Recientemente
se ha publicado una versión remasterizada de una perspectiva conceptual sobre
el factor general de inteligencia (g)
en el que se evita recurrir a concepciones unitarias: g se podría explicar por la interacción entre una serie de procesos
cognitivos independientes que se solapan (Process Overlap Theory, POT). g es una propiedad emergente del famoso
solapamiento positivo observado cuando una muestra representativa de la
población resuelve problemas cognitivos variados: quien es más eficaz al
resolver algunos de esos problemas, propende a serlo al resolver los demás. Y
al revés. Es un fenómeno famoso porque recoge el resultado más replicado de la Psicología. Conviene recordarlo en
esta época en la que se cuestiona si los resultados psicológicos son
replicables. Algunos claramente lo son. Otros no.
Los
autores de esa teoría son el húngaro K. Kovacs y el norteamericano A. Conway (K
& C). El extenso artículo en el que se presentan los pormenores de la POT
va acompañado por una serie de comentarios de P. L. Ackerman, N. Cowan, I.
Deary, D. K. Detterman, J. R. Flynn, L. S. Gottfredson, R. J. Haier, H. J. J.
van der Maas, S. B. Kaufman, K. Oberauer, R. J. Sternberg y quien esto escribe.
Según
la POT, los test cognitivos exigen procesos ejecutivos de carácter general (domain-general) –identificados en la
investigación sobre la memoria operativa (working
memory)—y procesos de carácter específico (domain-specific). Los procesos ejecutivos son requeridos más a
menudo que los específicos. Los autores construyen un modelo multidimensional
de respuesta al ítem y un modelo estructural que representan la teoría, pero
también discuten los mecanismos neurales que se supone subyacen a los procesos
que se solapan.
La
teoría propone que el solapamiento positivo, y, por tanto, el factor g, emerge de una batería de tareas que
exigen varios procesos de carácter general que se solapan. Los procesos
ejecutivos son los que se solapan en mayor grado y constituyen un cuello de
botella, imponen una limitación general al sistema cognitivo. No se pone en
duda el ‘g psicométrico’ (si hay
solapamiento positivo) pero si el ‘g
psicológico’: “no
existen procesos psicológicos que correspondan al g psicométrico”.
Personalmente me parece una declaración enigmática.
No
hay más remedio que meterse en harina para comprender los detalles de la POT.
Hay que dedicarle tiempo y esfuerzo para evitar caer en la tentación de
simplificar. No haré aquí más esfuerzos por ahorrarle trabajo al futuro lector
de ese artículo target. Este post se centra en los comentarios y en
la réplica de los autores.
Brevemente
y para abrir boca.
Ackerman subraya a) que la
teoría ignora por completo el efecto de la educación sobre la inteligencia, b) que
centrarse en la memoria operativa (working
memory) y el razonamiento abstracto es insuficiente para comprender g, o que c) el famoso principio de la
indiferencia del indicador (cualquier test cognitivo mide g) es discutible. Según Phil, los procesos considerados por la
teoría de K & C no representan apropiadamente g porque son incapaces de predecir criterios de la vida real en
igual medida que las baterías ómnibus que se usan en la psicología aplicada
(Wechsler, Stanford-Binet, etc.).
Cowan alaba que la teoría considere
relevantes en sí mismas una serie de habilidades básicas, pero que también
destaque que la memoria operativa y el funcionamiento ejecutivo limitan la
capacidad general del sistema cognitivo: “un restaurante puede ofrecer una excelente y variada comida,
pero la calidad de la comida se convierte en irrelevante si los camareros son
incapaces de sentarte y servirte la comida en el momento adecuado antes de que
se enfríe y te veas obligado a abandonar el local”. Considera Nelson
que la teoría de K & C puede servir para comprender lo que sucede al
resolver test de inteligencia, pero poco más.
