FGM: La aclaración sobre la génesis de la obra de
Goleman es sugerente y reveladora, pero obviamente no contesta la pregunta que
yo hacía: ¿a qué se debe que en estos momentos todo el tema de la inteligencia
emocional tenga tanta aceptación? Incluso, si lo que se edita es un libro como
el que tú has publicado recientemente con Alejandra Vallejo-Nágera, “Tú
inteligencia. Cómo entenderla y mejorarla”, la primera edición se agota
rápidamente, en el que efectivamente no se acepta esa distinción tajante entre
inteligencia emocional e inteligencia bruta
RC: El ansia de novedad es una característica muy humana, pero
también ortogonal a la ciencia. El mensaje de Goleman y otros autores se ha
querido considerar novedoso, pero no lo es. Hace tiempo que los psicólogos
sabemos que la inteligencia y la personalidad son factores psicológicos que
pueden ser tratados por separado. En determinados casos, una persona brillante
intelectualmente pueda presentar graves problemas en su mundo emocional. Sin
embargo, de aquí no se sigue que usualmente sea así. El hecho es que la
gestión emocional resulta generalmente más eficiente en personas más
inteligentes.
Tu pregunta concreta invita a ser evitada porque no disponemos de
evidencias para responder con seguridad. Pero si me pides mi opinión personal,
entonces diría que la clave es que se ha puesto de moda, simple y llanamente.
No considero que ahora sea más importante que hace 50 años. En absoluto. Quizá
algunos piensen que el componente emocional es más moldeable que la parte bruta
de la inteligencia. Sin embargo, eso no es así. La primera es tan moldeable, o
tan poco moldeable, como la segunda.
El libro al que haces referencia en tu pregunta fue preparado por
Alejandra y por mí precisamente para hacer llegar al público general el
importante mensaje de que se puede y se debe cuidar nuestra inteligencia, tanto
en su vertiente racional o emocional, evitando pensar que basta con atender a
la una o la otra. Tal y como comentamos en ese libro, la inteligencia es
nuestra mejor aliada en una sociedad con las características que actualmente la
definen. Naturalmente, atender a las emociones es relevante para actuar
apropiadamente en esa sociedad, pero no más relevante que cuidar y potenciar
otras capacidades de nuestra inteligencia. Pretendemos ayudar expresamente a
los ciudadanos a tomar conciencia de este hecho y a actuar en consecuencia. Y,
por cierto, no nos vamos por las ramas, sino que expresamos explícitamente qué
hacer y por qué hacerlo, de modo que cualquier persona interesada pueda
captarlo y aplicarlo. Como comentas, parece que el resultado ha sido positivo y
que el ciudadano de nuestro país se ha mostrado receptivo; vamos a por la
cuarta edición……
FGM: Hace un par de décadas surgió
una interesante polémica en la filosofía moral. Carol Gilligan llamó la atención sobre el androcentrismo que
inspiraba la teoría moral de Kant,
seguida por Piaget y Kohlberg en sus implicaciones para la
educación moral. Según ella, Kant no había tenido en cuenta el punto de vista
femenino, más centrado en el cuidado personal que en el sentimiento del deber
como cumplimiento de las leyes universales de la moral. Desde entonces se ha
escrito mucho sobre el “caring thinking”
y se ha reivindicado las diferencias de género en la vida emocional. Sé que tu
has trabajado ese tema y has publicado un libro recientemente en colaboración
con María Jayme Zaro. ¿Consideras
que, como mantiene Gilligan y otras personas, existen diferencias de género en
la vida emocional?
Comenzamos enfatizando el hecho de que el término “diferencias de
sexo” es engañoso, puesto que los estudios están diseñados para revelar una
diferencia promedio entre mujeres y varones si existe, pero igualmente
para señalar si esa diferencia es irrelevante. En consecuencia, el estudio
puede destacar tanto la presencia como la ausencia de diferencias, tanto una diferencia
como una semejanza entre ellas y ellos.
El capítulo dedicado a los factores de personalidad es extenso y
abundante en detalles, pero tratamos de condensar las semejanzas y diferencias
observadas, dentro y fuera de España, a través de la aseveración, derivada
empíricamente, de que los varones son, en promedio, más instrumentales que las
mujeres, mientras que ellas son, también en promedio, más expresivas que ellos.
¿De dónde proviene esta conclusión general?
Los varones se muestran más asertivos, es decir, más dominantes,
animosos y socialmente destacados. Ellas son más ansiosas (aprensivas,
temerosas, nerviosas, tensas y volubles), vulnerables (dificultades para luchar
contra las situaciones de estrés), gregarias (gustan de la compañía de los
demás), modestas (humildes y procuran pasar desapercibidas), francas (sinceras
e ingenuas), altruistas (se preocupan por el bienestar de los demás) y cordiales
(afectuosas y amistosas). Conviene destacar que estas evidencias resultan de lo
que ellas y ellos responden a una serie de inventarios cuidadosamente diseñados
para obtener la información precisa. Por tanto, no son conclusiones que estén
sujetas a la interpretación del científico, sino a la simple corrección de unos
protocolos de respuesta.
La mayor asertividad promedio de los varones es congruente con su
más alta instrumentalidad, mientras que las facetas señaladas para el caso de
las mujeres sugieren que están más orientadas a los demás y a las relaciones
sociales cálidas, es decir, son más expresivas. Naturalmente, esta diferencia
promedio es consistente con una respuesta positiva a tu pregunta.
En cualquier caso, conviene no dejarse engañar por el carácter
promedio de esa diferencia de sexo. Indudablemente hay varones más expresivos
que algunas mujeres y bastantes mujeres son más instrumentales que determinados
varones. La conclusión que María y yo extraemos del elevado número de
evidencias empíricas consideradas es que, en la práctica, lo relevante es de
qué varón y de qué mujer estamos hablando. No es cierto que las mujeres sean de
Venus y los varones de Marte –ambos viven en el planeta Tierra—y tampoco que
ellos no escuchen o que ellas sean incapaces de interpretar un mapa. Las
diferencias que separan a una mujer de otra mujer tomada al azar de la
población, son sustancialmente mayores que la diferencia promedio entre ellas y
ellos. Esta conclusión atenta contra los estereotipos extendidos por doquier en
nuestra sociedad, lo que implica necesariamente que la investigación científica
de las diferencias de sexo ha contribuido a revelar que las semejanzas entre
ellos y ellas son más notables que sus diferencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario