En ‘España. Centro del mundo.
1519-1682’ (La esfera de los libros, 2016) comienza reconociendo el
autor inglés que en sus colegios nunca les enseñaron que “Spain fue uno de los imperios más importantes
de la historia”.
Durante casi dos siglos (aunque al
periodo se le conoce como Siglo de Oro),
a contar desde que se descubre el Nuevo Mundo bajo los Reyes Católicos (1492) y hasta el fallecimiento de Pedro Calderón de la Barca (1681), el
imperio español fue el centro económico-militar del mundo, “el corazón del
primer imperio mundial sobre la Tierra”.
Goodwin sigue un orden cronológico
para organizar su historia, que comienza en serio con el emperador Carlos, el nieto de los Reyes
Católicos. Los Habsburgo persiguieron con ahínco una Europa unida, pero el
necesario uso de la fuerza no fue demasiado rentable en ningún sentido.
Me resultó interesante la idea de
que, en aquella época, el linaje estaba
por encima del individuo. También se constata que Castilla era un peculiar lugar del viejo continente en el que la soberanía no descansaba en el monarca,
sino en los súbditos:
“La independencia del poder judicial en Castilla puede
explicarse en función de sus propios responsables, que en su mayoría provenían
de la baja nobleza y la burguesía, y que habían trabajado duramente para llegar
donde estaban
(…)
los castellanos exploraban diariamente el mundo del derecho (y desarrollaron)
las primeras semillas del concepto de derechos humanos
(…)
en aquella época muchos europeos cuestionaban si los indios americanos eran
humanos”.
Como es natural, el autor cuenta la
historia de Enrique y Catalina de Aragón:
“Tan grande fue su notorio empeño en librarse de ella que
adoptó el protestantismo y llevó a cabo la reforma en Inglaterra con tal de
hacer posible el divorcio”.
Y, por supuesto, el episodio de la Armada Invencible, cuya derrota tuvo
que ver, en alguna medida, con la estrategia defensiva que instigó el propio Felipe II
cuando fue Rey de Inglaterra. Aunque, “a la hora de la verdad, los españoles no fueron derrotados
por los ingleses, sino por el (mal) tiempo”.
Con Felipe
II se rompe la tradición de que el monarca tenga que visitar sus
posesiones regularmente:
“El Imperio era quien tenía que acudir a su soberano (pero
para eso) necesitaba que personas inteligentes, perspicaces y decididas fueran
sus ojos y sus oídos por todo el mundo
(…)
los asesores que trabajaban en El Escorial personificaban el espíritu de
aventura, experimentación, empirismo y fe que impregnaba las facetas de la
cultura española y europea, acaso un aspecto del mismo espíritu de
descubrimiento que empujó a los españoles a la conquista del Nuevo Mundo”.
Aunque Teresa de Ávila destaca con luz propia, en la España de los
Austrias había centenas de mujeres que se dedicaban a escribir. La cultura
literaria del país era enorme y las tasas de alfabetización de la población
superaban el 50%.
El dinero que llegaba del Nuevo Mundo
estimuló a la banca mercantil internacional desde Europa: “los banqueros se encontraron en el centro de
un mundo ahogado en una marea de dinero”. Su despegue económico no puede entenderse sin la riqueza que traían los españoles al Viejo Continente desde las
indias.
Los holandeses ocupan un lugar
especial en el Imperio. Según Goodwin, su conflicto se hizo internacional y
terminó por hundir al “mayor imperio mundial nunca visto”. Además, la
economía de los tulipanes no habría podido llegar a tan elevado nivel de salud
sin el flujo del tesoro imperial por Europa: “gran parte del comercio (ilegal) iba
directamente al extranjero sin pasar por España”.
El autor inglés admite que en
Norteamérica hay “mucha gente que se enorgullece de su legado español”. Puedo atestiguarlo
después de mis múltiples visitas a ese lugar del planeta. Es realmente
impresionante.
Con la llegada de Felipe III al poder, los españoles dejaron
de mirar hacia fuera y comenzaron a hacerlo hacia dentro. Su mundo resplandecía
y se regodeaban en su propia luz.
Los escritores más aclamados del
mundo eligieron en 2002 al ‘Quijote’ como “la mejor obra literaria que se ha escrito jamás”.
Es, de hecho, la obra más traducida y publicada de la historia de la literatura
después de la Biblia: “la gran revolución literaria que tuvo lugar en la ficción
inglesa durante el siglo XVIII es inimaginable sin el Quijote”.
Escribía el gran Harold
Bloom: “Shakespeare
nos enseña a hablar con nosotros mismos, pero Cervantes nos enseña a hablar
entre nosotros”.
No solo destaca Cervantes. Lope,
Góngora (“José
Ortega y Gasset, probablemente el intelectual europeo más brillante del siglo
XX, dijo una vez que ‘Góngora es las Soledades’, una obra de pura invención e
imaginación que le definió como poeta y como persona”), Calderón (el
mundo es un escenario), Quevedo, El Inca Garcilaso, Velázquez (“la ‘Venus del
Espejo’ es la imagen de una mujer desnuda más asombrosa que se ha pintado…en
1914 Mary Richardson acuchilló el cuadro por semejante exhibición pública de
pornografía”), Zurbarán, Murillo y un largo etcétera en el que
Goodwin se recrea.
El declive comienza con Felipe IV y el Conde-Duque
de Olivares.
Don Juan
Tenorio,
salido de la mente de Tirso de Molina,
se materializa en esa época (‘El Burlador
de Sevilla’ es un personaje “reinventado más de 1.700 veces”).
Es interesante el cuadro que pinta
Goodwin de la Cataluña de ese momento:
“Una tierra ingobernable de nobles-bandidos, de eclesiásticos
que recurrían fácilmente a la violencia y de oligarcas comerciantes
barceloneses que solo atendían a su propio beneficio.
Las
Corts eran una institución diseñada para formular exigencias, no habituada a
hacer concesiones”.
Su juego peligroso con Francia
promovió que gran parte del que era entonces su territorio pasara a manos de
los gabachos. Hoy en día es parte del país vecino.
Sirvan estos pequeños detalles para
destacar el interés que posee esta obra, dirigida originalmente
al mundo anglosajón. Goodwin quiere contribuir así a corregir un problema
de narración selectiva de la historia, del que ya nos hemos ocupado en este blog en varias ocasiones. Quiero
felicitarle por su gesto y, también, animarles a ustedes a que la pongan en su
lista de lectura para el verano que se avecina. No se arrepentirán.
Sin duda hay hispanistas en el Reino Unido que podrían enseñar a muchos en España a tener una imagen más positiva de su propia historia, basada además en hechos y datos reales.
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