viernes, 24 de junio de 2016

Resultados en genética de la conducta: Un éxito de replicabilidad

Cuatro científicos coordinados por Robert Plomin publican un extenso artículo en ‘Perspectives on Psychological Science’ en el que se describen diez resultados (Top Ten) replicados en genética de la conducta. Su propósito es destacar hallazgos sobre las causas genéticas y ambientales de las diferencias individuales de carácter psicológico.


Los titulares son los siguientes (Pablo Malo es más generoso en detalles en el artículo de recomendable lectura que pueden encontrar en su blog):

1.- Todos los rasgos psicológicos, sin excepción, están influidos por los genes.

2.- Ningún rasgo es heredable al 100%.

3.- La heredabilidad está causada por muchos genes con pequeños efectos.

4.- Las correlaciones fenotípicas –observables—entre rasgos psicológicos –por ejemplo entre la estabilidad emocional y la neurosis—están mediatizadas por los genes.

5.- La heredabilidad de la inteligencia aumenta con la edad. No sucede lo mismo con la personalidad.

6.- La estabilidad durante el ciclo vital se explica por los genes: los mismos genes influyen en los rasgos independientemente de la edad.

7.- Las medidas del ambiente están ‘contaminadas’ por los genes. No hay medidas puras del ambiente.

8.- Las asociaciones de las medidas del ambiente con los rasgos psicológicos están mediatizadas por los genes. Existe un ‘smog’ genético en los ambientes.

9.- La mayor parte de los efectos ambientales no son compartidos por los niños que crecen en el seno de la misma familia. Son personales.

10.- Anormal es normal: no existen diferencias ‘cualitativas’ entre la psicopatología y la normalidad. Sencillamente los individuos son más o menos vulnerables a los trastornos psicológicos.

Más allá de estos Top Ten, uno de los fenómenos que más me interesó es el de la correlación genotipo-ambiente. Y es así porque subraya la idea de que las leves diferencias genéticas que separan a los individuos aumentan su relevancia a medida que disponen de mayores oportunidades para elegir, modificar y crear ambientes coherentes con sus inclinaciones genéticas.


Desde esa perspectiva se podría concluir que el ambiente es irrelevante, en el sentido de que no se puede entender sin el individuo (salvo cuando se trata de sucesos ambientales incontrolables). El individuo no es un ente pasivo sujeto a las caprichosas condiciones del ambiente. Un ejemplo paradigmático son las influencias familiares, que no son iguales para sus distintos miembros aunque sean las mismas: el mismo padre autoritario puede ser mano de santo para controlar y reconducir al conflictivo Javier, pero un factor de altísimo riesgo para el emocionalmente inestable Sergio.

El conocido como ambiente no-compartido puede ser un factor de relevancia para comprender las diferencias psicológicas. Sin embargo, los autores de este artículo se decantan por la visión pesimista de que los factores que contribuyen a ese componente son personales, intransferibles y aleatorios.

Me sorprendió negativamente que ignoren el excelente análisis de Judy Harris sobre las influencias no-genéticas en las diferencias psicológicas.

Probablemente la parte más interesante del artículo corresponde a las respuestas a la pregunta de por qué se replican los resultados en este campo científico. Son las siguientes:

1.- Las polémicas generadas desde tiempos de Francis Galton han promovido el desarrollo de rigurosos estudios para convencer a los escépticos.

2.- La conocida como ‘nueva estadística’ –que va más allá del uso de los valores p de probabilidad y se inclina por usar tamaños del efecto, cálculos sobre poder estadístico y meta-análisis—no es algo ‘nuevo’ en genética de la conducta. Los psicólogos experimentales han hecho mucho daño a la ciencia de la Psicología –los autores no lo dicen así, pero lo piensan. La aproximación correlacional, en cambio, ha sido muy exigente y eso ha dado excelentes frutos en términos de replicabilidad.

3.- La genética de la conducta se centra en fenómenos muy generales, como la heredabilidad, ignorando el problema de cuáles son las variantes relevantes del ADN o la complejidad de los mecanismos a través de los que ese ADN influye en un determinado rasgo psicológico.

4.- La genética de la conducta explora muestras de individuos que son difíciles de reclutar, como gemelos o adoptados. Cuando se consigue una muestra así se registran muchas medidas en distintos lugares y eso facilita la comparación y la replicación.

5.- Finalmente, los tamaños del efecto atribuibles a la genética son grandes, entre un 30 y un 50%. Con diferencia, son de los mayores en Psicología (y en otros campos, naturalmente).


Un mensaje crucial que se deriva de los resultados replicados en genética de la conducta es que es una pérdida de tiempo estudiar el ambiente fuera de un diseño genéticamente sensible. Concluir, por ejemplo, que los hijos se parecen psicológicamente a sus padres por su largo y sistemático contacto ambiental es contrario a la evidencia acumulada por la ciencia.

Cuestionar esa idea posee poderosos efectos sobre los programas de intervención psicológica. Desgraciadamente es legión el número de psicólogos aplicados que desconocen, o prefieren olvidar, ese hecho constatado, haciendo así incluso más daño a la Psicología que los psicólogos experimentales.

En otro post relataremos los comentarios a este artículo target publicados en la misma revista. Por ahora solamente diré que Plomin y sus colegas declinaron de su derecho a la réplica.


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