domingo, 19 de junio de 2016

La época dorada de España, según el británico Robert Goodwin

En ‘España. Centro del mundo. 1519-1682’ (La esfera de los libros, 2016) comienza reconociendo el autor inglés que en sus colegios nunca les enseñaron que “Spain fue uno de los imperios más importantes de la historia”.

Durante casi dos siglos (aunque al periodo se le conoce como Siglo de Oro), a contar desde que se descubre el Nuevo Mundo bajo los Reyes Católicos (1492) y hasta el fallecimiento de Pedro Calderón de la Barca (1681), el imperio español fue el centro económico-militar del mundo, “el corazón del primer imperio mundial sobre la Tierra”.

Goodwin sigue un orden cronológico para organizar su historia, que comienza en serio con el emperador Carlos, el nieto de los Reyes Católicos. Los Habsburgo persiguieron con ahínco una Europa unida, pero el necesario uso de la fuerza no fue demasiado rentable en ningún sentido.

Me resultó interesante la idea de que, en aquella época, el linaje estaba por encima del individuo. También se constata que Castilla era un peculiar lugar del viejo continente en el que la soberanía no descansaba en el monarca, sino en los súbditos:

La independencia del poder judicial en Castilla puede explicarse en función de sus propios responsables, que en su mayoría provenían de la baja nobleza y la burguesía, y que habían trabajado duramente para llegar donde estaban
(…) los castellanos exploraban diariamente el mundo del derecho (y desarrollaron) las primeras semillas del concepto de derechos humanos
(…) en aquella época muchos europeos cuestionaban si los indios americanos eran humanos”.

Como es natural, el autor cuenta la historia de Enrique y Catalina de Aragón:

Tan grande fue su notorio empeño en librarse de ella que adoptó el protestantismo y llevó a cabo la reforma en Inglaterra con tal de hacer posible el divorcio”.

Y, por supuesto, el episodio de la Armada Invencible, cuya derrota tuvo que ver, en alguna medida, con la estrategia defensiva que instigó el propio Felipe II cuando fue Rey de Inglaterra. Aunque, “a la hora de la verdad, los españoles no fueron derrotados por los ingleses, sino por el (mal) tiempo”.

Con Felipe II se rompe la tradición de que el monarca tenga que visitar sus posesiones regularmente:

El Imperio era quien tenía que acudir a su soberano (pero para eso) necesitaba que personas inteligentes, perspicaces y decididas fueran sus ojos y sus oídos por todo el mundo
(…) los asesores que trabajaban en El Escorial personificaban el espíritu de aventura, experimentación, empirismo y fe que impregnaba las facetas de la cultura española y europea, acaso un aspecto del mismo espíritu de descubrimiento que empujó a los españoles a la conquista del Nuevo Mundo”.

Aunque Teresa de Ávila destaca con luz propia, en la España de los Austrias había centenas de mujeres que se dedicaban a escribir. La cultura literaria del país era enorme y las tasas de alfabetización de la población superaban el 50%.

El dinero que llegaba del Nuevo Mundo estimuló a la banca mercantil internacional desde Europa: “los banqueros se encontraron en el centro de un mundo ahogado en una marea de dinero”. Su despegue económico no puede entenderse sin la riqueza que traían los españoles al Viejo Continente desde las indias.


Los holandeses ocupan un lugar especial en el Imperio. Según Goodwin, su conflicto se hizo internacional y terminó por hundir al “mayor imperio mundial nunca visto”. Además, la economía de los tulipanes no habría podido llegar a tan elevado nivel de salud sin el flujo del tesoro imperial por Europa: “gran parte del comercio (ilegal) iba directamente al extranjero sin pasar por España”.

El autor inglés admite que en Norteamérica hay “mucha gente que se enorgullece de su legado español”. Puedo atestiguarlo después de mis múltiples visitas a ese lugar del planeta. Es realmente impresionante.

Con la llegada de Felipe III al poder, los españoles dejaron de mirar hacia fuera y comenzaron a hacerlo hacia dentro. Su mundo resplandecía y se regodeaban en su propia luz.

Los escritores más aclamados del mundo eligieron en 2002 al ‘Quijote’ como “la mejor obra literaria que se ha escrito jamás”. Es, de hecho, la obra más traducida y publicada de la historia de la literatura después de la Biblia: “la gran revolución literaria que tuvo lugar en la ficción inglesa durante el siglo XVIII es inimaginable sin el Quijote”. Escribía el gran Harold Bloom: “Shakespeare nos enseña a hablar con nosotros mismos, pero Cervantes nos enseña a hablar entre nosotros”.

No solo destaca Cervantes. Lope, Góngora (“José Ortega y Gasset, probablemente el intelectual europeo más brillante del siglo XX, dijo una vez que ‘Góngora es las Soledades’, una obra de pura invención e imaginación que le definió como poeta y como persona”), Calderón (el mundo es un escenario), Quevedo, El Inca Garcilaso, Velázquez (“la ‘Venus del Espejo’ es la imagen de una mujer desnuda más asombrosa que se ha pintado…en 1914 Mary Richardson acuchilló el cuadro por semejante exhibición pública de pornografía”), Zurbarán, Murillo y un largo etcétera en el que Goodwin se recrea.


El declive comienza con Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares.

Don Juan Tenorio, salido de la mente de Tirso de Molina, se materializa en esa época (‘El Burlador de Sevilla’ es un personaje “reinventado más de 1.700 veces”).

Es interesante el cuadro que pinta Goodwin de la Cataluña de ese momento:

Una tierra ingobernable de nobles-bandidos, de eclesiásticos que recurrían fácilmente a la violencia y de oligarcas comerciantes barceloneses que solo atendían a su propio beneficio.
Las Corts eran una institución diseñada para formular exigencias, no habituada a hacer concesiones”.

Su juego peligroso con Francia promovió que gran parte del que era entonces su territorio pasara a manos de los gabachos. Hoy en día es parte del país vecino.

Sirvan estos pequeños detalles para destacar el interés que posee esta obra, dirigida originalmente al mundo anglosajón. Goodwin quiere contribuir así a corregir un problema de narración selectiva de la historia, del que ya nos hemos ocupado en este blog en varias ocasiones. Quiero felicitarle por su gesto y, también, animarles a ustedes a que la pongan en su lista de lectura para el verano que se avecina. No se arrepentirán.


1 comentario:

  1. Sin duda hay hispanistas en el Reino Unido que podrían enseñar a muchos en España a tener una imagen más positiva de su propia historia, basada además en hechos y datos reales.

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