Deary recuerda que él ya
propuso una teoría similar, junto a D. Bartholomew (bonds/sampling theory): “la mente no posee ninguna estructura”. También
pone sobre el papel que él mismo intentó explicar g desde una perspectiva reduccionista en su libro “Looking down on human intelligence. From
psychometrics to the brain”. Fracasó miserablemente. Sabemos demasiado poco
sobre cuáles son las variables del cerebro que subyacen a las diferencias
cognitivas. Ian sugiere que se debe recurrir a variables biológicas para
comprender g, ignorando los procesos
cognitivos. Los cerebros pueden clasificarse según su nivel de eficiencia en
relación a esas variables biológicas, pero “usando una analogía con el riñón, por lo que se refiere al
estudio de las diferencias cognitivas seguimos admirando y clasificando la
variedad de colores de la orina, mientras esperamos el descubrimiento de los
nefrones [es decir, las unidades funcionales que regulan la composición de la
sangre y excretan sus desechos]”. En resumen, para Deary necesitamos
más ‘grúas’ que nos permitan extraer, pacientemente, la información relevante
del cerebro, no teorías estelares basadas en etéreos procesos cognitivos.
Detterman señala las similitudes entre
su propia teoría (teoría de sistemas)
y la de K & C: “la diferencia principal es la condición añadida de que los
elementos centrales se solapan u operan simultáneamente”. Aunque su
teoría de sistemas puede asimilar fácilmente esa diferencia. Presenta una serie
de simulaciones que conducen a la conclusión de que es necesario comprender los
procesos cerebrales básicos que subyacen a los procesos cognitivos. Los
componentes individuales del sistema son cruciales para averiguar por qué una
persona presenta distinto rendimiento intelectual. Según Doug, “la inteligencia
general es un subproducto de la operación de un sistema complejo, un índice de
la eficiencia con la que el cerebro procesa la información”.
Flynn publicita su
perspectiva sobre las ganancias generacionales de inteligencia. Según él, el
test de Raven es un barómetro del nivel de modernidad alcanzado por la
humanidad porque es sensible a “las nuevas mentes que la modernidad ha instaurado en
nuestras cabezas”. Ahora usamos cómodamente símbolos abstractos desapegados
de la realidad concreta. Ese uso se ha convertido en un hábito de nuestras
mentes. La teoría de K & C revela que el factor g emerge del solapamiento positivo, en lugar de explicarlo.
Para ello se basa en tres elementos que se solapan: inducción, capacidad de la
memoria operativa y funcionamiento ejecutivo. El test de Raven rastrea los
procesos de inducción mejor que cualquier otro. Jim sostiene que 1) el cerebro
es como un músculo que cambia con el ejercicio, 2) las sociedades van cambiando
sobre cuáles son los problemas más relevantes, 3) la práctica al resolver estos
problemas crea diferentes hábitos mentales, y 4) estos hábitos modifican la
interacción de la inducción con la capacidad de la memoria operativa y con el
funcionamiento ejecutivo.
Gottfredson se centra en demostrar
que la teoría de K & C es compatible con los esfuerzos hechos previamente
por los teóricos de g. No existe
contradicción entre cómo se ha estudiado ese constructo psicológico hasta ahora
y lo que proponen K & C. Linda echa mano de la biblioteca y demuestra
convincentemente que es así: g es una
propiedad del cerebro, no una capacidad en sí misma. g puede ser unitario a nivel psicométrico, pero eso no significa que
deba serlo a nivel cerebral: “un g emergente
producido por el cerebro puede causar las correlaciones positivas entre las
respuestas que se registran ante los test psicométricos o las tareas
experimentales. Estos patrones de solapamiento de las puntuaciones pueden
usarse para inferir cómo actúa el cerebro (memoria operativa) para producir un
g unitario que, a su vez, produce su propia cascada de efectos en la vida
cotidiana de las personas”. El g
psicométrico es indivisible porque “el cerebro de la persona actúa como una unidad al responder a
los problemas de un test o al calcular la propina cuando el camarero trae la
cuenta” (observen el juego que dan los restaurantes).
