‘Dédalo’ es una novela de 800
páginas escrita por Javier Montserrat, un colega de mi Facultad, un compañero
de trabajo.
Dédalo es el padre de
Ícaro, quien se precipitó al vacío por volar demasiado cerca del sol. Las alas
que usó Ícaro las construyó su padre, quien fue más espabilado porque se limitó
a volar a una altura prudencial para escapar del laberinto en el que les habían
encerrado. Ícaro, por el contrario, se emociono con eso de volar y acabó como
el rosario de la aurora.
El título de la novela tiene que ver,
precisamente, con la salida de un laberinto larvado a comienzos del siglo XXI
en los Estados Unidos y en otras partes del planeta. El diagnóstico social
lleva a los responsables políticos del país más poderoso de la Tierra a planificar un
programa de salida del laberinto. Un programa fascista.
La trama está al servicio de la perspectiva religiosa del autor. Montserrat es jesuita y usa la historia central para
proponer una solución religiosa ante la solución fascista.
‘Dédalo’ está bien escrita, aunque sea,
a mi entender, innecesariamente larga. Diluye el mensaje el hecho de que se
tarde demasiado tiempo en ir descubriendo los sucesos relevantes. Si Ken Follet
hubiera puesto su sello en esta historia, se habrían vendido millones de
ejemplares.
La esencia de la historia es la
siguiente.
Los Estados Unidos están viviendo un
momento histórico en el que la masa de inmigrantes supera a la población que ha
construido América desde el siglo XVIII. Su número puede permitir que se hagan
con el poder y destruyan el país con ánimo de revancha por haber estado
sometidos al establishment. El actual
presidente, el pentágono, el FBI y la CIA han ideado un golpe de estado
encubierto, un periodo de democracia parcial. Esta democracia se basaría en el
30% de la población ‘genuinamente americana’, excluyendo de los procesos de
elección a quienes no se puede considerar así. El proyecto que soporta esta
idea se denomina ‘Dédalo’. Se supone que ha sido diseñado por verdaderos
patriotas que temen por el bienestar de su país. Es gente que ama la
democracia, pero más ama a su país.
Le proponen a un reconocido senador republicano, Stephen S. Dennett, que lleve adelante ‘Dédalo’. Tarda mucho en decidirse, porque, se quiera o
no se quiera, se trata de un golpe de estado. El objetivo es secuestrar, aunque
sea temporalmente, la democracia, la libertad que es el santo grial de América
desde el principio de los tiempos.
Mientras Dennett se decide, nos
desplazamos a la historia de John E. Cardoso, el fundador de una asociación internacional,
denominada Nuevo Mundo. Su objetivo
es desarrollar un proyecto universal solidario, destinado a erradicar el
sufrimiento humano de la faz de la tierra. Esa sociedad se organiza alrededor
de comunidades sociales de ciudadanos que comparten la idea esencial. Pero para
poder captar a una masa crítica de ciudadanos, la única solución viable supone implicar
a las tres grandes religiones: la Católica, la Judía y el Islam.
Cardoso conoce a
una especie de ermitaño que reside en Mallorca (Pablo Albert). Este individuo posee una atractiva
concepción religiosa. Es una parte importante de la novela, pero, por
desgracia, no apta para lectores impacientes.
Se detallan minuciosamente las ideas
del ermitaño, apartado del mundo por voluntad propia. Su idea es coordinar la
ciencia con la religión para revolucionar la concepción que el mundo tiene
sobre Dios, de modo que la religión deje de ser vista como pura arqueología por
los ciudadanos cultivados del mundo.
Esta es su esencia: el universo en el
que vivimos es un enigma para el hombre.
El enigma puede resolverse de dos
modos compatibles.
Primero, el universo es posible
sencillamente porque existe. Actualmente ignoramos cómo se ha construido, pero
el hecho de que exista demuestra que es posible. Esta es la concepción mundana
que defiende una parte importante de los científicos.
Segundo, el universo es como es
porque existe un Dios que lo ha creado y que le da soporte.
