domingo, 15 de mayo de 2016

Eysenck, un rebelde con causa acusado

Guido Corradi llamó mi atención sobre una truculenta historia relacionada con mi admirado Hans J. Eysenck, uno de los psicólogos más influyentes y más citados de la historia.

Según parece, el psiquiatra Tony Pelosi acusó a Eysenck de fraudulento, de abusar de sus privilegios editoriales y de ignorar los numerosos conflictos de intereses en los que incurrió (por ejemplo, haber sido financiado por las compañías tabacaleras norteamericanas para demostrar que fumar no causa cáncer).

Considera Pelosi que esa clase de prácticas no son sorprendentes en un discípulo del corrupto Cyril Burt y le parece increíble que haya sido capaz de publicar resultados –que nunca se han replicado—en los que se defendía que la personalidad es el principal determinante del cáncer y de los trastornos cardiovasculares.

Las airadas protestas de Pelosi datan de comienzos de los 90. El British Medical Journal (BMJ) publicó sus críticas y una respuesta del propio Eysenck. La British Psychological Society decidió no tomar cartas en el asunto y pasó página.

Pelosi, formado en el Instituto de Psiquiatría que Eysenck dirigió durante bastante tiempo, intentó desmontar la, según él, absurda tesis de Eysenck de que la mente es relevante para comprender el cáncer y los problemas cardiovasculares.

Se supone que este autor publicará el siguiente artículo en ‘Personality and Individual Differences’ (PAID) (revista que fundó el propio Eysenck):

Personality and fatal diseases: revisiting a scientific scandal (In Press).

Estuve mirando en la web de la revista y no pude encontrar nada. Google tampoco me ofreció algo a lo que agarrarme.

Eysenck resumió los estudios criticados por Pelosi en un breve libro titulado ‘Smoking, Personality, and Stress’ (Springer-Verlag, New York, 1991). Haciendo gala de su oceánica cultura, comienza con una cita del Mahabharata:

Existen dos clases de enfermedad: corporal y mental. Cada una de ellas surge de la otra. Sin la otra, no se percibe la existencia de ninguna de las dos. Los trastornos mentales surgen de los trastornos físicos, y de igual modo, los trastornos físicos surgen de los mentales”.

La obra expone, con claridad envidiable, la evidencia consistente con la conclusión de que los factores psicosociales, tales como la personalidad y el estrés, predicen seis veces mejor que el tabaco, el nivel de colesterol y la tensión sanguínea trastornos como el cáncer o las cardiopatías. Esa evidencia se usa para apoyar el desarrollo de prácticas de prevención de naturaleza psicológica.

Eysenck subraya que olvidarse de los factores psicológicos en la enfermedad es una grave irresponsabilidad.

Por lo que parece, Pelosi discrepa.

Los datos que considera Eysenck provienen de una perspectiva conceptual originalmente desarrollada por Ronald Grossarth-Maticek y contrastada empíricamente a través de tres estudios longitudinales hechos en Alemania y en la antigua Yugoslavia. Tres estudios precisamente para averiguar si los resultados lograban replicarse.

Las fuentes originales se citan en la breve obra publicada por Eysenck comentada antes. Si se echa un vistazo se comprueba que los informes de investigación no se publicaron únicamente en el PAID, sino también en revistas como ‘Psychotherapy and Psychosomatics’, ‘Behavioral Research and Therapy’, o ‘Integrative Physiological and Behavioral Science’.

Ignoro cuál puede ser el alcance real de las acusaciones de Pelosi. Puede que tenga razón, puede que no. Puede que haya ponderado adecuadamente la información, puede que no sea así.

Desde luego no parece haber tenido especial cuidado al equiparar a Eysenck con su maestro Burt. A día de hoy sabemos que el supuesto fraude de Burt es bastante discutible. Puede que la perspectiva de Pelosi sea discutible. Puede que no.

Mi lectura de Eysenck no me lleva a concluir que fumar no sea un factor de riesgo. Sencillamente es una causa más entre una larga cadena de factores. Observó que de cada diez grandes fumadores, únicamente uno fallecía por cáncer de pulmón. Tal observación le llevó a pensar que debían estar implicadas más causas. Una de sus preocupaciones fue no despertar paranoias innecesarias en los ciudadanos.

Pero, aún así, puede que Pelosi tenga razón.

Quienes se dedican a la salud podrían echarnos un cable y ayudarnos a averiguar qué hay de cierto en esta historia.


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