Haier considera que la teoría
de K & C anima a usar la neuroimagen para contrastar los modelos
psicométricos de la inteligencia. Uno de los resultados más sólidos es que no
podemos centrarnos en el lóbulo frontal, sino que, al menos, debemos hablar de
una red fronto-parietal. La POT puede ayudar a orientar la investigación actual
en la que se relacionan las medidas psicométricas de inteligencia con las
medidas biológicamente relevantes.
van der Maas, con quien coincidí en 2007
el Scheeling Simposium celebrado en la
Universidad de Virginia para discutir sobre la búsqueda del factor g en el cerebro, piensa que, más allá de
las apariencias, la teoría de K & C no es tan distinta de la teoría clásica
sobre el factor g. Es irrelevante la
distinción entre, por ejemplo, la perspectiva formativa y reflexiva en un mundo
en el que se buscan explicaciones reduccionistas de fenómenos complejos como la
inteligencia. Su comentario se centra en la consistencia interna y en la
capacidad para aventurar predicciones de la teoría de K & C, distinguiendo su
versión verbal, estructural y multidimensional. Denuncia Han que la teoría
carece de la suficiente formalización, es demasiado ‘verbal’, y considera que
debería contribuir a explicar los cambios que se producen durante el ciclo
vital con respecto a 1) los niveles de inteligencia, 2) la relevancia del
factor g en distintos momentos de ese
ciclo y 3) el aumento de la heredabilidad de la inteligencia con la edad.
Kaufman se centra en la
relevancia del funcionamiento ejecutivo. Revisa algunos estudios en los que se
producen discrepancias entre los niveles de ese funcionamiento y el
razonamiento fluido, comentando que la teoría de K & C debería ser capaz de
dar cuenta de esa clase de fenómenos que escapan a la tendencia general.
Algunos ejemplos son el ADHD, las altas capacidades o la creatividad.
Oberauer discute el significado
de que dos tareas correlacionen. El fenómeno se produce cuando ambas comparten
procesos. Y se pregunta si existen procesos suficientemente generales teniendo
en cuenta las correlaciones usualmente observadas en la investigación. Se
inclina por ofrecer una respuesta negativa. Considera que la especificidad
domina sobre la generalidad, usando como ejemplo lo que sucede en los programas
de entrenamiento cognitivo: nunca se observa trasferencia. Si existieran
procesos generales (de carácter ejecutivo), como sugiere la POT, debería
observarse trasferencia. Pero no es el caso. Duda también Klaus del papel que
pueden jugar los procesos ejecutivos en la POT, esencialmente porque carecemos
de una definición clara sobre la naturaleza de esos procesos. Subraya que la
evidencia disponible no apoya que esos procesos ejecutivos sean especialmente
relevantes para la inteligencia (menos del 10% de la varianza). Concuerda en
que g es un factor más formativo que
reflexivo, pero duda de que sus elementos deban ser descritos como ‘procesos’.
Más que procesos deberíamos hablar de ‘parámetros del sistema cognitivo’.
Parámetros como el tiempo de reacción, el nivel de precisión, los niveles de
activación, la discriminabilidad de las representaciones mentales, el ruido de
la evidencia acumulada para elegir una respuesta, o la eficiencia al eliminar
la información irrelevante: “por definición, la diferencia entre solapamiento de procesos
y solapamiento de parámetros es que los parámetros son variables que
caracterizan los mecanismos generales del sistema cognitivo”. Son características de todo el cerebro.
El entrenamiento cognitivo mejora los procesos implicados, pero no los
parámetros del sistema. De ahí que no haya generalización.
El
último comentario corre a cargo de Sternberg. Destaca que dos de los
más grandes psicómetras, Spearman y Carroll, “fueron astutos psicólogos cognitivos”.
Yo hubiera añadido a Guilford a ese listado, sirviéndome de su excelente libro
‘Cognitive psychology with a frame of
reference’. Les reprocha a los autores de la POT que hayan olvidado citar
estudios y autores especialmente relevantes para su problema, como los
correlatos cognitivos de E. B. Hunt o los componentes cognitivos del propio
Bob. Estoy de acuerdo. Opina que la investigación sobre g se encuentra atrapada en un agujero negro, vive algo similar a lo
que le sucedía a Bill Murray en el día de la marmota. ¿Por qué no logramos
movernos hacia delante? Quizá porque seguimos intentado comprender g. Ahora usamos un lenguaje más
sofisticado, pero “seguimos vistiendo al mismo maniquí con ropa nueva”.
