio de esa diferencia de sexo. Indudablemente hay varones más expresivos que algunas mujeres y bastantes mujeres son más instrumentales que determinados varones. La conclusión que María y yo extraemos del elevado número de evidencias empíricas consideradas es que, en la práctica, lo relevante es de qué varón y de qué mujer estamos hablando. No es cierto que las mujeres sean de Venus y los varones de Marte –ambos viven en el planeta Tierra—y tampoco que ellos no escuchen o que ellas sean incapaces de interpretar un mapa. Las diferencias que separan a una mujer de otra mujer tomada al azar de la población, son sustancialmente mayores que la diferencia promedio entre ellas y ellos. Esta conclusión atenta contra los estereotipos extendidos por doquier en nuestra sociedad, lo que implica necesariamente que la investigación científica de las diferencias de sexo ha contribuido a revelar que las semejanzas entre ellos y ellas son más notables que sus diferencias.

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