Ambas concepciones son posibles y
resultan del ejercicio de la razón. Por tanto, en lugar de echarse piedras,
quienes soportan ambas concepciones deberían respetarse mutuamente.
Pero si Dios ha creado el universo…
¿Por qué se oculta?
¿Por qué no poseemos ninguna prueba
sobre su existencia?
El autor de esta novela responde, a
través de sus protagonistas, que esa es la única manera que Dios ha encontrado
de garantizar nuestra libertad. Si tuviésemos pruebas de su existencia, el ser
humano ya no sería realmente libre.
La religión debe dejar a un lado sus
máximas excluyentes y admitir que una concepción mundana del universo, sin
Dios, es tan respetable como la concepción en la que Dios está detrás, aunque
oculto. Oculto para garantizar nuestra libertad.
Llegados a este punto, el autor
conecta el problema norteamericano del que se parte en la novela, con la idea
del ocultamiento de Dios para garantizar nuestra libertad. Eso conduce a la
sospecha de que la opción ‘Dédalo’ no puede tener futuro en la mente del autor.
Pero la cosa todavía no queda suficientemente clara.
Steve Dennett, elegido por los
republicanos y los poderes fácticos para ser el próximo presidente, también es
tanteado por Cardoso para expresarle su apoyo. Le eligen por ser un político honrado del
que ellos se fían para llevar adelante el proyecto de desarrollo universal
solidario, comenzando por los Estados Unidos.
Son conscientes del problema social
que puede estar detrás de proyectos similares a ‘Dédalo’, del que,
naturalmente, la opinión pública no sabe nada. Pero hay sospechas, incluso
entre asociaciones soviéticas, que, mientras tanto, están desplegando armas
nucleares por el territorio norteamericano como mecanismo de prevención de una
posible solución fascista por parte de las cabezas políticas del país a la problemática
social que se palpa.
Estas asociaciones soviéticas han
comprendido la situación y han procurado poner el parche antes de que saliera
el grano. Son, en cualquier caso, asociaciones pacifistas que aman también la
libertad y admiten el liderazgo en este sentido de los Estados Unidos.
Montserrat evita construir una historia de buenos y malos. Quienes apoyan a ‘Dédalo’ lo
hacen movidos por el amor a su país y porque creen que es la solución menos
mala para salvaguardar los ideales americanos y el bienestar de los miembros de
su querido país. Y quienes apoyan a Nuevo
Mundo no pretenden poner el sistema patas arriba, sino negociar con los
políticos que pueden llevar adelante, sin violencia, el proyecto de desarrollo
humano solidario.
Es inevitable deducir que este
jesuita piensa, sinceramente, que los humanos tenemos libertad para labrarnos
nuestro propio futuro. Lo único necesario es que los ciudadanos se organicen
para presionar con éxito a quienes deben llevar las riendas. Y eso pasa,
necesariamente, por servirse de asociaciones religiosas con gran capacidad de
convocatoria.
Pero antes de que eso pueda ser
posible, la propia religión debe someterse a una revolución, asumiendo los
conocimientos que la ciencia actualmente posee sobre el universo que nos rodea.
Ese proceso hará, además, que la ciencia deje de reírse de la religión. Y que
la religión deje de considerar que los científicos son estúpidos al no darse
cuenta de que el Universo solo es posible con Dios como protagonista principal.
En resumen, esta historia es el
producto de la mente de una buena persona que vive atormentada por la manía que
tenemos los seres humanos de hacernos sufrir, cuando podríamos aprovechar las
muchas virtudes que poseemos para ser más felices y disfrutar plenamente del
regalo que, en su opinión, nos ha hecho Dios.
Para saber más:
Gracias por la reseña. Sigo a Montserrat en la página Tendencias21, una buena página de informaciòn científica. Allí tiene dos cuadernos de bitácora, una la que tú mencionas y otra: http://www.tendencias21.net/concilio/Hacia-el-Nuevo-Concilio-el-paradigma-de-la-modernidad-en-la-Era-de-la-Ciencia_r4.html
ResponderEliminarSiempre me parecen sugerentes sus artículos y quizá me anime a leer el libro, aunque siempre desaniman 800 páginas.