Sternberg piensa que debemos encontrar un modo de salir de la trampa en la que
se ha caído: “solemos
considerar que la inteligencia es un rasgo, pero, al igual que la ansiedad, la
inteligencia es tanto un rasgo como un estado”.
Dejé
intencionadamente para el final de este repaso a los comentarios sobre la POT
el preparado por Adam Chuderski, Emiliano Santarnecchi y yo mismo. Quizá sea el más
completo porque considera críticamente las tres áreas que pretende cubrir la
POT: psicometría, ciencias cognitivas y bases biológicas.
En
primer lugar, discutimos el significado de ‘emergente’. La POT es poco clara
sobre el particular, de modo que ese carácter emergente es casi mágico.
En
segundo lugar cuestionamos que el funcionamiento ejecutivo explique la alta
correlación observada entre memoria operativa e inteligencia. Los procesos
ejecutivos no se relacionan con la inteligencia cuando se incluye en la
ecuación el almacenamiento temporal (short-term
storage capacity). De hecho, las tareas ‘complejas’ de amplitud de memoria
(working memory) no son más
predictivas de la inteligencia que las tareas ‘simples’ (short-term storage). La limitación general de capacidad
para preservar a corto plazo una representación fiable de la información
relevante apoya una concepción unitaria: “las limitaciones compartidas por la inteligencia y la
memoria operativa pueden basarse en la capacidad (general) para construir y
mantener conexiones a corto plazo entre la información relevante”.
En
tercer lugar nos centramos en evidencias biológicas sobre la inteligencia
fluida y el funcionamiento ejecutivo. Concluimos que hay vida más allá del
lóbulo frontal y los procesos ejecutivos por lo que se refiere a la
inteligencia. La investigación sobre redes neuronales asociadas a la
inteligencia o con estimulación magnética, rechaza el protagonismo del lóbulo
frontal. Comprender la inteligencia
exige moverse por todo el cerebro.
A
nuestro juicio, el principal problema de la POT es que usa selectivamente
información, en lugar de señalar la evidencia que es consistente e
inconsistente con la propuesta. Es decir, parece una teoría construida a medida
de una determinada evidencia empírica. Es posible que la concepción unitaria
sobre g sea incorrecta, pero
desconocemos si la visión alternativa recoge mejor lo que se sabe. Por tanto,
mientras que no se demuestre su superioridad, pensamos que, en aras del
principio de parsimonia, la versión unitaria sigue ganando: “puede que no haya
un lugar en el cerebro para la inteligencia general porque el cerebro es el
lugar. Y los humanos solo tenemos un cerebro”.
El
monográfico finaliza con una réplica de los autores del artículo target a los doce comentarios. Subrayan K
& C que su teoría se centra en el
resultado más replicado de la psicología, es decir, el solapamiento positivo
que subyace al factor general de inteligencia (g). Ante la acusación de que ‘venden vino viejo en botellas nuevas’,
destacan que la suya es la única teoría que combina un modelo latente, un
modelo multidimensional de respuesta al ítem y resultados sobre los correlatos
neurales de las capacidades cognitivas. Pero “en ningún caso pretendíamos ignorar a los
gigantes sobre cuyos hombros nos apoyamos”.
Rechazan
las similitudes que Gottfredson observa entre la teoría clásica de g y la POT. El factor g es emergente no solamente a nivel
biológico, sino también a nivel psicológico. La POT, por ejemplo, es
incompatible con la definición de inteligencia que Linda recupera del
manifiesto publicado en 1994 en el Wall
Street Journal –aunque no explican por qué. Las medidas de procesos y de
capacidad se sitúan, según K & C, al mismo nivel; las primeras no son más
elementales que las segundas.
Piensan
que algunos comentarios se basan en una interpretación errónea de la POT.
Oberauer, por ejemplo, se equivoca porque ignora que la POT no se basa en una
relación lineal entre la cantidad de solapamiento de procesos y el
tamaño de la correlación entre las tareas que reclaman esos procesos. El modelo
IRT multidimensional de la POT es crucial porque constituye una formulación
matemática de la naturaleza del solapamiento funcional entre diferentes
dominios cognitivos, pero también del efecto cuello de botella derivado de las
limitaciones que impone el funcionamiento ejecutivo. El nivel de análisis
verdaderamente relevante se centra en las respuestas de las personas a los
ítems, porque los procesos de interés son los supuestamente aplicados para
resolver esos ítems.
La
POT también se separa de los modelos mutualistas porque los segundos se basan
en interacciones durante el desarrollo en lugar de en el solapamiento
funcional. El mutualismo es un factor causal detrás del desarrollo de
capacidades específicas, pero no de la varianza compartida por distintos dominios
cognitivos. El solapamiento se produce cuando la persona resuelve un ítem y eso
carece de interés para el mutualismo.
Discrepan
de la crítica de que existe una débil relación entre inteligencia y
funcionamiento ejecutivo, recurriendo a una selección de estudios que se supone
apoyan su rechazo. Admiten, a regañadientes, que no hay ninguna diferencia
verdaderamente relevante entre la memoria a corto plazo (short-term memory) y la memoria operativa (working memory). Cuando discuten el fenómeno de la diferenciación
vuelven a mostrar su habilidad para elegir selectivamente la evidencia;
incluyen, por ejemplo, un estudio de nuestro grupo entre los que confirman la
diferenciación, pero omiten que ese estudio considera, en realidad, dos
estudios para concluir que la diferenciación NO es un fenómeno genuino, sino
que puede explicarse por las diferencias de nivel educativo. Sí, esa educación
que Phil subraya en su comentario.
Denuncian
los giros argumentales de Flynn y de Oberauer. El primero se olvida de que las
escalas Wechsler poseen un sesgo cristalizado, mientras que el segundo asume,
gratuitamente, que los procesos generales son maleables. El funcionamiento
ejecutivo impone limitaciones, pero se basa en un modelo multidimensional. El
entrenamiento cognitivo fracasa al demostrar generalización porque deja fuera
alguna dimensión relevante, según K & C: “al bucear en la investigación sobre el
entrenamiento cognitivo se llega a la conclusión de que es un reto para la
ciencia en general, no para la POT”.
En
suma, como concluimos Adam, Emiliano y yo mismo en nuestro comentario, hay que
aplaudir el intento de K & C. Disponemos de muchos resultados
experimentales y correlacionales sobre la inteligencia humana, pero existe una
carencia de visiones generales que conecten de modo coherente lo que sabemos
ahora para predecir lo que podemos llegar a conocer. Los autores de la POT han
sido valientes, aunque se hayan visto aquejados de un cierto sesgo
confirmatorio al elegir las piezas de su puzle. Cabe esperar que este
intercambio de impresiones sirva para que nos hagamos más preguntas sobre las
respuestas que ya poseemos.
Ojalá
subamos la escalera de caracol que usó Indiana
Jones para descubrir que la X marca el lugar en el que se encuentra la
respuesta que perseguimos.
Gracias por este largo comentario sobre el estado actual de las teorías que intentan explicar el factor G. Contiene mucha información, compleja, lo que dificulta la lectura. Si lo he entendido bien, algo que no tengo del todo claro, parece ser que hay acuerd amplio sobre el factor general de inteligencia, pero no lo hay tanto cuando se intenta encontrar una teoría que pueda explicar dicho factor y, en general, la inteligencia. Bueno es que haya diversidad, algo importante en la investigación científica, pero mejor todavía es que se logre ir avanzando hacia una teoría que goce de más consenso por su mayor y más completa contrastación.
ResponderEliminarPor ahora, me limito a guardar este texto y voy recopilando los muchos artículos que en él mencionas.
Muchas gracias, Félix. Lo más relevante aquí es que los científicos se toman muy en serio lo del factor general de inteligencia. Es un fenómeno muy sólido en busca de una explicación. Comprender sus pormenores nos deparará muchos beneficios. Vale la pena dedicarle tiempo a bucear en los comentarios. Saludos, R
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